Fin de semana ante la m¨¢scara del horror
Ni las grandes cadenas de comercios, ni los peque?os tenderos est¨¢n dispuestos en Belfast a seguir los pasos de la legislaci¨®n inglesa y abrir en fin de semana. Antes de la seis de la tarde del s¨¢bado, el centro comercial de la capital del Ulster ya est¨¢ desierto. Los cierres de los almacenes y tiendas de ropa, echados; las cafeter¨ªas y los restaurantes de comida r¨¢pida, cerrados a cal y canto. El fin de semana ha comenzado.Una lluvia fina empapa los papeles que se arremolinan en las esquinas de las calles vac¨ªas. La barrera met¨¢lica que abre y cierra el acceso no est¨¢ echada, pero en el gran aparcamiento de taxis que van al gueto cat¨®lico apenas esperan media docena de desvencijados coches.
Paralela a Falls Road, la arteria principal del gran barrio cat¨®lico del Oeste, flanqueada de cementerios, colegios cat¨®licos y alg¨²n que otro gran supermercado, arranca Shankill Road, el reducto protestante m¨¢s famoso de Belfast. Separadas por un muro, ambas calles discurren por un paisaje urbano de los m¨¢s sombr¨ªos que se pueden encontrar en Europa. Shankill Road, cuajada de iglesias protestantes modernas, de ladrillo blanco o rojo, de casitas adosadas todas iguales, con s¨®lo alguna tienda de alquiler de v¨ªdeos o de comida preparada, es la m¨¢s deprimente de las dos. Al atardecer, el fin de semana, se vac¨ªa casi por completo. En los muros ciegos de las casitas adosadas, hay alguna pintada reciente. Los Luchadores por la Libertad del Ulster aceptan ir¨®nicamente la rendici¨®n del IRA.
Shankill Road ha estado cortada toda la ma?ana. Una de las habituales marchas en conmemoraci¨®n de la muerte de un m¨¢rtir de la causa protestante ha desfilado bajo la lluvia. Tambi¨¦n en Falls Road hubo ayer manifestaci¨®n. En una parada de autob¨²s un borracho habla solo.
Bajo la lluvia menuda brilla el letrero de la calle que se abre a la izquierda: Downing Street. As¨ª son los protestantes de Shankill Road, orgullosos ciudadanos brit¨¢nicos. Claro que este Downing Street, apenas una calleja semiasfaltada, repleta de basura, tiene poco que ver con su hom¨®nima en Londres. No hay signos de riqueza en Shankill Road. S¨ª de sordidez y abandono. Un autob¨²s ha aparecido por fin por el fondo de la amplia avenida y el borracho-orador encuentra acomodo en uno de sus asientos. Apenas hay cuatro viajeros, todos con caras circunspectas. Nadie se baja hasta la ¨²ltima parada, en pleno centro de Belfast. Desde ah¨ª, hasta la zona de la universidad el camino es breve, pero divide dos mundos. A lo largo de Queen Victoria Street, empieza a verse algo de animaci¨®n y vida. Dos o tres restaurantes, franceses e italianos, han abierto hace poco. Parejas endomingadas entran en el Roma Antica luciendo una mirada de triunfadores. Acaso la paz sea cierta y Belfast pueda un d¨ªa dejar atr¨¢s la m¨¢scara de horror que lleva puesta.
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