La restauraci¨®n de terciopelo
En Polonia, Lituania y Hungria gobiernan coaliciones poscomunistas, pero en la pr¨¢ctica en ninguno de esos pa¨ªses se ha reinstaurado el antiguo r¨¦gimen. Cuando oigo decir a alguien que en Polonia se restaura el comunismo, inmediatamente me pasan por la mente las im¨¢genes que asocio con esa afirmaci¨®n: polic¨ªas aporreando las puertas de madrugada, ley marcial, disoluci¨®n del Parlamento, ilegalizaci¨®n de los partidos, cierre de los peri¨®dicos y fronteras, miles de presos, juicios y condenas y el discurso del caudillo transmitido por la radio sobre la necesidad de "orden y disciplina".?C¨®mo reaccionar¨ªa el obispo ordinario de Varsovia? ?Condenar¨ªa el totalitarismo comunista y lanzar¨ªa un llamamiento en pro de la resistencia o, por el contrario, pedir¨ªa paz y reconciliaci¨®n? Es dif¨ªc¨ªl preverlo, porque hoy somos testigos de que muchos obispos que durante decenios, bajo el r¨¦gimen anterior, se dirigieron a sus fieles con mensajes de gran moderaci¨®n, ahora califican la decisi¨®n del Parlamento de aplazar, hasta que se apruebe la nueva Constituci¨®n del pa¨ªs, la ratificaci¨®n del concordato firmado con el Vaticano como "acto sin precedentes de odio hacia la Iglesia" y "bofetada asestada al Santo Padre". El propio presidente de la Rep¨²blica, Lech Walesa, dice claramente: "?Stop al comunismo!".
Comparo la ret¨®rica de hoy con la que se empleaba en los tiempos de la represi¨®n comunista, y advierto con asombro que entonces se utilizaban formulaciones m¨¢s moderadas. Pero algo de raz¨®n hay en el temor de una restauraci¨®n del comunismo, porque las fuerzas que hoy gobiernan en Polonia, los agraristas del primer ministro, Waldemar Pawlak, y la Alianza de la Izquierda Democr¨¢tica (ex comunistas), tienen muchas ra¨ªces en el sistema anterior. Y me siento horrorizado cuando pienso que las personas y los m¨¦todos de aquel r¨¦gimen podr¨ªan recuperar plenamente el nefasto protagonismo que tuvieron.
Esa posibilidad existe, porque ?qu¨¦ es la coalici¨®n que gobierna actualmente en Polonia? El Partido Campesino Polaco de Pawlak est¨¢ dominado por la vieja nomenklatura vinculada al campo, que siempre estuvo aliada a los comunistas y que
ahora se ocupa principalmente de la defensa y protecci¨®n de los intereses del electorado rural. Es una nomenklatura que durante los decenios que gobernaron los comunistas siempre se vio relegada al papel de simple instrumento de apoyo, sin protagonismo propio. Hoy afloran las frustraciones que provoc¨® aquella situaci¨®n de sumisi¨®n forzosa, y la nomenklatura agrarista, que se siente omnipotente, se dedica a repartir prebendas y privilegios. Su electorado es el m¨¢s conservador, dispuesto a impedir todo cambio, aunque se condene as¨ª a las mayores desgracias. Es cierto que los pol¨ªticos del PSL hacen uso con frecuencia de la ret¨®rica anticomunista y subrayan su leal
tad a la Iglesia, pero en la pr¨¢ctica es esa fuerza la que frena hoy las reformas en Polonia.
La Alianza de la Izquierda Democr¨¢tica (SLD) naci¨® del Partido Obrero Unificado Polaco (POUP, comunista). La integran fuerzas y corrientes muy diversas, desde los jen¨ªzaros del antiguo r¨¦gimen hasta las personas que sinceramente apoyan la democracia parlamentaria, la econom¨ªa de mercado y la integraci¨®n de Polonia en las instituciones europeas. Nadie puede predecir cu¨¢l de esas dos corrientes se impondr¨¢ definitivamente en la SLD.
En Polonia y los dem¨¢s pa¨ªses de la zona el comunismo fue derrocado por una aut¨¦ntica revoluci¨®n anticomunista que
acab¨® con el sistema dictatorial en la pol¨ªtica y la econom¨ªa y desbarat¨® el antiguo orden internacional. Por suerte, el proceso se desarroll¨® pr¨¢cticamente sin derramamientos de sangre y, luego, sin horcas ni paredones.
El presidente checo, V¨¢clav Havel, dijo con mucho acierto, que hab¨ªa sido una "revoluci¨®n de terciopelo". Sin embargo, toda revoluci¨®n, aunque sea aterciopelada, tiene su propia l¨®gica y genera anhelos y expectativas que no consigue realizar. Como consecuencia, los revolucionarios suelen radicalizar su lenguaje, las revoluciones suelen comerse a sus propios hijos, suelen eliminar a los defensores de la idea del compromiso y optar por la quema de etapas y las depuraciones. Las revoluciones nunca consiguen llegar consecuentemente hasta el fin, porque cuanto m¨¢s avanzan generan m¨¢s frustrados y amargados. Los que al principio la apoyaban se apartan de ella porque empiezan a ver en sus autores a los culpables de que la tierra prometida no aparezca por ninguna parte. El instinto de autoconservaci¨®n de la propia revoluci¨®n pone en marcha la caza de culpables. Primero son castigados los hombres del r¨¦gimen anterior, luego sus abogados defensores y, por ¨²ltimo, los propios l¨ªderes de la revoluci¨®n.
Los revolucionarios siempre se dividen en moderados, que defienden la libertad, identific¨¢ndola con el respeto de la Constituci¨®n y el Estado de derecho, y en rabiosos, que afirman que la mejor defensa de la libertad es la liquidaci¨®n de los enemigos de ¨¦sta, es decir, de los hombres del r¨¦gimen destruido.
La revoluci¨®n nunca resuelve de la noche a la ma?ana los problemas de la miseria, que para la mayor¨ªa de la sociedad suelen ser m¨¢s agobiantes que la falta de la libertad. Esa mayor¨ªa f¨¢cilmente se deja convencer de que los moderados han traicionado los ideales y objetivos de la revoluci¨®n y deben ser marginados. As¨ª llega la fase de la quema de etapas, indispensable, seg¨²n los rabiosos, para conseguir la r¨¢pida soluci¨®n de los problemas. La revoluci¨®n va agotando, una tras otra, todas sus municiones, hasta que llega el momento en que las masas optan por permitir o apoyar la restauraci¨®n. La "revoluci¨®n de terciopelo" polaca est¨¢ dando una restauraci¨®n tambi¨¦n de terciopelo.
La restauraci¨®n nunca es un retorno mec¨¢nico al r¨¦gimen anterior. Es una reacci¨®n natural a la revoluci¨®n, es el retorno de personas, s¨ªmbolos, tradiciones y costumbres. La revoluci¨®n se nutre de la promesa de un futuro mejor, la restauraci¨®n de la nostalgia por los buenos tiempos de anta?o.
Pero la restauraci¨®n, como la revoluci¨®n, siempre termina tambi¨¦n con la desilusi¨®n. Empieza por la alegr¨ªa que da a sus autores la recuperaci¨®n del protagonismo, por el sentimiento de justicia que acompa?a a aquellos que antes estuvieron humillados y marginados y que ven al fin c¨®mo los usurpadores revolucionarios son defenestrados del poder.
Para muchos electores del PSI, y la SLD, el primer a?o del Gobierno poscomunista ha sido un periodo de mayor tranquilidad. Desaparecieron los temores generados por las descabelladas ideas de descomunistizar el pa¨ªs o por las declaraciones de pol¨ªticos que comparaban a los miembros del disuelto POUP con los nazis del NSDAP hitleriano. El ¨¦xito electoral del PSL y la SLD, conseguido gracias al miedo a los cambios sentido por millones de polacos, ahora est¨¢ dando sus primeros frutos en la paralizaci¨®n de muchas reformas. La privatizaci¨®n del sector p¨²blico y la reforma administrativa del pa¨ªs no avanzan; por el contrario, se fortalecen las corrientes centralistas y otras que buscan el mantenimiento incluso de monopolios estatales en varias ramas de la econom¨ªa. El Gobierno quiere volver a la pol¨ªtica del reparto de subvenciones para las empresas en quiebra y de concesi¨®n de cr¨¦ditos superbaratos a las granjas agr¨ªcolas sin futuro.
Sin embargo, para la inmensa mayor¨ªa de los polacos el ¨²ltimo a?o ha sido tambi¨¦n una nueva desilusi¨®n, porque no retorn¨® el tan anhelado Estado protector que a todos garantizaba trabajo, aseguraba vacaciones barat¨ªsimas o escuelas y sanidad gratuitas.
. La restauraci¨®n, como la revoluci¨®n, tambi¨¦n tiene sus moderados y rabiosos. Los moderados quieren cambiarla, aprovechar la l¨®gica del sistema democr¨¢tico y de la econom¨ªa de
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La restauracion de . terciopelo
Viene de la p¨¢gina anteriormercado para convertirse en sus beneficiarios, pero no quieren paredones, purgas, censura, nacionalizaci¨®n de bienes o cierre de fronteras. Los rabiosos desean, ante todo, la venganza, la humillaci¨®n de la Iglesia y la anulaci¨®n de las reformas. Ser¨ªa un error no advertirlos y considerarlos inofensivos.
Un rasgo caracter¨ªstico de la restauraci¨®n es su esterilidad. Los que gobiernan carecen de ideas creativas, tienen miedo a adoptar decisiones arriesgadas, se escudan en el cinismo y son esclavos del oportunismo. La tranquilidad de la restauraci¨®n es la de un estanque inerte.
La revoluci¨®n que protagoniz¨® Solidaridad puede no gustar y ser criticada, y todas sus figuras, desde Lech Walesa a Tadeusz Mazowiecki, lo han sido despiadadamente. Muchas acusaciones eran justas, pero, independientemente de los errores que cometieron, fueron los art¨ªfices de la revoluci¨®n anticomunista que se oper¨® en Polonia. Hoy la revoluci¨®n ya est¨¢ muerta y con ella sus mitos, Solidaridad y Walesa. El. gran movimiento libertador que fue Solidaridad degener¨® y se convirti¨® en un n¨²cleo alborotador. Los partidos que surgieron de aquel movimiento, empe?ados todos en ser los ¨²nicos representantes de los ideales de la revoluci¨®n, fueron cada uno por su cuenta a las elecciones de septiembre de 1993 y las perdieron. Eso hay que recalcarlo: las elecciones no fueron ganadas por los partidos poscomunistas, sino perdidas por los que salieron de Solidaridad.
Ahora, ante el avance de la restauraci¨®n de terciopelo, los partidarios de Solidaridad deber¨ªan analizar las causas de su derrota y adoptar medidas para que no se repita, pero esa l¨®gica les es ajena. Muchos de ellos siguen aferrados a las mismas consignas que les condenaron al fracaso, consignas de los revolucionarios rabiosos.
De los hombres de Solidaridad se puede decir que pusieron en marcha la rueda de la historia. De los poscomunistas que hoy gobiernan hay que decir que no la han detenido, pero tratan de frenar su movimiento. Lech Walesa y Waldemar Pawlak son figuras que simbolizan la revoluci¨®n y la restauraci¨®n. Walesa siempre ser¨¢ el s¨ªmbolo de la Polonia indomable y creativa, pero tambi¨¦n primitiva y vanidosa. Pawlak es hoy s¨ªmbolo de la Polonia gris y corriente que rechaza el hero¨ªsmo y necesita la normalidad, es s¨ªmbolo de la tranquilidad deseada por millones de personas asustadas ante las locuras de muchos l¨ªderes revolucionarios.
Detesto la restauraci¨®n como fen¨®meno porque rechazo su ¨¦tica, su mediocridad y primitivismo, pero s¨¦ que es una realidad imposible de ignorar. Hay que adaptarse a ella para tratarla como se merece, como adversario y como posible aliado. La restauraci¨®n es un mal, pero es un mal menor en comparaci¨®n con la revoluci¨®n jacobina o bolchevique llena de violencia. . La restauraci¨®n se ti?e con el gris de la monoton¨ªa, pero la revoluci¨®n con el rojo de la sangre. Y, hay que reconocer que Pawlak, Brazauskas y Horn son una alternativa mucho mejor que los bolcheviques disfrazados con m¨¢scaras anticomunistas, pero sin olvidar que la restauraci¨®n puede convertirse en la gangrena de la democracia.
El retorno del comunismo y de Solidaridad es imposible. Walesa y Pawlak son s¨ªmbolos de la nostalgia por el pasado anticomunista o comunista. La pregunta en Polonia, y probablemente tambi¨¦n en los dem¨¢s pa¨ªses ex comunistas, es: ?d¨®nde est¨¢ el s¨ªmbolo del futuro?
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