La Europa que queremos
O¨ªa por la radio al nuevo fiscal general del Estado, el magistrado Granados, que afirmaba creer a pies juntillas en el buen sentido de la gente corriente para los asuntos que le afectan directamente, y lo aplicaba a la necesidad del jurado. Esto me recordaba el olvido en que nos tienen en general los pol¨ªticos, lo mismo que los intelectuales, salvo muy pocas excepciones. No conf¨ªan en nosotros, excepto a la hora de votar; pero despu¨¦s se olvidan y act¨²an como si no existi¨¦ramos. La democracia que vivimos es, en buena parte, una gran mentira. S¨®lo las que se consideran ¨¦lites cuentan. Pero algunos intelectuales de otros tiempos pensaron lo contrario de lo que ¨¦stos actuales dicen. Y no hablemos de los pol¨ªticos, que en las elecciones suelen halagamos los o¨ªdos, pero luego se hace el silencio.Ahora, a la hora de hablar de las ya celebradas elecciones europeas, apenas se acuerdan de lo que afecta a Europa, ni se nos pregunta sobre lo que querr¨ªamos hacer de ella.
Yo creo que no estar¨ªa de m¨¢s recordar lo que dijeron serenamente grandes pensadores acerca de nuestro papel de ciudadanos corrientes; y sacar a relucir los temas que nos parecen importantes, a la gente de la calle, para desarrollar una nueva y m¨¢s humana Europa que incida positivamente sobre nosotros tambi¨¦n.
Descartes dijo que el buen sentido era igual para todos; y el mayor o menor acierto en su uso consist¨ªa en dirigir adecuadamente nuestro pensamiento. Para lo cual de poco nos sirven los libros de l¨®gica, ni los antiguos con sus silogismos, que son frivolidades, seg¨²n Balmes; ni leer al gran maestro de la l¨®gica occidental, Arist¨®teles, que es perder el tiempo, seg¨²n Bertrand Russell. Lo que hay que hacer es mirar a la realidad, y no perder nunca contacto con ella, como hacen pol¨ªticos e intelectuales con frecuencia.
El ¨²ltimo Heidegger dec¨ªa algo muy parecido, porque "cada uno de nosotros, a su modo y dentro de sus l¨ªmites, puede seguir los caminos del pensar reflexivo", que es muy distinto del "pensar calculador" que hoy priva en quienes nos dirigen. Y para ello debemos estar en contacto con "lo pr¨®ximo", y "arraigados" en lo real y no en las m¨¢s o menos ingeniosas elucubraciones.
Y no hemos recordado lo que observaba Malebranche, y hoy ser¨ªa de gran aplicaci¨®n: que la l¨®gica m¨¢s es producto del hombre de bien que no de otra cosa. ?Y cu¨¢ntos hombres de bien, que no miren s¨®lo a s¨ª o a sus ambiciones, hay entre quienes son l¨ªderes de la sociedad a nivel religioso, social, econ¨®mico, profesional, pol¨ªtico o intelectual?
?Qu¨¦ enga?o son tantas conmemoraciones, homenajes, premios repetidos entre los selectos, y loas entre los mismos, con olvido del pueblo sencillo, o del que no es famoso ni pertenece a ning¨²n clan! Oyendo a la gente pueden plantearse siete aspectos que deben recordar los pol¨ªticos que quieren hacer Europa, ya que dependemos de ella. Ante todo hemos de elegir entre ser la Europa de los mercaderes o la de los pueblos. Y, despu¨¦s, entre la de los pol¨ªticos o la de los ciudadanos. El pueblo debe ser antes, y los ciudadanos tambi¨¦n; y tanto los mercaderes como los pol¨ªticos dependen del pueblo, y no al rev¨¦s. La palabra la tiene el pa¨ªs, y los que lo componemos, porque el poder viene de ¨¦l, y no puede ser pose¨ªdo por quien manda sin atender a quien se lo concedi¨®. Esto lo sosten¨ªan ya nuestros grandes pensadores del olvidado y desconocido Siglo de Oro. Y a la luz de esto, ?c¨®mo son los que detentan hoy el poder del dinero, la fuerza o el mando?: solamente deb¨ªa contar quien les dio ese poder y esa fuerza para usarla en bien y seg¨²n el deseo de todos.
1. En lo econ¨®mico hay leyes que hay que seguir ciertamente: son las leyes del mercado. Peor no pueden ser leyes absolutas; dependen del bien que proporcionan al pueblo, y no a los poderosos. La libertad es condici¨®n necesaria, pero no suficiente: la libertad debe unirse a la justicia para ser eficazmente humana.
2. La sociedad est¨¢ mal acostumbrada: piensa que cada ego¨ªsmo tender¨¢ a arreglar las cosas para todos, y no es verdad. En la tierra no hay bastante para la codicia de cada uno; s¨®lo hay suficiente para las necesidades de todos, si empleamos nuestra inteligencia en bien de la colectividad. Y hemos de cambiar mucho para llegar a esto; porque no cambiar¨¢ el mundo si no empezamos por nosotros. ?Por qu¨¦ pretendemos que sea siempre el otro quien cambie?, ?no podemos empezar nosotros a dar el primer paso? Y cuando digo nosotros no me refiero a los individuos, sino tambi¨¦n a los pa¨ªses. Yo aprend¨ª de Darwin -no el de las divulgaciones superficiales, sino el de su segundo libro sobre The descent of man- que ¨²nicamente hay evoluci¨®n positiva si nos unimos para luchar contra las inclemencias de la naturaleza. La evoluci¨®n humana la produce socialmente la ayuda mutua, como demuestran hoy, cient¨ªficamente, los antrop¨®logos como A. Montag¨² y bi¨®logos como Dobzhansky.
3. La paz es necesaria para convivir. Y cuando no se realiza, deben estar las Naciones Unidas dispuestas a frenar el ejercicio de la violencia injusta. Esperar a que las cosas se arreglen con el tiempo es una hipocres¨ªa. Todos somos responsables de todos, y hay que estar dispuestos a evitar mayores males por nuestra tardanza e incuria, como ha ocurrido en la antigua Yugoslavia, en la cual la pol¨ªtica de los pa?os calientes ha producido mayores males que bienes. La paz ante todo; pero la que exige de todos la tranquilidad en el orden y la convivencia sin discriminaciones.
4. La violencia no s¨®lo se ejerce con los dem¨¢s humanos, sino con toda la naturaleza, si no se la respeta. Y el resultado es no s¨®lo malo para el mundo animado e inanimado, sino que repercute sobre lo humano, porque todo est¨¢ unido entre s¨ª por lazos ocultos. La antigua sabidur¨ªa tao¨ªsta y budista lo descubri¨® hace siglos, pero hoy lo ense?a nuestra filosof¨ªa m¨¢s actual por boca de K. Zubiri, que pensaba que la realidad est¨¢ tan unida y relacionada que es sintaxis. Ecolog¨ªa natural y humana, lucha contra la contaminaci¨®n, la poluci¨®n y el abuso de materias primas. Pero no solamente poluci¨®n f¨ªsica; sino su base, que es la poluci¨®n mental, que hoy nos avasalla a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n social, de la ense?anza usual en Occidente, de la propaganda envolvente o las costumbres.
5. Y reconocer, en la pr¨¢ctica, que no hay seres humanos de distinta categor¨ªa; que todos somos sustancialmente iguales, y tenemos los mismos derechos y dignidad, seamos de distinto color, raza o condici¨®n moral. Hemos de respetar hasta al presunto delincuente, igual que al que se demuestra que lo es, cosa que se olvida en el Tercer Mundo, y tambi¨¦n entre nosotros. Ni xenofobia, ni barreras que cierren los pa¨ªses a cal y canto para resguardar nuestro ego¨ªsmo colectivo.
6. Contemplar las cosas negativas que nos ocurren -corrupci¨®n, por ejemplo- haciendo un examen de conciencia personal que nos llevar¨¢ a la consideraci¨®n de que hemos perdido aquella ¨¦tica c¨ªvica, que deb¨ªa ser asignatura pendiente a. todos los niveles; la que nos ense?aron en Espa?a personajes como el gran educador Francisco Giner de los R¨ªos, el humanista Fernando de los R¨ªos o el profesor de instituto Verdes Montenegro. Y hablar de ello sin temor ni falsa hipocres¨ªa.
7. Y aplicar todo ello a nuestra conducta profesional, social, econ¨®mica o religiosa, sin considerar al otro como culpable y yo considerarme el puro.
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