Confusion
Todo parece indicar que uno de los s¨ªntomas m¨¢s claros del envejecimiento del ser humano es su capacidad receptiva para que la confusi¨®n su mente le en su mente cada vez con mayor fuerza y amplitud. Es una especie de viaje hacia la oscuridad, al celiniano final de la noche. A m¨¢s a?os, m¨¢s confuso todo.Naturalmente no todo el desconcierto es igual. Hay dudas excelentes, plet¨®ricas de iron¨ªa e inteligencia (Canetti o Cior¨¢n son dos de los muchos ejemplos del escepticismo brillante y la acerada lucidez); otras son menos atractivas pero comprensibles, casi entrahables, como cuando vas a visitar a una t¨ªa anciana y te confunde con cualquier pretendiente fallecido antes de la guerra civil. Pero las peores y probablemente m¨¢s abundantes son las de quienes las sufren sin saberlo, los confusos inconscientes.
Si la oscuridad es consustancial al envejecimiento, la constancia en la claridad, en la seguridad de la certeza, lo es a la estupidez. S¨®lo los est¨²pidos pueden mantener la creencia en la posesi¨®n de la verdad a lo largo del tiempo. Y esos son los confusos inconscientes. Se les reconoce por peque?os detalles. Por ejemplo, suelen coincidir en afirmar categ¨® ricamente que la actualidad, el presente, y sobre todo los j¨®venes de ahora, son m¨¢s tristes, m¨¢s ap¨¢ticos, menos solidarios y m¨¢s conservadores que los de su tiempo. Naturalmente si los j¨®venes son as¨ª todo lo que ellos impulsan o comparten es similar: la ciudad ya no es lo que era, el cine de ahora tampoco; de la m¨²sica para qu¨¦ hablar, o de la moda, o de las fiestas, de los amor¨ªos o de la vida en general.
Todo es peor que antes sin pararse a pensar que los que ya no son como eran son ellos mismos. A?orar usos y costumbres de los 20 a?os cuando se tienen 40 es no aceptarse, no haber sabido encontrar los placeres que surgen a los 40, 50, 60 o 70 1. Es una de las formas m¨¢s idiotas de envejecer. Colgados de una etapa concreta de la vida, confunden su propia j uventud con la vitalidad. Pla?ideras y pla?ideros permanentes de un hecho, como la muerte, irreversible: el paso del tiempo. Incluso quienes maldicen el presente como ¨²nica y constante forma de concebir la vida merecen el respeto que poseen quienes optan voluntariamente por la amargura. Los m¨¢s torpes son los que se niegan a entender su propia confusi¨®n y la pretenden eludir achac¨¢ndola a lo ajeno.
1 Utilizan las mismasfalsillas de siempre para analizar cualquier fen¨®meno social, pol¨ªtico o econ¨®mico nuevo. Todav¨ªa no se han preguntado si las r¨ªgidas reglas que aplican a la cambiante actualidad sirven para algo m¨¢s que para saber que existieron y se usaron en el pasado. El largo viaje de ?da y vuelta que comenz¨® con el Granma y parece acabar -con los balseros en Cuba, la conversi¨®n de los a?os de la movida en carnaza para soci¨®logos desocupados, el derrume del socialismo revolucionario... son recuerdos de otros tiempos que ya pasaron y que, supongo, fueron espl¨¦ndidos, aborrecibles o indiferentes. Para ellos todo sigue igual: el r¨¦gimen cubano es puritita santidad; los a?os del Rockola fueron los ¨²nicos que merecerieron vivirse y los errores del socialismo real se debieron a una mala aplicaci¨®n de las ense?anzas de Lenin. Tratar de medir el presente con el rasero de la mixtificaci¨®n del pasado es aferrarse al vac¨ªo, una de las mejores f¨®rmulas para que el dogmatismo sustituya a la natural y saludable confusi¨®n. Una memez.
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