Una elecci¨®n decisiva
En el centro mismo de la elecci¨®n mexicana del 21 de agosto est¨¢ una sola palabra: credibilidad.Durante 66 a?os, el Partido Revolucionario Institucional, con sus siglas sucesivas de PNR, PRM y PRI, ha sido la iglesia pol¨ªtica de la Revoluci¨®n Mexicana, y las revoluciones, ya lo sabemos, generan su propia legalidad. Jam¨¢s ha perdido una elecci¨®n presidencial y, hasta hace muy poco, ninguna gubernatura estatal. Controla ambas c¨¢maras y, sobre todo, es un partido controlado, en la c¨²spide, por la autoridad presidencial y, en una muy oscura base, por los cacicazgos, jefaturas pol¨ªticas e intereses concretos de los explotadores de las regiones, municipios y comarcas apartadas del pa¨ªs.
No es aceptable comparar la larga duraci¨®n del PRI en el poder con el caso de los socialdem¨®cratas suecos o los liberales japoneses. Ni en Estocolmo ni en Tokio se acus¨® jam¨¢s a esos partidos de mantenerse en el poder mediante el fraude. El sistema mexicano se ha parecido, m¨¢s bien, a otros sistemas de partidos de Estado: la Uni¨®n Sovi¨¦tica y la Espa?a franquista. En Mosc¨², la desintegraci¨®n del partido coincidi¨® con la desintegraci¨®n de un imperio. Pero en Madrid la transici¨®n a la democracia fue posible gracias a la voluntad y a la inteligencia de los actores pol¨ªticos, de la derecha a la izquierda, con el rey Juan Carlos como fiel de la balanza.
Sin embargo, la situaci¨®n espa?ola en 1975 no era muy distinta de la mexicana en 1994. En resumidas cuentas, se trata de una honda divergencia entre las realidades econ¨®micas, sociales y culturales y las pr¨¢cticas pol¨ªticas. ?stas, en la Espa?a de Franco o en el M¨¦xico del PRI, ya no son representativas de aqu¨¦llas.
Y no porque M¨¦xico sea un pa¨ªs plenamente moderno, sino porque la naci¨®n y la cultura son tan variadas, tan plurales, tan antiguas y tan nuevas en su econom¨ªa, su cultura, su relaci¨®n social, que el PRI, si alguna vez fue creado para imponer orden y concierto a la anarqu¨ªa militar posrevolucionaria, hoy ya no puede justificarse imponiendo unidad monol¨ªtica al pa¨ªs creado, en gran medida, por las instituciones revolucionarias.
M¨¦xico posee una cultura vigorosa y continua. Esa cultura carece hoy de correspondencia pol¨ªtica. Esta s¨®lo se la puede otorgar la democracia, a la vez pluralista e integradora. La operaci¨®n legitimante mediante la cual el partido oficial se presentaba a s¨ª mismo como una entidad inseparable de la naci¨®n y del Estado, se ha vuelto insostenible. Hoy, los mexicanos sabemos que la naci¨®n es m¨¢s que el Estado: es la cultura. Sabemos que el Estado es m¨¢s que el partido: es el proyecto del bien com¨²n. Y sabemos que el partido es menos que todo: es, o debe ser, como su nombre lo indica, una parte. En el centro de la elecci¨®n mexicana est¨¢ este prop¨®sito: separar a la naci¨®n y al Estado del partido, para que florezcan la identidad de la naci¨®n y su cultura.
Estamos ante un choque de proyectos: el democr¨¢tico y el autoritario. La justificaci¨®n del sistema presidencial PRI-Gobierno ha sido: la democracia es lenta, el autoritarismo es r¨¢pido. No es f¨¢cil cambiar una cultura autoritaria. S¨ª es bueno insistir en que M¨¦xico, igual que otro pa¨ªs de tradici¨®n autoritaria, Espa?a, tiene su propia vocaci¨®n democr¨¢tica. Esta proviene de tradiciones comunitarias ind¨ªgenas, de leyes humanitarias de la Corona espa?ola. Proviene, sobre todo, de las luchas sociales constantes del pueblo mexicano, luchas ininterrumpidas desde la ¨¦poca colonial: por la tierra, por el trabajo, por la justicia.
En la elecci¨®n de hoy, M¨¦xico se encuentra con el mejor sistema electoral de su historia. Hay que abonar favorablemente la independencia de las autoridades electorales, la respetabilidad y credibilidad de los consejos ciudadanos, la transparencia f¨ªsica de las urnas, el hecho mismo de poder votar secretamente, detr¨¢s de cortinas. Aunque no se compactaron las casillas para asegurar mejor vigilancia, s¨ª se alienta el voto ciudadano gracias a la accesibilidad de los lugares de votaci¨®n. Y donde ¨¦stos son lejanos e inaccesibles, ojal¨¢ funcione el fideicomiso para asegurar la presencia de observadores y representantes de la oposici¨®n.
La coincidencia de las Estas y las credenciales electorales satisface a algunos, no satisface a otros. Quiz¨¢ se perdi¨® la oportunidad de exhibir p¨²blicamente las listas. A estas alturas, no se puede enjuiciar el padr¨®n: hay que ponerlo a prueba o retirarse de la contienda. Un electorado alerta debe registrar las irregularidades que se den el d¨ªa mismo de la elecci¨®n. Y a partir de la prueba electoral, el padr¨®n puede ser revisado diferidamente. La ciudadan¨ªa espera un conteo r¨¢pido, el anuncio de los resultados el d¨ªa mismo de la elecci¨®n y un claro dictamen del Instituto Federal Electoral sobre la confiabilidad de las elecciones, antes y despu¨¦s de ¨¦stas.
?stas son ganancias. Otras victorias no se obtuvieron. La inequidad priv¨® en los medios electr¨®nicos: seis a uno a favor del PRI. Los l¨ªmites a los gastos electorales no funcionaron equitativamente: el PRI solo, gast¨® m¨¢s que todos los dem¨¢s partidos juntos. Hubo presi¨®n empresarial. Hubo presi¨®n de los gobernadores. La hubo, sin duda, de los peque?os explotadores y caciques.
Aun as¨ª, las manifestaciones favorables a la oposici¨®n (de izquierda: PRD, Partido de la Revoluci¨®n Democr¨¢tica y su candidato Cuauht¨¦moc C¨¢rdenas; de derecha: PAN, Partido de Acci¨®n Nacional y su candidato Diego Fern¨¢ndez de Cevallos) son las m¨¢s grandes de nuestra historia pol¨ªtica. Tan grandes, que hacen Incre¨ªbles los sondeos que le dan al PRI hasta 461/6 del voto, contra 26% del PAN y 8% apenas del PRD. Es cierto: nos falta cultura electoral, la gente es cautelosa, nadie dice su verdadera intenci¨®n, y la suma de intenciones permanece oculta para las encuestas.
Pero, hay algo m¨¢s. Las manifestaciones de la oposici¨®n son motivadas. Las del PRI no pueden serlo: ese partido no tiene vocaci¨®n de lucha, sino de acarreo y acomodo; no explota la fe, sino el medio. Nuestro drama es ¨¦ste: la incredibilidad electoral es, en gran medida, la incredibilidad del PRI. El c¨²mulo de fraudes, intransigencias e impunidades que han marcado sus 66 a?os de poder, le van a ser cobrados, tarde o temprano, al partido oficial. Existe en su contra una presunci¨®n juris tantum al PRI se le considera fraudulento, salvo prueba en contrario. Es el Jorge Negrete de los partidos pol¨ªticos. Lleva seis d¨¦cadas entrando a las cantinas, precedido por el Tr¨ªo Calaveras y cantando Jalisco nunca pierde, y cuando pierde, arrebata.
Hoy, podemos ver que el PRI ha sido y es una tragedia para la democracia en M¨¦xico y una tragedia para s¨ª mismo. Porque es tr¨¢gico, y hasta perverso, que un partido como el PRI pueda ganar leg¨ªtimamente una elecci¨®n y que, sin embargo, nadie est¨¦ dispuesto a cre¨¦rselo. ?El PRI s¨®lo puede demostrar que es democr¨¢tico perdiendo una elecci¨®n? Basta preguntarse esto para admitir que lo antidemocr¨¢tico es negar, a priori, que el PRI pueda ganar limpiamente una elecci¨®n.
?Ah!, pero el pa¨ªs est¨¢ tan dolido, tan ardido, tan desconfiado, que acaso s¨®lo la derrota del PRI y la alternancia en el poder lo satisfagan. Yo quisiera, en efecto, que la oposici¨®n ganara la elecci¨®n en M¨¦xico. Con todos los riesgos que entra?a, me parece m¨¢s peligrosa, de aqu¨ª al a?o 2000, la perpetuaci¨®n del PRI que la oposici¨®n en el poder. C¨¢rdenas o Fern¨¢ndez; de Cevallos pueden echar mano, al cabo, de los mismos cuadros t¨¦cnicos que Zedillo. Acaso pueden establecer administraciones m¨¢s amplias y representativas que las del PRI actual. Y los empresarios y funcionarios, superado el p¨¢nico inicial, se acomodar¨ªan a las vicisitudes de la vida: siempre se puede negociar con el poder.
Un vistazo de buena fe sobre el pa¨ªs indicar¨ªa, m¨¢s bien, que por una vez la realidad y la idealidad pueden coincidir. A ojo de buen cubero, se dir¨ªa que las manifestaciones p¨²blicas, la opini¨®n y hasta la intenci¨®n oculta, le dar¨¢n a cada partido porcentajes parecidos, entre 35% y 40%.-Nada cuadrar¨ªa mejor al tr¨¢nsito democr¨¢tico del pa¨ªs. Un resultado re?ido pero cre¨ªble, podr¨ªa dejar contentos a todos, y alentar a todos a continuar la tarea de construir una democracia mexicana. En estas circunstan-
Pasa a la p¨¢gina siguiente
Una elecci¨®n decisiva
Viene de la p¨¢gina anteriorcias, lo incre¨ªble no ser¨ªa la elecci¨®n. Lo incre¨ªble ser¨ªa la violencia poselectoral. En la medida en que el pluralismo prive en las c¨¢maras, gubernaturas, legislaturas locales y. municipios, el camino de la democracia y la paz se ensanchar¨ªa.
Lo que debe quedar claro es que gane quien gane, PRI, PAN o PRD, los avances democr¨¢ticos de M¨¦xico no son consecuciones gratuitas. Los han ganado, en el tiempo hist¨®rico, las luchas sociales del pueblo mexicano, y en el tiempo m¨¢s pr¨®ximo, la voluntad democr¨¢tica que el Partido de Acci¨®n Nacional ha demostrado durante medio siglo, y la n¨®mina de muertos que su militancia le ha dado al Partido de Revoluci¨®n Democr¨¢tica en este sexenio.
Sea cual sea el resultado de la elecci¨®n, M¨¦xico no tiene m¨¢s camino que hacer valer sus derechos pac¨ªficamente y continuar su lucha por la democracia gane quien gane. Pues ni Zedillo, ni Cuauht¨¦moc ni Diego, son m¨¢s que episodios de un evento electoral. La democracia es un proceso que incluye ese evento, pero que depende, para crear una cultura, de muchas otras cosas: federalismo, separaci¨®n de podes, l¨ªmites al presidencialismo, independencia y responsabilidad de la importaci¨®n de justicia, libertad municipal...
Pongamos a prueba lo que hemos conseguido. Y al d¨ªa siguiente de la elecci¨®n, juzguemosla con mentes alertas. El fraude hay que denunciarlo; las metas hay que proseguirlas. La. democracia ser¨¢ hoy puesta a prueba, pero no terminar¨¢ ni empezar¨¢ hoy. Mucho se ha obtenido. Hay que obtener m¨¢s. Hay que, agotar las v¨ªas legales. y los procedimientos pac¨ªficos, y cuando ¨¦stos se agoten, hay que duplicar la imaginaci¨®n y el esfuerzo para abrir nuevos caminos. Que no nos derrote la rabia, la violencia, el encono. ?sta ser¨ªa la victoria real del PRI dinos¨¢urico. El destino del partido oficial es dejar de serlo y convertirse en partido a secas, de centro, persuasivo, democr¨¢tico, dialogante. Lo demostrar¨¢ con los hechos o no lo demostrar¨¢. Si no lo demuestra, cavar¨¢ su propia tumba.
Porque por delante de los partidos, m¨¢s all¨¢ de las elecciones, lo que se mueve en M¨¦xico es la sociedad civil, sus diversos estamentos, su problem¨¢tica cultural y econ¨®mica, a veces coincidente tem¨¢ticamente a pesar de las diferencias de clase, a veces concentrada en los agravios de la clase despose¨ªda y ultrajada. Pero la novedad es ¨¦sta: la sociedad mexicana se le ha adelantado a los partidos y al Gobierno. Lo menos que pueden hacer ¨¦stos es respetar la voluntad de la sociedad cuando, hoy, se manifieste en las urnas.
es escritor mexicano, premio Pr¨ªncipe de Asturias de las Letras 1994.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.