Una granja diminuta
Una familia francesa recorre Espa?a exhibiendo toros, caballos, cerdos y gallinas que oscilan entre los 10 y los 80 cent¨ªmetros de altura
An¨ªbal es un toro negro de cinco a?os de edad, pero s¨®lo mide 80 cent¨ªmetros de altura. Marguerite es una vaca, pero su testuz apenas levanta m¨¢s all¨¢ de la rodilla de una persona. Hay tambi¨¦n un burro que no supera los 70 cent¨ªmetros y un caballo que no rebasa los 60 cent¨ªmetros. Y as¨ª hasta 80 ejemplares de animales vivos y reales, todos ellos diminutos, de hasta diez especies distintas, las m¨¢s comunes en una explotaci¨®n agr¨ªcola. Este tan peculiar y sorprendente muestrario de animales min¨²sculos constituyen la granja itinerante de Monique Durand y sus siete hijos.En media docena de carromatos esta familia francesa y su ins¨®lita caba?a ganadera recorren Espa?a desde el pasado mes de marzo. Ahora est¨¢n en Asturias. All¨ª donde llegan, instalan una carpa bajo la que se despliega esta granja singular, donde conviven los mam¨ªferos m¨¢s diversos con las. aves de corral. Pero todos ellos, salvo ocas y pavos, presentan proporciones inferiores a la cuarta parte de lo que les corresponder¨ªa seg¨²n los normales designios de la naturaleza. Las gallinas no superan los diez cent¨ªmetros y los cerdos adultos parecen cachorrillos.
Moniqu¨¦ Durand, la propietaria, asegura que no hay trampa ni cart¨®n, y que ello ha sido posible sin alterar el orden natural ni los cauces de la gen¨¦tica con manipulaci¨®n alguna. Basta, dice, la paciencia para lograr seres vivos ¨ªnfimos: "Es el producto de 26 ¨® 27 a?os de trabajo. Seleccionamos un ejemplar de poca estatura y lo cruzamos con otro tambi¨¦n peque?o. As¨ª vamos consiguiendo generaciones cada vez m¨¢s peque?as".
S¨®lo con los pavos y, las ocas el m¨¦todo no ha dado resultado. No explica las razones. Esos ejemplares son de tama?o com¨²n y con ellos viajan tambi¨¦n un caballo y una yegua de tallas convencionales p ara que los espectadores aprecien hasta qu¨¦ extremo es posible empeque?ecer la naturaleza.
Mientras habla, unos cerdos infinitesimales acuden raudos en busca de caricias y tambi¨¦n lo hace An¨ªbal, el toro; una cabra reducida, un asno abreviado y una yegua joven que no supera la magnitud de un caballo de cart¨®n, y que relincha apenas se acerca la propietaria y cuidadora, quien no oculta su debilidad por este ejemplar.
"Yo soy feliz. Amo este traba jo. Y mis siete hijos, uno de ellos adoptado, tambi¨¦n. Nos gustan los animales y la vida en los re molques", asegura Monique, que se inici¨® en la vida errante, de feria en feria, hace 32 a?os, cuando contrajo matrimonio. Su marido, fallecido hace cinco a?os, ya se dedicaba a vivir en caravanas, de pueblo en pueblo, y de pa¨ªs en pa¨ªs, con una exposici¨®n de animales de tama?o normal.
Los hijos de Monique nacieron entre los animales y asegura que los conocen tan bien o mejor que los veterinarios. Sus siete cu?ados viven de negocios similares y recorren distintos pa¨ªses europeos, tambi¨¦n con ejemplares min¨²sculos de especies comunes. Nunca han tenido problemas, asegura, ni con las autoridades ni con las organizaciones ecologistas. "Hemos recorrido durante seis a?os Francia, luego estuvimos, dos a?os en B¨¦lgica, uno en Alemania, seis m eses en Luxemburgo, un mes en M¨®naco y un a?o en Holanda. En Espa?a es peramos estar m¨¢s de seis a?os".
Monique Durand asegura que sus animales procrean con normalidad y que no reciben un trato diferenciado del que necesita cualquier ejemplar de talla com¨²n. "Al contrario, son m¨¢s fuertes que los grandes y viven, por lo com¨²n, diez a?os m¨¢s que ellos. Apenas pesan, comen, cuanto necesitan y no trabajan". Su salud es de hierro.
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