Las bicicletas no son para la carretera
En los tres ¨²ltimos a?os han muerto 395 ciclistas sobre el asfalto. En ese periodo se han vendido m¨¢s de 5,2 millones de bicicletas
Ese objeto de deseo inalcanzable en la infancia de la posguerra parece que hoy est¨¢ completamente satisfecho. La bicicleta forma parte ya del abanico de objetos dom¨¦sticos imprescindibles, como el televisor o el tel¨¦fono. Y si en algunos hogares falta no ser¨¢ por el precio.Su incorporaci¨®n al patrimonio familiar es fruto de una revoluci¨®n desapercibida, lenta, que ha salido a la luz por culpa de unos cuantos aldabonazos dolorosos en la sensibilidad de la gente. El a?o pasado una furgoneta arroll¨® a la mejor promesa del ciclismo nacional, Antonio Mart¨ªn, cuando se entrenaba en una carretera reci¨¦n asfaltada de los alrededores de Madrid. La conmoci¨®n entre los aficionados fue brutal. Todos confiaban en que ser¨ªa el heredero de Miguel Indur¨¢in en los podios m¨¢s prestigiosos del mundo.
Aquella desgracia hizo estallar de ira tanto a sus seguidores como a los 700.000 espa?oles que suben al sill¨ªn una vez al mes, seg¨²n la federaci¨®n de ciclismo. Hubo manifestaciones de aficionados en reivindicaci¨®n de respeto por parte de los conductores motorizados y la habilitaci¨®n de circuitos para ciclistas sin riesgo a regar el asfalto con su sangre.
El suceso ocurrido en Arcic¨®llar (Toledo) el pasado domingo, en el que se vieron involucrados cuatro ciclistas, tres de los cuales murieron en el acto, ha vuelto a elevar contra el cielo gritos de ira. Un automovilista, que regresaba a las 10.30 de pasar una noche de fiesta se desviaba de su calzada vencido por el sue?o y arrollaba a cuatro ciclistas que circulaban por el arc¨¦n de una magn¨ªfica carretera, en una recta con m¨¢s de tres kil¨®metros de visibilidad.
"Estos hechos producen una indignaci¨®n tremenda. Ese conductor no deb¨ªa haber tomado el coche en las condiciones en que se encontraba. Era un peligro p¨²blico; no s¨®lo para ¨¦l, sino para cualquiera que se cruzara en su camino". Federico Moh¨ªno, de 31 a?os, miembro de la asociaci¨®n Pedalibre -encuadrada en una coordinadora estatal de defensa, de la bicicleta, Conbici- se qued¨® conmocionado por la noticia.
?l es de los que usan la bicicleta los siete d¨ªas de la semana para desplazarse o como herramienta para sus escapadas al campo. En cada caso utiliza un modelo diferente. Para circular por Madrid y hacerse 24 kil¨®metros diarios, una cicloturista, y para sus excursiones durante los fines de semana o vacaciones, una bicicleta todoterreno (BTT).
La bicicleta es para Federico cualquier cosa menos un fetiche: "Siento una enorme satisfacci¨®n al poder desplazarme con ella por m¨ª mismo, usando mi propia energ¨ªa, la que sale de m¨ª. Me sirve para hacer deporte y me hace sentirme muy relajado, muy feliz". Con ella se traslada de su casa a la facultad, donde prepara su tesis doctoral sobre qu¨ªmica org¨¢nica, en menos tiempo que si lo hiciera en el metro, y nunca pierde el tiempo en buscar un aparcamiento para ubicarla. "La ato a cualquier farola, la parada de un autob¨²s, una puerta... lo que sea, sin ning¨²n problema".
Federico forma parte del 10% de ciclistas que usan la bici habitualmente para desplazarse. Eduardo Casais, de la misma asociaci¨®n, comparte ¨¦l gusto por este veh¨ªculo, que le proporciona de paso su medio de vida. Es socio de una agencia de viajes dedicada a organizar excursiones cicloturistas. Con otros compa?eros de la asociaci¨®n organizan actividades en tomo al fomento de la bicicleta y a promover medidas encaminadas a mejorar la seguridad de sus usuarios. Hablan con los ayuntamientos, presionan a los urbanistas y a los promotores de infraestructuras para que no les olviden a la hora de trazar los planes urban¨ªsticos.
Como ciclistas habituales desconf¨ªan de que la creaci¨®n de cirtuitos especiales o carriles s¨®lo para bicis resuelvan su alta siniestralidad. Creen que el problema radica en la falta de consideraci¨®n hacia los ciclistas y su vulnerabilidad frente a los usuarios de veh¨ªculos de cuatro ruedas. "Para, la Direcci¨®n General de Tr¨¢fico no somos nadie, no existimos. No nos tienen en cuenta en la se?alizaci¨®n vertical y horizontal de las v¨ªas p¨²blicas; los cruces y accesos se dise?an s¨®lo para los coches. Y no digamos los t¨²neles. Sinceramente, nos est¨¢ vedado el paso por ellos, a no ser que nos juguemos la vida". No deber¨ªa ser as¨ª, a la vista de la revoluci¨®n ciclista que ha experimentado la sociedad espa?ola en la ¨²ltima d¨¦cada.
Seg¨²n Jos¨¦ Franqueira, secretario de la asociaci¨®n de fabricantes de bicis, motocicletas y motos (Sermoto), todo empez¨® cuando las bicicletas dejaron de venderse s¨®lo en establecimientos especializados y se abrieron a las grandes superficies. "La ruptura del viejo sistema de distribuci¨®n fue decisiva. Luego vino la revoluci¨®n de los precios, que ha permitido tarifar estos veh¨ªculos al nivel de cualquier poder adquisitivo. Se han llegado a regalar: 7.900 pesetas por una bici con 18 marchas... aunque bien es cierto que casi ninguna de este precio est¨¢ en condiciones de circular".
El caso es que las ventas han registrado un incremento espectacular en una proporci¨®n de 70/ 30 en favor de las todoterreno. En 1991 se vendieron 1.287.565 modelos, un 42,6% m¨¢s que el a?o anterior. El aumento del a?o siguiente se elev¨® un 66,7%, con 2.146.901 unidades vendidas: El a?o pasado cayeron a 1.787.104, un 16,8% menos, siguiendo una tendencia decreciente que se ha mantenido durante el primer trimestre del a?o. Si a estas ventas se a?aden las ya existentes, el parque de bicicletas resulta abrumador.
Conmoci¨®n
Que esta revoluci¨®n vaya asociada a un aumento de los ciclistas muertos en carretera -395 en los ¨²ltimos tres a?os- no es de extra?ar. "Pero en la sociedad de finales del siglo XX no se acepta que haya tantas muertes", advierte Franqueira. "Existe una conciencia colectiva enorme sobre seguridad vial. Las V¨ªctimas de los fines de semana que antes se asum¨ªan como algo habitual ya no las aceptamos. Y en el caso de los ciclistas, menos. Cada vez que fallece uno hay una conmoci¨®n colectiva. Es razonable que con m¨¢s ciclistas aumenten los riesgos, pero el que se sube a una de ellas no tiene por qu¨¦ matarse".
El corredor Eduardo Chozas, participante en 14 ocasiones en la Vuelta a Espa?a, admite la peligrosidad creciente de las carreteras porque carecen d¨¦ arcenes o est¨¢n descuidados. Acaba de retirarse de la competici¨®n, pero no deja por ello de pedalear tres o cuatro veces a la semana para recorrer 80 kil¨®metros. Lo hace por diversi¨®n en v¨ªas de poco tr¨¢fico, como la mayor¨ªa de los usuarios. Aunque no es partidario de los circuitos cerrados, cree que deber¨ªan aprovecharse determinadas infraestructuras, como los grandes parques o las carreteras de circunvalaci¨®n, para habilitar en su periferia carriles-bici de tierra.
Dice que no estamos en la situaci¨®n de B¨¦lgica, los Pa¨ªses Bajos o Dinamarca, donde el ciclista tiene reconocidos tantos derechos como los veh¨ªculos de cuatro ruedas, "pero algo habr¨¢ que hacer porque esto va en aumento".
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