Robert Redford lleva al cine los mayores esc¨¢ndalos de la televisi¨®n
Los norteamericanos perdieron la inocencia por un concurso televisivo. El descubrimiento del fraude de las preguntas amafiadas en 1958 desemboc¨® en el mayor esc¨¢ndalo de la televisi¨®n americana y dio materia para la reflexi¨®n sobre el nuevo medio y su exclusiva dependen cia de la audiencia. Un concursante que sab¨ªa demasiado pero era impopular entre los telespectadores fue vencido fraudulentamente por otro concursante al que se le hab¨ªan adelantado las respuestas correctas. La historia ha sido llevada a la pantalla grande por Robert Refford, con el t¨ªtulo Quiz show, de inminente estreno.
El esc¨¢ndalo de los big money quiz, los concursos, millonarios, comenz¨® el 7 de junio de 1955 con el deb¨² de La pregunta de los 64.000 d¨®lares, un programa patrocinado por los cosm¨¦ticos RevIon que se basaba en un viejo concurso radiof¨®nico en el que se doblaba la ganancia cada vez que se acertaba una pregunta. Fue tal el ¨¦xito de este concurso que hasta los casinos de Las Vegas se vaciaban cuando estaba en antena. Las copias, l¨®gicamente, se multiplicaron en las cadenas, entre ellas el estreno de un concurso titulado Veintiuno (el 12 de septiembre de 1956), al que se refiere la pel¨ªcula. Muchos concursantes se convirtieron en h¨¦roes nacionales.Pero en 1958 el esc¨¢ndalo salt¨® a la prensa: toda aquella puesta en escena de cabinas aisladas para los concursantes y preguntas selladas escond¨ªa un fraude planeado por patrocinador, cadena y productores en aras de una mayor audiencia. Al principio, cuando un concursante imbatible pero impopular declar¨® que hab¨ªa sido vencido porque a su contrincante, un profesor de la Universidad de Columbia, se le hab¨ªan adelantado las respuestas correctas, nadie le crey¨®. Tras un largo proceso, la C¨¢mara de Representantes demostr¨® la estafa.
El productor explic¨® que el programa era "un mero entretenimiento" y que ayudar a los concursantes era una pr¨¢ctica com¨²n. Tambi¨¦n explic¨® que convenci¨® al docente defraudador dici¨¦ndole que con su presencia en el programa har¨ªa un gran favor a los profesores y a la educaci¨®n en general, porque acrecentar¨ªa el respeto de la gente por los de su profesi¨®n. Al final, el profesor universitario, con 129.000 d¨®lares embolsados, termin¨® convencido de haber contribuido enormemente "a la vida intelectual del pa¨ªs".
Las revelaciones del caso Veintiuno salpicaron al resto de los grandes concursos, igualmente ama?ados, que fueron barridos de la pantalla. Muchos de los participantes declararon que hab¨ªan aceptado con gusto la ayuda de los productores y patrocinadores. Entre estos, Xavier Cugat, que dijo: "No quer¨ªa ponerme en rid¨ªculo". El productor fue acusado de perjurio, pero insisti¨® en que lo que hab¨ªan hecho era simplemente ser consecuentes con los principios de la televisi¨®n comercial: si un concursante resultaba aburrido, hab¨ªa que eliminarlo como fuese. Todo por la audiencia.
El esc¨¢ndalo de los concursos, y otros que se produjeron en su estela, terminaron por involucrar a gente cercana al presidente Eisenhower, quien lleg¨® a pronunciarse sobre el problema: "El enga?o de los concursos ha sido una ofensa terrible que se le ha hecho a los americanos". Por primera vez en la historia de la televisi¨®n norteamericana, este fraude hab¨ªa puesto abiertamente sobre el tapete uno de los principios que iban a regir en el futuro la televisi¨®n comercial: el de la audiencia a toda costa
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