Cuba: las palabras y los hechos
El ministro cubano Robaina parece aceptar la sugerencia de un cambio. Aceptar¨¢ tambi¨¦n las reformas, si quedan a salvo la independencia y la soberan¨ªa de la isla. Pero el resto del discurso pone en guardia contra cualquier optimismo. Ninguna precisi¨®n sobre el contenido pol¨ªtico o econ¨®mico de tales reformas. Y una advertencia que pone las cosas en su sitio y deja claro el objetivo principal de ganar tiempo: "Antes de pensar en cambiar, Cuba ha de pensar en sobrevivir". Como si lo uno no fuera la premisa para lo otro. Resumen: digamos que todo cambie, para que todo siga igual.La novedad de la rueda de prensa residi¨® en el matiz introducido por el ministro espa?ol Javier Solana apuntando a la prioridad de las reformas pol¨ªticas. Hasta ahora, el Gobierno espa?ol se situaba en un terreno de declaraciones generales de simpat¨ªa hacia Cuba, condena del embargo yanqui y profesi¨®n de principio democr¨¢tica, pero con un claro respaldo al proyecto de reformas y, sobre todo, inversiones, patrocinado para Cuba por el ex ministro Solchaga, con un doble eje de introducci¨®n de criterios econ¨®micos, como la fiscalidad, y desarrollo de la inversi¨®n de capitales en el sector tur¨ªstico. Pod¨ªa pensarse que as¨ª tendr¨ªa lugar un remake del milagro espa?ol de los sesenta o del chino de esta ¨²ltima d¨¦cada, como tal vez sue?an los dirigentes castristas. Su f¨®rmula: auge econ¨®mico, poblaci¨®n disciplinada bajo una dictadura nacionalcomunista que compensar¨ªa la sobreexplotaci¨®n salarial de los trabajadores con el mantenimiento del r¨¦gimen asistencial en educaci¨®n y sanidad.
La crisis de los balseros ha demostrado la inviabilidad de tales expectativas. Claro que siempre puede decirse como la diputada de IU se?ora Aguilar que son m¨¢s los que se quedan que los que quieren irse; es el mismo tipo de razonamiento que aplicaba el franquismo a los comunistas encerrados en sus c¨¢rceles. M¨¢s all¨¢ de tales miop¨ªas interesadas, no obstante, la tragedia de las balsas recuerda hasta qu¨¦ punto muchos cubanos experimentan como insoportable su vida en la isla. No sobreviven y resulta c¨ªnico plantear el tema como una cuesti¨®n de vigilancia de costas para Estados Unidos. Desde sus proleg¨®menos en el siglo XIX hasta los vaivenes de Clinton, la pol¨ªtica norteamericana hacia Cuba est¨¢ cargada de responsabilidades negativas, pero ello no autoriza tranquilidad de conciencia alguna a un Gobierno que se cruza de brazos ante el viaje hacia la muerte que emprenden cientos o miles de sus ciudadanos. En este contexto, la creaci¨®n de unas reservas indias a la inversa, donde turistas espa?oles, canadienses o italianos viven en jaulas doradas, de espaldas a, o aprovech¨¢ndose de la miseria circundante, puede enriquecer a unos cuantos bur¨®cratas y dar de comer a los empleados del sector, pero como soluci¨®n no existe. Es m¨¢s, recuerda al pueblo cubano el abismo existente entre su modo de vida y el de los visitantes.
Consecuencias. De uso interno (y con especial referencia a IU): para que Castro hable leg¨ªtimamente como vocero ¨²nico de Cuba o de la gran mayor¨ªa de los cubanos, que pase por las urnas. De cara a Estados Unidos: no es acentuando la miseria de un pueblo como se lo prepara para una normalizaci¨®n democr¨¢tica. Y dejando de hablar para o¨ªdos sordos, dos propuestas concretas. La primera partir¨ªa a reconocer que entre los extremos del aparato castrista y de los sectores revanchistas de Miami existe una base de maniobra pol¨ªtica para impulsar una transici¨®n negociada. Gobiernos como el espa?ol tienen a este respecto una responsabilidad similar a la que asumi¨® el socialdem¨®crata alem¨¢n de cara a nuestra propia transici¨®n. Pero el impulso no puede detenerse en las palabras. Otro tanto ocurre en el terreno de la ayuda humanitaria, hoy dispersa en nuestro pa¨ªs entre m¨²ltiples iniciativas p¨²blicas y privadas, y que nuestro Gobierno podr¨ªa organizar a una escala y con unas garant¨ªas muy superiores a las actuales. Por encima de las valoraciones pol¨ªticas, hay que ayudar al pueblo cubano.
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