Tentaciones transversales
Recuerdo vagamente un poema de Fernando Pessoa, que traduje hace m¨¢s de treinta a?os, cuando muy pocas personas hab¨ªan escuchado hablar de ¨¦l en el mundo de la lengua castellana. Era un poema sobre la identidad, y m¨¢s o menos dec¨ªa: "Si yo fuera otro, ser¨ªa otro... / As¨ª acepto lo que me dan / como quien se asoma a un jard¨ªn / donde los otros est¨¢n...."No todos aceptan lo que les dan, en el sentido de los dones desde luego, pero tambi¨¦n en el sentido de las identidades, y esto ¨²ltimo causa mayores problemas que la distribuci¨®n desigual de los bienes materiales. He querido ser discreto sobre el tema cubano, que trat¨¦ en ¨¦pocas ya muy pasadas y del cual no me considero ning¨²n conocedor privilegiado, pero alguien me coment¨® una entrevista reciente concedida por Fidel Castro a una periodista colombiana, y he sentido la tentaci¨®n irresistible de reincidir. "Si no hubiera -sido Fidel Castro, ?qui¨¦n le habr¨ªa gustado ser?", pregunt¨®, con indudable astucia, la periodista, y Fidel Castro, sin inmutarse, contest¨® de inmediato: "Garc¨ªa M¨¢rquez". La respuesta es sorprendente y tiene un curioso eco infantil, cosa que no digo en la acepci¨®n negativa de esta palabra, pero a m¨ª, despu¨¦s de un momento de reflexi¨®n, no me ha sorprendido tanto. Los pol¨ªticos y los escritores pertenecen a una familia humana que se caracteriza por no aceptar con facilidad lo que le dan, lo que est¨¢ dado para ella. Ah¨ª reside el contenido ir¨®nico y complejo del poema de Fernando Pessoa, que he citado de memoria. La pol¨ªtica est¨¢ llena de escritores frustrados, de poetas vergonzantes. En cuanto a los escritores, sienten demasiado a menudo la tentaci¨®n de la pol¨ªtica y a veces caen en ella con resultados casi siempre calamitosos. Nadie se queda tranquilo entre las cuatro paredes de su cuarto, como propon¨ªa Pascal, y muchas de las desgracias humanas provienen de esto. Fidel Castro declara que le gustar¨ªa ser Garc¨ªa M¨¢rquez, y si le pregunt¨¢ramos a Garc¨ªa M¨¢rquez qui¨¦n desear¨ªa ser, en caso de poder ser otro, a lo mejor dir¨ªa que Fidel Castro.
Pablo Neruda, que fue v¨ªctima desde muy joven de la envidia literaria, me dijo muchas veces que en la literatura hab¨ªa un veneno. No me dijo que el veneno estuviera en la literatura misma, pero s¨ª en sus m¨¢rgenes, en sus alrededores, en sus ambientes. Cuando los escritores cubanos le dirigieron una carta de cr¨ªtica p¨²blica en 1966, ¨¦l, irritado, profundamente herido, percibi¨® dos m¨®viles que se entrecruzaban: un ataque a la pol¨ªtica moderada, desconfiada de la guerrilla, de los comunistas chilenos, y un producto de la vieja envidia que hab¨ªa conocido desde siempre. Me pregunto ahora si sospechaba que la envidia exist¨ªa en el propio Fidel y prefer¨ªa no decirlo.
Un d¨ªa estaba yo en la sala del comandante del buque escuela chileno, La Esmeralda, en el puerto de La Habana, y Fidel pasaba las hojas de un calendario de la Compa?¨ªa de Aceros del Pac¨ªfico que hab¨ªa sido ilustrado con un poema por cada mes. Fidel ley¨® unas l¨ªneas de Nicanor Parra y le parecieron absurdas. Ley¨® la descripci¨®n en verso de un erizo por Gabriela Mistral y dijo que eso no ten¨ªa nada que ver con un erizo. Despu¨¦s lleg¨® a un par de versos de Neruda. Guard¨® un estricto silencio y dobl¨® la p¨¢gina.
Record¨¦ los comentarios del poeta y me dije que est¨¢bamos en las cercan¨ªas mismas de aquel insidioso veneno de la literatura. A?os m¨¢s tarde recib¨ª un testimonio directo, revelador, que para m¨ª ten¨ªa por lo menos una parte importante de la verdad. Fidel escrib¨ªa versos en el colegio e interven¨ªa en unas singulares justas po¨¦ticas con otros compa?eros de curso. A una persona que conozco bien le confes¨®: "Hab¨ªa otro que compet¨ªa conmigo y que escrib¨ªa mejor que yo, pero yo re citaba mis versos con m¨¢s elocuencia y sol¨ªa ganarle el primer puesto". Interesante . confesi¨®n del pol¨ªtico, esto es, del actor. La literatura suele ser la explicaci¨®n escondida de muchos errores. Lo m¨¢s frecuente es que no sepamos asignarle su espacio, su terreno propio. En alg¨²n sentido, la literatura es un resultado de la insatisfacci¨®n, la incapacidad de quedarse tranquilo entre las cuatro paredes de su cuarto. ?Y la pol¨ªtica? Podr¨ªamos aventurar la tesis de que el novelista o el poeta frustrados tratan de construir novelas o poemas con la realidad, cosa peligrosa si ejercen alguna forma de poder. Es necesar¨ªo reservar la imaginaci¨®n, los juegos verbales, las grandes tiradas ret¨®ricas, para la literatura, y ser, en cambio, extremadamente prudentes, cuidadosos, racionales, al enfrentar las realidades de la sociedad, de la econom¨ªa, de la pol¨ªtica internacional o interna. ?No ser¨¢ que Fidel quiso hacer poemas en la pol¨ªtica, y que nosotros, los escritores, en lugar de someterlo desde un comienzo a una cr¨ªtica reguladora, constructiva, lo confundimos y lo desorientamos con nuestros aplausos demasiado f¨¢ciles?
Hablamos nosotros, claro est¨¢, y sufren los balseroslos ciudadanos inocentes. Lo que ocurre es lo siguiente: si aplicamos la imaginaci¨®n, la fantas¨ªa, la locura, al reino exclusivo de las palabras, nadie pierde y todos, cuando aparece un poeta de la calidad de Fernando Pessoa o de Pablo Neruda, salen ganando. La econom¨ªa, la pol¨ªtica, la sociedad, en cambio, exigen otras virtudes: imaginaci¨®n, desde luego, pero domesticada, fantas¨ªa controlada, locura razonable y pr¨¢ctica. La Revoluci¨®n Cubana fue una provocadora y a la vez un subproducto del llamado boom literario latinoamericano. De ah¨ª su ocasional y ya muy pasada belleza, y tambi¨¦n sus terribles y actual¨ªsimas fragilidades.
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