Un terrorista con protectores bien situados
El interrogante que ha rodeado hasta ahora la figura de Ilich Ram¨ªrez S¨¢nchez, alias Carlos, alias El Chacal, se centra en si ha sido un instrumento de uno o varios poderes mundiales o un diletante armado que ha trabajado para el mejor postor, cambiando de bando cuando sus patrocinadores se convert¨ªan en amenazas o cuando sus veleidades pol¨ªticas no coincid¨ªan con las de quienes le brindaban apoyo.La respuesta est¨¢ probablemente a medio camino entre ambas posibilidades y el hecho es que Carlos ha disfrutado, casi hasta el momento de su detenci¨®n, de una impresionante lista de protectores bien situados.
En primer lugar est¨¢n los protectores ¨¢rabes. Parece probado que, en fases diferentes de su ejecutoria de terror, Carlos goz¨® de asilo, financiaci¨®n y asistencia t¨¦cnica de dirigentes ¨¢rabes tan distintos como el argelino Huari Bumedi¨¢n y su ministro de Asuntos Exteriores, Abdelaziz Buteflika; el suryemen¨ª Salem Rubayya Al¨ª; el iraqu¨ª Sadam Hussein; el libio Muanimar Gaddafi; y el sirio Hafez el Assad, que le brind¨® refugio hasta hace poco en Damasco.
Pa¨ªses occidentales
Uno de los mayores secretos de la carrera de Carlos se refiere a sus relaciones con pa¨ªses y grupos econ¨®micos occidentales. Es posible que, en alg¨²n momento de los a?os setenta, el terrorista tuviese pactos con determinados gobiernos que permit¨ªan sus movimientos a cambio de no sufrir atentados en sus territorios. Tambi¨¦n se ha apuntado que Carlos y su grupo recibieron millones de d¨®lares de compa?¨ªas aseguradoras y l¨ªneas a¨¦reas que trataban de prevenir atentados.
De esa ¨¦poca datan tambi¨¦n sus contactos con organizaciones terroristas de todo el mundo, desde el Ej¨¦rcito Republicano Irland¨¦s (IRA) hasta la Fracci¨®n del Ej¨¦rcito Rojo alem¨¢n (RAF); desde el Ej¨¦rcito Rojo japon¨¦s hasta ETA pol¨ªtico-militar, organizaci¨®n con la que Carlos intercambi¨® asesoramiento t¨¦cnico y contactos internacionales por armas y explosivos.
A partir de finales de los setenta, los principales valedores de Carlos fueron dirigentes del Este de Europa. Pese a la antipat¨ªa que siempre mostraron los sovi¨¦ticos hacia el terrorista venezolano, Carlos se revel¨® ¨²til para dictadores como Nicolae Ceaucescu, de Rumania; Janos K¨¢dar, de Hungr¨ªa; Todor Zhivkov, de Bulgaria; Gustav H¨²sak, de Checoslovaquia; el mariscal Tito de Yugoslavia; y Erich Honecker, de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana. Incluso el tirano alban¨¦s, Enver Hoxha, prest¨® su apoyo al legendario terrorista.
En el apogeo de su carrera, Carlos dispuso de pisos francos, dep¨®sitos de armas y libertad de tr¨¢nsito en Budapest (Hungr¨ªa), Sof¨ªa (Bulgaria), Praga (Rep¨²blica Checa), Berl¨ªn Este (Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana) y Be1grado (Serbia). La muerte de Tito le cerr¨® las puertas de Yugoslavia y la desaparici¨®n de los reg¨ªmenes comunistas del Este de Europa acab¨® con sus santuarios.
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