La mosca en el coche
Una vez se pregunt¨® Ortega si a filosof¨ªa no fuera m¨¢s, que una leve e insufrible mosca en el veh¨ªculo de la historia. No hace al caso la respuesta que diera. El caso es que nuestras actuales autoridades educativas -al menos la porci¨®n de ellas que dirige la reforma- s¨ª parecen ser de esa opini¨®n, a juzgar por el tratamiento que la materia filosofia recibe: su reducci¨®n sustancial en el programa obligatorio del nuevo bachillerato. Traducido a hechos: se pasa de ocho horas semanales -olvidemos por el momento las ¨¦ticas- a tres. Si fueran otros tiempos m¨¢s consecuentes y menos ecol¨®gicos, la acci¨®n del reformista habr¨ªa sido otra: ?paf! (o, quiz¨¢, ?paf!, ?paf!, ?paf!, si es que la mosca se resistiera a dejar este mundo sin rechistar, aunque esta segunda hip¨®tesis me parece improbable, a juzgar por c¨®mo nos venimos tomando la cosa sus amigos y servidores). Pero la bendita ecolog¨ªa desaconseja crueldades innecesarias para con los bichos (aunque no gocen de simpat¨ªas) y los consejeros de imagen -esas luci¨¦rnagas insomnes en la noche pol¨ªtica o ¨ªnterin entre dos elecciones- sugieren que el ?paf! no s¨®lo es disfuncional y desentonado, sino innecesario.Basta con crearle a la mosca una "reserva natural", un espacio protegido, aseado, correcto, inmune e inane. Aunque, eso s¨ª, fuera de la historia, al margen de la realidad. Y no es que esas tres horas no sean "reales", en un sentido convencional. El asunto es que "lo real" de nuestro sistema educativo no universitario (preciosa definici¨®n defectiva) se concentra y aquilata en lo que llamamos selectividad. Todo lo dem¨¢s es fantasmagor¨ªa: lo que se aprende o deja de aprender durante a?os, lo que se vive, se sufre, se acumula de experiencia, se crece o se mengua. Los tres d¨ªgitos m¨¢gicos que abren o. cierran el paso a la carrera deseada es lo que, cuenta.
Que este estado de opini¨®n es generalizado lo demuestra el curioso episodio de que algunos intelectuales y en general los profesores universitarios de Filosofia no se han percatado (o, al menos, no han hecho p¨²blica manifestaci¨®n) de la suerte destinada a la filosof¨ªa hasta que, en la primavera de 1994, un peri¨®dico inform¨® de que quedaba apeada de la selectividad, pues la ley que desarrollaba las materias del nuevo bachillerato hab¨ªa sido publicada en un BOE de octubre de 1992.
Este asombro tard¨ªo de los profesores y de una parte -presumo que minoritaria- de la opini¨®n p¨²blica no deja de asombrarme. ?Acaso ignoraban la finalidad impl¨ªcita en la reforma de las ense?anzas medias? No es posible entrar en esta decisiva cuesti¨®n que habr¨ªa debido debatirse por toda la sociedad a lo largo de los ¨²ltimos a?os y no en camarillas de iniciados.Pero dir¨¦ -y que se me excuse la falta de matiz que la finalidad de la reforma es una educaci¨®n tecnocr¨¢tica y barata, incompatible en su trazado profundo con las humanidades en general y con la filosof¨ªa en particular, por m¨¢s que en los pre¨¢mbulos escriban los reformadores las grandes frases de "la reflexi¨®n radical y cr¨ªtica", la libertad, la autonom¨ªa personal, el respeto, etc¨¦tera. ?Acaso saben c¨®mo se consigue eso?
Por parad¨®jico y penoso que resulte, no cabe, en buena l¨®gica, sino defender al sabio reformador en su medida de sustraer a la filosofia de la futura prueba de selectividad. Razones de mera consistencia conducen desde la premisa mayor -los contenidos curriculares de la filosof¨ªa en el nuevo bachillerato- a la conclusi¨®n: desaparici¨®n de la filosof¨ªa de la selectividad. ?Qui¨¦n aceptar¨¢ que se examine a un alumno -de tal manera que su nota contribuya a abrir o cerrar puertas- de una materia menor tratada expresamente como tal? Nadie en su sano juicio.
Luchar, como se ha venido haciendo en, los ¨²ltimos meses del curso anterior, por defender la presencia de la filosof¨ªa en la selectividad me parece il¨®gico, algo que no pueden permitirse los profesionales de la filosof¨ªa. Pero no sugiero con esto que no haya que hacer nada, sino, por el contrario, que la orientaci¨®n del debate debe dirigirse hacia su centro: el tratamiento de las humanidades en la reforma, razones para su presencia.
Y dir¨¦ algo sobre el caso particular de la filosof¨ªa. Puesto que me dispongo a hablar de necesidades e intereses, bueno ser¨¢ que separemos con toda pulcritud los propios y espec¨ªficos de la filosof¨ªa, los de la naci¨®n y los de las personas que aqu¨ª y ahora la ense?amos, la leemos e intentamos cultivarla. Se trata, como salta a la vista, de tres sujetos de inter¨¦s distintos que determinan perspectivas dispares. El caso m¨¢s obvio me parece el ¨²ltimo. Las personas que vivimos de la filosofia sentiremos quebranto por la p¨¦rdida de realidad -l¨¦ase "prestigio social"- de nuestro quehacer. Pero seamos realistas: la importancia de la suma de casos individuales es despreciable en una ¨¦poca de universal reajuste, reconversi¨®n y, ?ay!, reciclaje. Hablaremos de otras cosas a nuestros alumnos -suponiendo que haya que hablar-. ?Qu¨¦ m¨¢s da!, si ya est¨¢ decidido -en esto coinciden reformistas, alumnos y padres, la inmensa mayor¨ªa de la opini¨®n p¨²blica- que transmitir contenidos (y m¨¢s si son filos¨®ficos: "?Eso para qu¨¦ sirve?) es una cosa vieja, cutre y polvorienta como el TBO.
M¨¢s delicada y compleja me parece la cuesti¨®n referida al segundo sujeto de inter¨¦s: ?qu¨¦ utilidad puede tener una formaci¨®n filos¨®fico-human¨ªstica fuerte en los a?os del bachillerato para la naci¨®n, as¨ª, en general? Depende. Depende de que esa naci¨®n est¨¦ inserta en una realidad hist¨®rica llamada Europa. Guste o no guste, el. pasado europeo, y su presente, por tanto, es impensable sin la filosof¨ªa: desde la f¨ªsica a la pol¨ªtica, todo ese vasto sistema de soluciones que constituye nuestra cultura hunde sus ra¨ªces en ese quehacer cuyo nervio es atender, dudar, rechazar, preguntar, ensayar, asegurar el ensayo, fracasar, volver a intentarlo por medio de ideas. ?Acaso se va a prescindir de este estilo de vida en el futuro? Si Europa ha de conservar una cierta identidad en el plano de los acontecimientos mundiales, s¨®lo le puede venir de que siga manteniendo en forma su inteligencia. Otras civilizaciones tienen otros recursos. No parece que se ignore esto en Francia, Alemania o Italia. Para Espa?a, una ense?anza ayuna de filosof¨ªa s¨®lo puede significar quedar, una vez m¨¢s, por debajo del nivel europeo, por m¨¢s integraci¨®n econ¨®mica que practiquen sus representantes pol¨ªticos.
Se me dir¨¢ que el esfuerzo de las autoridades en promover la investigaci¨®n tecnol¨®gica es importante. Pero no se trata ahora de eso, sino de la formaci¨®n inicial de las cabezas: de la creaci¨®n del gusto y la ambici¨®n por el saber, de la formaci¨®n de las capacidades imaginativa y abstractiva, de la disciplina y rigor' en el trabajo intelectual, cosas que se deciden bastante antes del tercer cielo universitario.
La conclusi¨®n de este mu?¨®n de argumento es clara: la filosof¨ªa -y con ella las humanidades- no puede ser tratada como un saber espec¨ªfico m¨¢s porque no lo es. Su liquidaci¨®n -que es su destino al quedar apartada de la selectividad- en la ense?anza preuniversitaria supondr¨¢ una p¨¦rdida en t¨¦rminos absolutos para el nivel cultural de la naci¨®n, cuyos efectos se har¨¢n sentir no s¨®lo en el plano de la rentabilidad econ¨®mica -a largo plazo-, sino, y esto es m¨¢s grave, en el de la simple convivencia social.
En cambio, para la filosof¨ªa misma, este apartamiento de la realidad no puede sino beneficiarla. Se clarear¨¢ mucho el panorama. No sirviendo, nada tendr¨¢n que hacer en ella los que pretenden servirse. La vieja hostilidad, vieja de 2.500 a?os, que el demos ha sentido hacia la filosofia nunca le sent¨® mal.
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