Moschino
Como feliz propietario de una corbata de Moschino, me sumo a los que lamentan su muerte (aunque mi relaci¨®n con el mundo de la moda es pr¨¢cticamente nula: el ¨²nico dise?ador que conozco es Antonio Mir¨®, que en realidad es un guitarrista disfrazado de sastre). Hace a?os que me la regalaron y a¨²n no tengo claro si es preciosa o un aut¨¦ntico adefesio. Dorada, con tres felinos saltando y la leyenda "Ore step beyond" impresa en ella, la corbata en cuesti¨®n deslumbra cual faro de coche a quienes se cruzan en su camino. Perplejos, se quedan mirando a quien la lleva y se preguntan con ¨¦l: ?es preciosa o un aut¨¦ntico adefesio?
Ni una cosa ni otra. La corbata cegadora no fue m¨¢s que un bromazo m¨¢s en la carrera de este curioso personaje que, con muy buen criterio, se tomaba su profesi¨®n a chufla. De este modo, con el humor por delante, consigui¨® que las calles se llenaran. de mujeres con cinturones que luc¨ªan su apellido en letras doradas y de hombres que llevaban corbatas que tiraban de espaldas.
No le divert¨ªan demasiado las entrevistas, pero las aceptaba si pod¨ªa hablar de cualquier cosa menos de moda y le dejaban retratarse con una nariz de payaso. A diferencia de esas pretenciosas campa?as de Oliviero Toscani para Benetton en las que el autobombo y la codicia se disfrazaban de genuina preocupaci¨®n social, las suyas eran frescas, divertidas y con est¨¦tica de tebeo. Ri¨¦ndose de la moda, consegu¨ªa que la moda se corivirtiera en motivo de solaz para los profanos, para todos aquellos que ven a Karl Lagerfeld y les entran ganas de que se caiga en el charco m¨¢s cercano.
Todas las profesiones necesitan gamberros, y la moda m¨¢s que ninguna otra. Yo creo que hasta los que solemos investidos de trapillo echaremos de menos a este terrorista est¨¦tico, a este humorista de la ropa. Descanse en paz.
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