Regreso a la isla del tesoro
Las costas cubanas de los Pinos contienen buena parte de las pistas de la novela de Robert Louis Stevenson
"No hay mejor materia para un sue?o que un mapa". Un buen d¨ªa, justo hace cien a?os, Robert Louis Stevenson decidi¨® morir en los mares del Sur, donde respond¨ªa por Tusitala, el contador de cuentos. Stevenson lleva m¨¢s de un siglo desatando la fantas¨ªa de sus lectores con una isla que algunos juran haber localizado en el Caribe.Para sacar a su hijastro del tedio de una tarde de oto?o, tom¨® unas tizas de colores y empez¨® ¨¢ dibujar un mapa; empez¨® a ponerle nombres como los que lo hab¨ªan fascinado cuando viajaba, con un dedo por un mapa antillano. La isla se empez¨® a poblar de piratas y aventuras, y no le qued¨® m¨¢s remedio que escribir las a la luz del quinqu¨¦ en tantas noches de insomnio como cap¨ªtulos hab¨ªa de tener aquel relato. Su t¨ªtulo fue La isla del tesoro.
-Siempre ha habido piratas y tesoros. Y buscadores de tesoros. Todos esperan descubrir detr¨¢s de un pez globo un arc¨®n semienterrado en la arena.
Martin es un misterioso personaje que un d¨ªa encall¨® en la isla de Pinos, la mayor del archipi¨¦lago de" los Canarreos y la segunda m¨¢s grande de Cuba. Nunca se sabe cu¨¢ndo va a aparecer en la cresta, d¨¦ una ola y cuando va a sumergirse en un vac¨ªo mudo. Habla hipnotizado por los reflejos de oro de su a?ejo.-Lo curioso de esta isla es que la gente no viene S¨®lo a buscar tesoros. De tiempo en tiempo, cae por aqu¨ª alguien que busca la isla del tesoro.
-Stevenson nunca puso un pie en el Caribe.
El escritor escoc¨¦s no se parec¨ªa a Julio Veme, que recorri¨® el mundo sin moverse de la mesa camilla. Adem¨¢s de viajero, Stevenson era un lector voraz de las cr¨®nicas de piratas y exploradores. Muchos de ellos contaron que esta isla hab¨ªa permanecido desierta durante siglos, desde que los indios siboneyes desaparecieron. Los espa?oles estaban demasiado ocupados vigilando los puertos de Cuba y mostraron escaso inter¨¦s en colonizarla; Se convirti¨® en un apeadero, frecuentado por piratas, bucaneros y filibusteros.
Stevenson deb¨ªa saberlo," y el mapa que inspir¨® su primera novela tiene un parecido m¨¢s que sospechoso con el perfil de isla de Pinos que dibuj¨® Juan de Tirry a finales del siglo XVIII, ¨¦poca en la que la cartograf¨ªa ten¨ªa tanto de cient¨ªfico como la, alquimia, Los cart¨®grafos tambi¨¦n crispaban a los marinos por situar islas salvadoras donde no hab¨ªa sino oc¨¦ano.
-Son las llamadas islas del cart¨®grafo: las inventaban en los mapas para dedic¨¢rselas a sus amantes.
-Todos los mares tienen su isla del tesoro. ?Por qu¨¦ se supone que la inspiradora est¨¢ en el Caribe?
-Porque Stevenson sab¨ªa exprimir bien cualquier dato para sacarle la pulpa literaria. En la novela no pasa nada desde que zarpan de Inglaterra hasta que llegan a la isla. Y un escritor con olfato jam¨¢s habr¨ªa desaprovechado las fiestas de paso del Ecuador y, menos a¨²n, una buena tormenta: para llejar al Pac¨ªfico o al Indico no quedaba m¨¢s remedio que bordear el, cabo de Hornos o el de Buena Esperanza. Stevenson dej¨® pistas hasta con sus silencios.
En su famoso mapa no aparecen las coordenadas de la isla, y una nota advierte "latitud y longitud suprimidas por Jim Hawkins". Pero una nota que Jim encuentra en el cofre del muerto sit¨²a la isla a la altura de Caracas y se?ala un punto: 62? 17'20" y 19?2'40". ??Agua!! All¨ª s¨®lo hay tiburones. Pero 60 millas al nor-nor-este, en las islas V¨ªrgenes Brit¨¢nicas, est¨¢ Norman Island.
-Llevan toda la vida diciendo que esa es la isla y explotandola historia de que a principios de siglo un franc¨¦s encontr¨® un tesoro. All¨ª s¨ª que hay tiburones: una de esas inmobiliarias empe?adas en convertir este mar en un, resorte para ricos puso Norman Island en venta.
-?Y cu¨¢les son los m¨¦ritos de isla de- Pinos?
-Al descubrir la isla, en el libro se habla de "bosques de olor pardo que cubr¨ªan una gran parte de la superficie" y del "fresco olor de los pinos", una especie que no se da de forma silvestre en las regiones m¨¢s meridionales de las Antillas y, obviamente, s¨ª en isla de Pinos. Tambi¨¦n describe unas abruptas monta?as con la cima conica, como las de aqu¨ª... Luego est¨¢n los personajes.
-?Qu¨¦ les pasa?
-El chito que despu¨¦s cuenta la historia. se llama Jim Hawkins, otro se llamaTom Morgan. Hawkins y Morgan eran dos de los piratas m¨¢s reputados de estos mares:.. Esperen un momento: ?Otros roncitos!
El servicio es aqu¨ª como en el resto de Cuba: veloz como una pel¨ªcula de Bergman. Martin aprovecha la demora del camarero para hacer una pausa dram¨¢tica y clavar una mirada perpleja, casi' desconsoladora, en el fondo del vaso. Cuando el chorro de a?ejo lo enturbia, vuelve en s¨ª y saca un mugriento mapa del bolsillo trasero del pantal¨®n.
-Si se fijan en los top¨®nimos de isla de Pinos es como si estuvieran repasando una vieja edici¨®n del Qui¨¦n es qui¨¦n de la pirater¨ªa. Miren, esta zona se llama El Olon¨¦s; ¨¦sta es la Ci¨¦naga de Drake, que, por cierto, era sobrino de Hawkins; la Punta del Franc¨¦s es un homenaje al primer Patapalo; y la Caleta de Agust¨ªn Jol en realidad se refiere a Comel¨ªs Comeliszoon Jol, un holand¨¦s, el segundo Patapalo, obstinado en perseguir la flota de la plata espa?ola. El sue?o de cualquier pirata, que s¨®lo alcanz¨® Pieter Heyn, un asiduo de esta isla. Se labr¨® un buen retiro en Holanda con los 11 millones de florines del bot¨ªn.
Francis Drake, raro ejemplar de pirata ilustrado, escribi¨® abundantemente sobre esta isla y la ci¨¦naga que lleva su nombre, una minestrone de cocodrilos, recuerda la que en la novela divide la isla en dos. A Henry Morgan se le conoce como "el m¨¢s grande de los filibusteros", una ¨¦lite de la pirater¨ªa que se caracterizaba por no respetar nada que flotara en el mar ni nada que oliera a oro. Redujo Panam¨¢ a un mont¨®n de escombros, y la corona brit¨¢nica lo premi¨® nombr¨¢ndole gobernador de Jamaica.
-Aunque, al lado del Olon¨¦s, Morgan podr¨ªa haber pasado por la madre Teresa de Calcuta.
El Olon¨¦s ten¨ªa una gran habilidad para hacer que sus prisioneros confesaran el escondrijo de su bot¨ªn: eleg¨ªa a uno de ellos y poco a poco, con su alfanje lo convert¨ªa, en picadillo. En cierta ocasi¨®n fue m¨¢s lejos, abri¨® en canal a un espa?ol, le arranc¨® el coraz¨®n y se lo comi¨® delante de sus compa?eros. Pero el Olon¨¦s recibi¨® su merecido. Los indios, que no soportaban tanta crueldad, lo asaron vivo, a fuego lento, y luego esparcieron sus cenizas al viento, seg¨²n cuenta el pirata-cronista Exquemeling, "para que no quedara memoria de tan infame humano".
Hace ya un buen rato que el sol termin¨® de. siluetear los cocoteros de la playa. La arena de Bibijagua, negra, absorbe el reflejo de la luna y apenas devuelve un fulgor inquietante.
-Vamos a guarachear que hoy nos espera tremenda noche. ?No les interesa comprarle unos collares de coral negro a Papito?
Los colgantes apenas se destacan sobre la piel del tal Papito, un buzo que suele sumergirse a 80. metros para quitarle arrugas al fondo del mar. Es instructor de submarinismo en el hotel Colony y todo un personaje en Nueva Gerona, la capital que, con sus 30.000 almas, se lleva la mitad de la poblaci¨®n de la isla.
-Hay que saber arrancar los corales para no estropearlos. Si no les interesan, como ustedes son mis yuntas, en la fiesta les presento a un par de mulatas que se derriten de sabrosura... 0 ma?ana madrugamos y les llevo a buscar el tesoro del Olon¨¦s.
-No creemos en tesoros escondidos.
En 1978, Castro decidi¨® sacar la isla del olvido, rebautizarla como isla de la Juventud y convertirla en un monumento al internacionalismo proletario. Estudiantes de todo el mundo cursan veterinaria, agronom¨ªa, pedagog¨ªa y trabajan en el campo. Todo el norte se ha convertido en un mon¨®tono mar de c¨ªtricos jaspeado de peque?os embalses. Anualmente se celebra un carnaval en el que se rinde tributo a la toronja (el pomelo) con un ponche rebosante de ron y sin rastro de pomelo. Este a?o, la excusa para fiestear es el quinto centenario del descubrimiento de la isla por Col¨®n, que en su segundo viaje la llam¨® Evangelista.
La fiesta parece un congreso de extras y figurantes de Hollywood. Piratas, c¨®mo no, con guacamayos pineros, en trance de extinci¨®n; descendientes de emigrantes de las islas Caim¨¢n, que a principios de siglo fundaron Jacksonville en Caleta Cocodrilo, tal vez por morri?a; coreanos de uniforme caqui que ondean banderas rojas mientras cantan loas a Kim Il Sung y a su heredero, Kim Jong II, y luego bailan cha-cha-ch¨¢; saharahuis con panderos que invitan a tomar t¨¦ moro en su jaima; angole?os que est¨¢n en la bosa negra: venden cohibas de segunda y Habana Club de estraperlo; japoneses, descendientes de los que se instalaron all¨ª antes de la II Guerra Mundial, vendiendo sand¨ªas; zimbabuanos que se entregan al frenes¨ª del sucusucu, el ritmo pionero por excelencia; o turistas cocidos en aceite de coco.
Nada en ese momento se parece a lo que el peri¨®dico ofical Granma ha llamado "un hervidero de actividad creadora y un baluarte de patri¨®tica intransigencia". Papito, que podr¨ªa ser guardaespaldas de Schwarzenegger, brinda con Martin, que liquida su en¨¦simo a?ejo de un trago. Chocan con nosotros los vasos de ron t¨ªpicos de la isla: un pirata regordete con parche al ojo y pata de palo. Y Martin reflexiona envuelto en una nube et¨ªlica:
-Stevenson s¨ª que era tremendo pirata. Demostr¨® que era un babbaro porque su novela es una de esas obras maestras en la que casi nada es original. Lo que pasa es que supo recoger un mont¨®n de historias, pasarlas por el filtro del genio y destilarlas como literatura. Eso es lo que hay que hacer con esta isla.
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