Telecracia italiana
LO QUE est¨¢ ocurriendo en Italia con la televisi¨®n no puede dejar de inquietar a cualquier mente despierta. Un presidente del Gobierno, Silvio Berlusconi, que ya pose¨ªa tres de las cuatro cadenas nacionales privadas de televisi¨®n existentes en el pa¨ªs, se ha lanzado a reformar la televisi¨®n estatal con una urgencia que su propio programa electoral no preve¨ªa.Lo primero que inquieta es la justificaci¨®n dada a tanta prisa, pues, seg¨²n Berlusconi, un medio de comunicaci¨®n p¨²blico, pagado por todos los italianos, no puede orientarse contra el Gobierno elegido por la mayor¨ªa. He aqu¨ª c¨®mo un empresario decidido a salvar a su pa¨ªs de la partitocracia puede llegar a razonar la tradicional ocupaci¨®n de la RAI por los partidos con un desenfado que ning¨²n pol¨ªtico de la vieja escuela hubiera asumido.
Otro elemento fundamental de preocupaci¨®n es que, como primer resultado visible de la citada reforma, los informativos de al menos dos de las tres cadenas p¨²blicas italianas han quedado encomendados a sendos periodistas procedentes de Fininvest, el grupo de Berlusconi. ?C¨®mo no recordar, en este contexto, la advertencia ¨²ltima lanzada por el gran liberal que fue Karl Popper, de que "la televisi¨®n se ha convertido en un poder pol¨ªtico colosal, potencialmente incluso el mayor de todos" y de que "una democracia no puede existir si no se somete a control la televisi¨®n"? Evidentemente, Popper pensaba en un control democr¨¢tico, no en el del Gobierno.
A?¨¢dase que uno de los canales privados de Berlusconi, el orientado a las amas de casa, ha desarrollado ya los telediarios m¨¢s facciosos, aduladores y descaradamente progubernamentales que puedan verse en el continente europeo; que otro, el orientado a los j¨®venes, es tambi¨¦n progubernamental sin complejos, mientras que el tercero mantiene una l¨ªnea. independiente, que los gestores de Fininvest suelen presentar como prueba de la pluralidad y de la libertad interna vigente en su grupo.
Otros s¨ªntomas de telecracia a la italiana fueron las machacantes campa?as publicitarias, con un coste asequible s¨®lo al propietario del medio, mediante las que Berlusconi convenci¨® a los italianos de que ya hab¨ªa vencido incluso antes de que. ellos hubieran votado. El siguiente paso, que se va abriendo camino, parecer ser convencer a los ciudadanos de que Italia ya ha cambiado, aunque la propaganda de la prensa antigubemamental les impida darse cuenta de ello.
Es una situaci¨®n en la que la realidad tender¨ªa a ser virtual, y la televisi¨®n, un reality show que devora hasta el mundo pol¨ªtico. Pero es, sobre todo, un estado de cosas en el que la competencia entre medios queda inmediatamente perjudicada, mientras que los t¨¦rminos del debate sobre televisi¨®n p¨²blica o privada resultan profundamente subvertidos. Se puede decir que la privatizaci¨®n de la RAI quitar¨ªa al Gobierno al menos el control del medio p¨²blico. Pero tambi¨¦n que semejante paso no puede darse sin una profunda reforma de las normas y estructuras que han consentido a un solo empresario lograr un grado de monopolio sobre la televisi¨®n privada que el mercado no puede dar por s¨ª solo.
Berlusconi har¨ªa un favor a Italia, y probablemente se lo har¨ªa a ¨¦l mismo como pol¨ªtico, si se desprendiera realmente de sus televisiones antes de que el fantasma de la telecracia devore a su creador; o al p¨²blico. Esto es, a los ciudadanos.
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