Para moderno, yo
Es curioso constatar c¨®mo se originan las modas en la sociedad. C¨®mo nacen los distintos grupos de modernos, las diferentes tribus urbanas, cada una con sus normas de vestimenta y sus claves ling¨¹¨ªsticas. Este verano, por ejemplo, vuelven a hacer furor los a?os sesenta: la m¨²sica, los s¨ªmbolos, la ropa. Los movimientos van surgiendo c¨ªclicamente, una y otra vez, siempre repiti¨¦ndose a s¨ª mismos, siempre un poco diferentes para poder constituir una tribu distinta, siempre con la pretensi¨®n de ser definitivos y rompedores, siempre con la aspiraci¨®n de enterrar a todos los viejos de los movimientos anteriores: para moderno, yo, es el grito de guerra.Pero no hay nadie que pueda durar en la vanguardia urbana m¨¢s de dos o tres a?os. ?sa es la sustancia de cualquier modernidad: que enseguida queda vieja. Llegan despu¨¦s otros adolescentes un poco m¨¢s j¨®venes e imponen otras reglas: ya no se llevan, pongamos, las botas altas Converse, sino las botas bajas Converse (y si las llevas altas, ay, eres una antigualla irremediable), y ya no queda bien o¨ªr a los Pixies, hasta ayer el ¨²ltimo grito del rock alternativo, sino, digamos, a los Breeders. Y en estas necedades se dirimen important¨ªsimas batallas de prestigio personal, la medida de lo que eres, tu lugar en el mundo. Es como pertenecer a una sociedad secreta, hay que saberse bien todas las claves.
Y es que en realidad estas modas son eso, hermandades herm¨¦ticas, sociedades de iniciaci¨®n a la vida para los muy j¨®venes. A los adolescentes les aterra la enormidad del mundo (a los adultos, tambi¨¦n, pero con los a?os nos vamos haciendo nuestro rinc¨®n y acostumbrando al miedo) y por eso cuando se ven obligados a salir al exterior se inventan un mundo propio, peque?o y manejable, en el que protegerse. Un universo microsc¨®pico con unas normas r¨ªgidas y f¨¢ciles que s¨®lo ellos controlan: es tan consolador saber que, por el mero hecho de llevar unas determinadas botas de ca?a baja, ya eres todo un ¨¦xito en la vida... Por no hablar de esa estupenda omnipotencia de estar en el secreto, de saber lo que los dem¨¢s ignoran. La existencia es inabarcable y enigm¨¢tica, pero, gracias al amparo de las normas de su grupo (del juego del moderno), el adolescente se puede enfrentar a tanta oscuridad creyendo que conoce todo lo que merece la pena conocerse.
Yo tambi¨¦n viv¨ª, claro, mi inmersi¨®n en el grupo protector. A m¨ª me toc¨® el hippismo en una tendencia poco florida y m¨¢s bien dura, Hendrix-Led Zeppelin-Dylan-dictadura de Franco. Leo en el ¨²ltimo n¨²mero de Rolling Stone (la revista norteamericana que lleva d¨¦cadas intentando ser la Biblia de la modernidad) una entrevista con los Rolling Stones, que estrenan gira, y noticias de Pink Floyd, de Traffic, de King Crimson, grandes dinosaurios de mi ¨¦poca, h¨¦roes de mi primera adolescencia, ahora cumpliendo todos m¨¢s de cincuenta a?os. Ya digo que se ha vuelto a poner de moda la moda que fue m¨ªa. Y leyendo la revista te das cuenta de que algunos personajes talludos hacen tal esfuerzo por parecer modernos que resultan pat¨¦ticos.
Y es que no se puede ser siempre el m¨¢s moderno. Puedes aspirar a no pararte, a no apoltronarte, a seguir conectado a los movimientos sociales, a incrementar tu cultura, a ser m¨¢s sabio y m¨¢s profundo y a estar atento a la aparici¨®n de los nuevos artistas. Pero no puedes ser la punta de lanza de la moda: eso es cosa de los m¨¢s j¨®venes, es su derecho y su necesidad, es su capacidad, tambi¨¦n, para inventar nuevas frusler¨ªas. Aparte de que seguir obsesionado a los 40 ¨® 50 a?os por la altura exacta de las botas parece un modo muy tonto de ir viviendo.
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