Adi¨®s a la huerta
MONCHO ALPUENTE, El viajero que llega a Gri?¨®n por la carretera de Toledo, entra en la villa acompanado por rozagantes y cuidados setos que guardan las fachadas de nuevas urbanizaciones. Gri?¨®n, que obtuvo su t¨ªtulo de villa en 1283, es uno de esos pueblos de la provincia donde se construye mucho y deprisa, para satisfacer la demanda de j¨®venes parejas urbanas de la capital o de inmigrantes que se resisten a instalarse sobre el duro y con gestionado asfalto de la gran urbe y sus prolongaciones.
Gri?¨®n, que ha duplicado su censo en los ¨²ltimos 12 a?os hasta llegar a la cifra de 3.473 habitantes, se enorgullece de su buc¨®lica paz y de su l¨ªmpida atm¨®sfera, aunque hace mucho tiempo que dej¨® de ser un pueblo agr¨ªcola para vivir del sector servicios y de algunas industrias como la del mueble, de las artes gr¨¢ficas o de la cerrajer¨ªa.
En Gri?¨®n, nos cuenta Miguel ?ngel Ruiz, teniente de alcalde, responsable del ¨¢rea de urbanismo, se puso en marcha y se culmin¨® con ¨¦xito una promoci¨®n municipal de viviendas para j¨®venes empadronados en la villa, viviendas de 112,5 metros al precio de 8.800.000 pesetas m¨¢s IVA que fueron entregadas. Para satisfacer todas las demandas se ha iniciado una segunda fase, a la que tambi¨¦n tendr¨¢n derecho a optar los menores de 35 a?os. En Gri?¨®n se construye y se reconstruye.
Se restaur¨® el magn¨ªfico retablo del siglo XVI del convento de las Clarisas, y hay un proyecto para restaurar tambi¨¦n la maltratada torre mud¨¦jar del templo parroquial de La Asunci¨®n. El retablo churrigueresco de la parroquia, aunque obra de indudable m¨¦rito y esmerad¨ªsima factura, queda en un segundo plano frente a la joya del convento de las Clarisas, retablo renacentista pintado por Juan de Correa, representante de la escuela madrile?a y representado a trav¨¦s de sus obras en el Museo del Prado. Este Juan de Correa, en el que los especialistas detectan influencias de Juan de Borgo?a y de Perugino, era sobrino de don Rodrigo de Vivar, can¨®nigo de Zamora y fundador del convento que se rige por la regla de san Francisco. Tras la restauraci¨®n subvencionada por la Comunidad de Madrid, luce el retablo con todo su esplendor y colorido, haciendo perdonable, y aun digno de elogio, el nepotismo del cl¨¦rigo zamorano. El retablo concierta la admiraci¨®n de los gri?oneses, pero la devoci¨®n se la lleva El Aparecido, un peque?o crucifijo de plata que se dej¨® encontrar por un campesino que labraba sus tierras, leyenda devota y popular, t¨ªpica y arquet¨ªpica, que se repite con m¨ªnimas variantes en muchos pueblos de Espa?a.
En cuanto al nombre de Gri?¨®n, dice el cronista Jim¨¦nez de Gregorio, que podr¨ªa venir del que se les da a los velos y tocas de monjas y beatas o de cierta variedad frutal, h¨ªbrido de melocot¨®n y albaricoque. Sin cuantificar el n¨²mero de beatas, monjas hay 12 en el convento de La Anunciaci¨®n, haciendo vida contemplativa y repartiendo sus horas entre la plegaria y las artes del encaje y del bordado. De albaricoques o melocotones no hay constancia en una zona que fue c¨¦lebre en otro tiempo por la calidad de sus coliflores. Hoy, cuando apenas seis familias de Gri?¨®n contin¨²an dedicadas a la agricultura se sigue celebrando la invernal fiesta de la coliflor, que se origin¨® hace 15 a?os, coincidiendo precisamente con la decadencia de su cultivo. La festividad es ocasi¨®n de diversos actos culturales y de un reparto gratuito de estas hortalizas en v¨ªas de extinci¨®n. En el campo cultural cuenta Gri?¨®n con una afamada coral, propulsora de un certamen anual de canci¨®n castellana. Tres colegios -p¨²blico, concertado y privado- permiten a los residentes estudiar desde EGB al COU. Y para los m¨¢s peque?os funciona desde hace poco una casa del ni?o donde los tiernos infantes aprenden a relacionarse con sus iguales antes de someterse a la f¨¦rula escolar y enterarse de lo dura que puede ser la vida de madrugones, estudios y deberes. La educaci¨®n de los adultos se contempla en los cursos de la Casa de la Cultura: idiomas, cer¨¢mica, inform¨¢tica, fotograf¨ªa y otras artes, artesan¨ªas, tecnolog¨ªas, danzas y gimnasias, clases muy frecuentadas, apreciadas e impulsadas por la muy activa y nutrida asociaci¨®n de mujeres de Gri?¨®n. La actividad deportiva se centra en el f¨²tbol y en el baloncesto.
Oriundo de la villa, como ratifica su apellido, el joven futbolista Vivar Dorado, revelaci¨®n de la pasada temporada en la Segunda Divisi¨®n, que este a?o juega en el Tenerife, se form¨® en estos campos antes de pasarse a las cercanas canchas del Legan¨¦s. La estrat¨¦gica situaci¨®n de la villa de Gri?¨®n, en una encrucijada de la Ca?ada Real, entre Toledo, Madrid, Aranjuez y Navalcarnero, justifica su antigua fundaci¨®n y su importancia hist¨®rica, y explica tambi¨¦n su tr¨¢gica presencia en el escenario de la guerra civil.
En la plaza Mayor, en proceso de remodel¨¢ci¨®n, un t¨¦trico y espantable mazacote, con pretensiones de monumento funerario, recuerda a los ca¨ªdos de la 18? Divisi¨®n del Ej¨¦rcito de Franco, y sirve de marco a la no menos espantable y necr¨®fila ret¨®rica del coronel a su mando.
Muchas calles de la villa conservan los nombres de algunos de los responsables de aquella hecatombe. Gri?¨®n fue entonces hospital y cementerio de guerra. En las inmediaciones del templo parroquial, una estrella de cinco puntas remata la verde cancela del desolador camposanto musulm¨¢n, donde fueron enterrados los soldados marroqu¨ªes que cruzaron el Estrecho para morir en una contienda ajena de la que nada comprend¨ªan.
El cementerio ha vuelto a entrar en servicio para acoger los restos de musulmanes muertos en Espa?a. Bordeadas de matorrales y malas hierbas, se descubren tumbas recientes, a veces humild¨ªsimos t¨²mulos rematados de ladrillos que se identifican con apresurados brochazos de negra pintura. Humild¨ªsimo tambi¨¦n es el chamizo que alberga a Al¨ª, silencioso y cano guardi¨¢n del camposanto en el que, gracias a su cuidado, empiezan a florecer tambi¨¦n los rosales.
Al otro lado del tapial, a la sombra de la torre de la iglesia, se ven las cruces del ordenado y limpio cementerio cristiano, que, aunque modesto, se aprecia como una urbanizaci¨®n de lujo vista desde un poblado de chabolas. Inmigrantes al fin, desheredados en la vida y en la muerte.
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