La guerrina colombiana, al asalto de la ciudad
Los insurgentes esperan alcanzar una importante representaci¨®nen las elecciones municipales de octubre
Un empleado estatal que hace un mes qued¨® entre los fuegos cruzados de la guerrilla y el Ej¨¦rcito en la regi¨®n del Pie de Monte Llanero, cordillera Oriental Andina, cuenta que una noche que estuvo "retenido, de este lado del r¨ªo, en territorio de la guerrilla" recibi¨® informaci¨®n y boletines en los que se afirma que "ahora la t¨¢ctica guerrillera es aumentar su presencia en las ciudades y propiciar el retorno al campo de los desplazados por la guerra".No parece un plan f¨¢cil de desarrollar, pues, m¨¢s del 70% de los 36 millones de colombianos vive en ciudades y el ¨¦xodo, que se inici¨® a mediados de siglo por una combinaci¨®n de violencia pol¨ªtica y econ¨®mica, que tambi¨¦n es la base de las organizaciones alzadas en armas, persiste.
Lo que s¨ª es evidente es que la guerrilla ejerce un poder real en una parte considerable del territorio. El ministro de Defensa, Fernando Botero, manifest¨® "preocupaci¨®n" porque en los comicios municipales de octubre, con el "plan de control del poder local, el proselitismo armado e intimidaci¨®n a candidatos de los partidos tradicionales", la guerrilla podr¨ªa lograr "presencia importante, sea a trav¨¦s de la elecci¨®n de alcaldes o de concejales propios", en 70 de los 250 municipios que influencia.
Hace medio siglo
En 1952, la revista Time registr¨® el testimonio de un viajero que regresaba de Bogot¨¢ a Nueva York: "La muerte se ha convertido en algo com¨²n en Colombia. Se utilizan las palabras asesinato y crimen con una emoci¨®n no mayor de la que nosotros utilizamos para hablar de fr¨ªjoles, mantequilla y pan". El 10 de septiembre de ese a?o, el diario conservador El Colombiano, de Medell¨ªn editorializ¨®: "Habr¨¢ suficiente odio en Colombia para los pr¨®ximos 150 a?os". Entonces, ¨¦ste era un pa¨ªs rural con 11 millones de habitantes en el que, seg¨²n el historiador Antonio Garc¨ªa, solamente uno de los Ej¨¦rcitos guerrilleros contaba con 40.000 hombres. Eran labriegos liberales expulsados de sus parcelas, resistiendo las atrocidades del r¨¦gimen conservador en la ¨¦poca que eufem¨ªsticamente se llama de La Violencia, que dej¨® un saldo de 200.000 muertos entre 1946 y 1965. La chusma, los bandoleros o los muchachos -denominaciones de la guerrilla, seg¨²n los sentimientos que suscite-, se organiz¨® en autodefensas que, poco a poco, se tornaron comunistas, hasta constituir los n¨²cleos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).A ellas se sumaron en los a?os sesenta, el Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n Nacional (ELN) -uno de cuyos m¨¢ximos comandantes es el ex sacerdote espa?ol Manuel P¨¦rez-, que se benefici¨® del triunfo de la revoluci¨®n cubana, y el Ej¨¦rcito Popular de Liberaci¨®n (EPL), de doctrina mao¨ªsta. La fiebre de irse al monte cundi¨® en medio del fervor del movimiento estudiantil, las luchas campesinas por la toma de tierras y el reanimamiento del sindicalismo decapitado durante La Violencia.
Una d¨¦cada despu¨¦s, con consignas como "la revoluci¨®n es una fiesta" y la teor¨ªa del sancocho nacional, en el que todo el mundo cab¨ªa, irrumpi¨® el Movimiento 19 de Abril (M-19), el primero de origen netamente urbano, aunque despu¨¦s tuvo que replegarse al campo. Tambi¨¦n aparecieron grupos minoritarios y localizados como el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y el indigenista Quintin Lame. Todos estos y el grueso del EPL dejaron las armas y se reincorporaron a la vida civil como consecuencia de un proceso iniciado durante el Gobieno del conservador Belisario Betancur (1982-1986) y seguido, con fallidos acuerdos que dieron paso a la pol¨ªtica de "pulso firme y mano tendida", aplicada por el liberal Virgilio Barco (1986-1990), quien firm¨® la paz con el M-19 y dej¨® abierta la din¨¢mica de negociaci¨®n que C¨¦sar Gaviria (1990-1994) remat¨® en la primera etapa de su Gobierno, para completar unos 5.000 guerrilleros reincorporados a la vida civil entre 1990 y 1991.
Pero en diciembre de 1992 Gaviria dio un viraje y decret¨® "la guerra integral" contra los "perros rabiosos" de la Coordinadora Nacional Guerrillera (CNG) que se constituy¨® en 1987 como organismo de unidad de acci¨®n, en la que ahora confluyen FARC, ELN y un reducto del EPL. El endurecimiento de la pol¨ªtica contrainsurgente se apoy¨® en la caracterizaci¨®n de su ministro de Defensa, Rafael Pardo, para quien la guerrilla "perdi¨® sustancialmente el sentido pol¨ªtico" y aunque cree que la motivaci¨®n ideol¨®gica de sus or¨ªgenes "no est¨¢ totalmente extinguida", tampoco le atribuye la capacidad de desestabilizaci¨®n que, en cambio, s¨ª le reconoci¨®, en su momento, al narcotr¨¢fico a trav¨¦s del cartel de Medellin.
A la orden del d¨ªa
Hoy, 42 a?os despu¨¦s, el testimonio del viajero neoyorquino est¨¢ vigente, violencia se escribe en min¨²sculas y, aunque el dato oficial de insurgentes merm¨® a 10.000 seg¨²n el comandante del Ej¨¦rcito, Hern¨¢n Jos¨¦ Guzm¨¢n, o "a menos de 8.000", seg¨²n el ministro Botero, 40.000 sigue siendo un n¨²mero cabal¨ªstico de la guerra prolongada; esa es la cifra de auxiliadores que le prestan apoyo log¨ªstico a la CNG, de acuerdo con un documento del Departamento Administrativo de Seguriad (DAS-Inteligencia) conocido en julio.Estas cuatro d¨¦cadas de conflicto armado se inscriben en lo que el investigador social, Diego P¨¦rez, describe como un r¨¦gimen democr¨¢tico que combina "legalidad y violencia" para sostener la hegemon¨ªa liberal-conservadora. En los ¨²ltimos a?os a la guerrilla se han sumado m¨¢s de 150 grupos paramilitares, tolerados o alentados desde las comandancias del Ej¨¦rcito, y financiados por terratenientes, ganaderos y narcotraficantes. A estas organizaciones le atribuye la izquierdista Uni¨®n Patri¨®tica la operaci¨®n de exterminio de 2.500 de sus dirigentes y militantes, desde que naci¨® como alianza electoral entre el Partido Comunista y un ala de las FARC.
De tantas balas disparadas desde distintos flancos huyen diariamente 250 campesinos hacia los suburbios de las ciudades donde adolescentes, como Disyanira, desplazada de los Llanos del Casanare, le cuentan a sus vecinas que "es muy f¨¢cil distinguir a los guerrilleros de los soldados: los unos llevan botas de caucho y los otros de cuero".
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