El mundo en el que vivimos
Si hay una caracter¨ªstica que puede definir los tiempos que vivimos, ¨¦sta es el cambio. Todo en la actualidad est¨¢ cambiando, y lo hace adem¨¢s a una velocidad de v¨¦rtigo; las costumbres, los valores, las relaciones entre regiones, entre pa¨ªses, las propias fronteras, todo est¨¢ en constante mutaci¨®n. Ante esta situaci¨®n, si queremos asegurar un cambio a mejor, s¨®lo hay un camino, y es el compromiso. Hemos de comprometernos con los dem¨¢s, con el bienestar de todos, con el bienestar del planeta; hemos de comprometernos con nuestras propias conciencias.Vivimos, hoy en d¨ªa, en una gran aldea com¨²n; puedes levantarte por la ma?ana, poner la radio y escuchar una cr¨®nica en directo desde Colombia, desayunar mantequilla holandesa con bollos franceses, bajar al quiosco de la esquina y comprar un ejemplar del The Wall Street Journal, volver a casa y recibir un paquete desde Canad¨¢ que un amigo te envi¨® hace un par de d¨ªas. El desarrollo de los transportes y las comunicaciones han hecho de nuestro planeta algo as¨ª como una gran ciudad en la que vive el conjunto de la humanidad. Sin embargo, todos los avances t¨¦cnicos y cient¨ªficos no han servido sino para construir un mundo dual, desequilibrado, insolidario e injusto. Esa gran ciudad tiene una zona residencial en la que viven unos pocos pa¨ªses ricos y unos suburbios donde se api?an infinidad de pa¨ªses que viven su midos en la miseria y la desesperaci¨®n.
Ante esta situaci¨®n, no podemos conformarnos con los gestos, con las peque?as acciones, que, por desgracia, no son suficientes. Ahora m¨¢s que nunca ha llegado el momento de comprometerse. Hemos de promover entre todos un cambio de conciencia, no s¨®lo entre los gobernantes sino tambi¨¦n entre la gente de la calle. A los primeros habr¨ªa que exigirles la soluci¨®n de estos problemas, para lo cual deber¨¢n contar con todo nuestro apoyo. Tambi¨¦n deber¨ªamos hacerles llegar nuestra repugnancia por el sustento que ofrecen -por razones oscuras e inconfesables- a reg¨ªmenes o gobernantes que no son otra cosa que estafadores, carceleros e incluso asesinos de su propio pueblo.
Todos deber¨ªamos sentir verg¨¹enza de que haya millones de personas sin hogar, hambrientas, cuyo ¨²nico deseo sea a veces el de morir, morir para dejar de sufrir-
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.