La toma de la Alcazaba
Cuatro horas de duraci¨®n en condiciones no precisamente id¨®neas de comodidad e incluso seguridad, acabaron convirtiendo en protagonista principal a la afici¨®n almeriense y forastera, que tom¨® y ocup¨® literalmente el imponente recinto ¨¢rabe. A excepci¨®n de la actuaci¨®n de una bailaora local semidesconocida, que tardar¨¢ probablemente en salir del anonimato, el cartel es taba compuesto por algunas de las figuras m¨¢s se?aladas del fla rnenco actual: tres, guitarristas, dos fuera de serie, y cuatro can taores de los m¨¢s cotizados del momento en el ¨¢mbito de los grandes festivales.La mitad de los nombres programados hubiera bastado para conseguir el lleno perseguido por los organizadores: el total de ellos roz¨® la desmesura y puso en peligro los tambi¨¦n buscados fines art¨ªsticos. El Cabrero, Rancapino, Pansequito y Merc¨¦ -en orden de aparici¨®n- han demostrado sobradamente sus respectivas val¨ªas; posee un p¨²blico numeroso, a menudo incondicional y fiel, aunque compatible y sin escatimar el aplauso para el resto de los artistas.
Festival de Almer¨ªa
Cante: El Cabrero, Rancapino, Pansequito y Jos¨¦ Merc¨¦. Toque: Juan Habichuela, Paco del Gastor y Tomatito. Baile: Carmen Vergel y su grupo. La Alcazaba. 22 de agosto.
Jos¨¦ Dom¨ªnguez, El Cabrero, abri¨® el fuego de la noche. Hizo su repertorio por soleares, buler¨ªas acupletadas, siguirillas y fandangos con la voz algo rozada y en el soporte habitual de sus letras que rezuman irredentismo andaluz, denuncia social y sencilla poes¨ªa popular: ? 'Tuando digo la verdad / dicen que meto la pata / eso lo dir¨¢n las ratas / con tanto deambular / metidas en las cloacas", a las que a?adi¨® extravagantemente un hermoso soneto de Jorge Luis Borges La lluvia sucede en el pasado, que meti¨® forzadamente por buler¨ªas y auxiliado por la guitarra de su inseparable Paco del Gastor. Curiosamente, fueron muy aplaudidos.
Pansequito goz¨® del mejor momento del festival. Cerrando la primera parte ante un auditorio a¨²n despejado, el cantaor del Puerto de Santa Mar¨ªa, pudo brindar una lecci¨®n de su mejor escuela, en la que sabe aliar una gran t¨¦cnica y conocimiento con una buena dosis de inspiraci¨®n y jondura, hasta en aquellos cantes con coplas de autor no siempre de alto valor literario. Anteriormente escuchamos con gusto a Rancapino, Alonso N¨²?ez, en sus momentos m¨¢s l¨²cidos por. alegr¨ªas y buler¨ªas de C¨¢diz y Alcal¨¢, y menos en esos otros palos en que puso demasiado coraz¨®n por soleares o fandangos.
Finalmente. apareci¨® Jos¨¦ Merc¨¦ soberbio de facultades, tal como es su costumbre, con malague?as, fandangos, siguirillas y buler¨ªas; pero la larga velada hab¨ªa ahuyentado al duende,. salvo en los tangos finales en que se gust¨®, con el no menos soberbio toque de Tomatito. ?ste y el maestro Juan Habichuela marcaron el contrapunto perfecto de dos estilos de acompa?amiento, moderno y cl¨¢sico.
Babelia
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