Pujol, en el zoco
El presidente de la Generalitat y su esposa compran alfombras en Marraquech
?Hemos de regatear, Marta?", le preguntaba el domingo pasado un azorado Jordi Pujol a su esposa a la entrada del zoco de Marraquech. "?S¨ª? Pues bueno, de eso os encarg¨¢is t¨² y Porcel [Baltasarl. Yo har¨¦ de mozo". El escritor mallorqu¨ªn, integrado en el s¨¦quito del mandatario catal¨¢n, demostr¨® ser un aut¨¦ntico experto en el comercio de alfombras: consigui¨® una para la esposa del presidente de la Generalitat por la mitad del precio inicialmente pedido. Pero Pujol no se conformaba. Exig¨ªa m¨¢s garant¨ªas. "?D¨®nde est¨¢ Alegre [Llu¨ªsl? Que venga aqu¨ª", ordenaba. "Vamos a ver, t¨² eres el consejero de Comercio, de manera que nos tienes que asesorar". El titular del ramo en el Gobierno aut¨®nomo no ocultaba su absoluto desconocimiento en la materia y en cuanto pod¨ªa se desentend¨ªa de la compra. Mucho m¨¢s rodado se mostraba el embajador de Espa?a, Gabriel Ferr¨¢n de Alfaro, que r¨¢pidamente se hizo con dos bonitas piezas.En mangas de camisa ¨¦l, con ropa informal el la, los Pujol regateaban y compraban, dos acciones que en Marruecos forman parte indisoluble de cualquier transacci¨®n comercial.
Ver a Pujol de compras es algo que no se tiene ocasi¨®n de contemplar todos los d¨ªas. Normalmente, el presidente entra en las tiendas para hacer pol¨ªtica, como corresponde a un l¨ªder popular y populista que disfruta con el contacto directo con la gente. Con su gente. Alguien dijo una vez exagerando, claro est¨¢- que el presidente de la Generalitat ha entrado en todas las tiendas de Catalu?a. Pero no en las de Marruecos.
La visita de Jordi Pujol a ese pa¨ªs es diferente a todas las que ha realizado al extranjero en sus 12 a?os como primer mandatario catal¨¢n. Su sola presencia aqu¨ª irradia poder. Nunca en anteriores desplazamientos hab¨ªa movilizado a tantas fuerzas de seguridad a un s¨¦quito tan nutrido como el que le acompa?a. El domingo, decenas de guardias se encargaban de cortar el tr¨¢fico, mientras en, la zona pr¨®xima al palacio Saadine, la plaza de Djema el Fna y El Menara, los marroquies asist¨ªan expectantes a la visita de un personaje para ellos pr¨¢cticamente desconocido.
Pujol pisa firme los despachos oficiales. Ayer accedi¨® al del primer ministro, Abdellatif Filali, quien le recibi¨® en su despacho oficial del palacio real y no en otro de menor rango del Ministerio de Negocios Extranjeros. A la salida, incluso acompa?¨® al presidente hasta la puerta de su coche. "De qu¨¦ han hablado, pregunt¨® un periodista al ministro marroqu¨ª. "De las relaciones entre Marruecos y CataMa", contest¨® ¨¦ste, como si fuera la cosa m¨¢s normal del mundo, mientras el embajador espa?ol, a su lado, guardaba un pr'udente silencio, sin dar pie a ninguna de las trifulcas que los diplom¨¢ticos espa?oles protagonizaban a?os atr¨¢s por problemas de protocolo en la representaci¨®n exterior.. Algo s¨ª est¨¢ cambiando en esta Espa?a plurinacional.
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