Las orejas porque s¨ª
Hubo petici¨®n de oreja en todos los toros. Con franca minor¨ªa o insignificante proporci¨®n, con mayor o menor intensidad, con silbidos, griter¨ªo, abucheo e insultos para apoyar la demanda orejil o sin ellos, pero la petici¨®n de oreja se produjo en los siete toros sin excepci¨®n. Daba igual que las faenas valieran m¨¢s bien poco -algunas no valieron un duro- o hubiesen aburrido de muerte al p¨²blico peticionario. El caso era pedir la oreja porque s¨ª.No hacen falta otras razones para pedir una oreja, ni siquiera las dos y hasta el rabo. Las orejas se piden y se conceden porque s¨ª. Es lo que han ense?ado determinadas televisiones, y sus comentaristas ¨¢ulicos a este p¨²blico que nunca supo de las corridas de toros hasta que las vio televisadas y ahora se llega a las plazas pretendiendo reproducir la incongruencia, la zafiedad y el triunfalismo galopante que esas retransmisiones presentan como fiesta.
Murteira/ Rosa, V¨¢zquez, Liria, Buend¨ªa
Toros de Murteira, terciados, varios sospechosos de afeitado, inv¨¢lidos, inofensivos excepto 6?.?ngel de la Rosa: dos pinchazos -aviso con retraso-, pinchazo hondo trasero y rueda de peones (aplausos y saludos); dos pinchazos y estocada (escasa petici¨®n y vuelta). Javier V¨¢zquez: estocada corta baja y rueda de peones (oreja); bajonazo escandaloso (escasa petici¨®n y vuelta con protestas). Pep¨ªn Liria: estocada corta baja y rueda de peones (oreja); pinchazo y estocada (oreja); sali¨® a hombros. Un toro desmochado de Ferm¨ªn Boh¨®rquez, para rejoneo. Javier Buend¨ªa: pinchazo atravesado descordando y rueda de peones (escasa petici¨®n y vuelta por su cuenta). Plaza de Valencia, 8 de octubre. 1? corrida de feria. Dos tercios de entrada.
A Javier Buend¨ªa, que rejone¨® sin relieve y acab¨® descordando al toro mocho, le pidieron la oreja y luego casi ni le aplaud¨ªan en la vuelta al ruedo que dio por su cuenta. Igual ocurri¨® con Javier V¨¢zquez en el quinto de lidia ordinaria: tras una faena sin ol¨¦s y un bajonazo horrendo de calificaci¨®n infamante, tambi¨¦n le pidieron la oreja y dio una vuelta al ruedo sonoramente protestada.
Posiblemente hicieron bien ambos toreros, pues lo que importa es la estad¨ªstica, las orejas, las vueltas al ruedo, la algarab¨ªa, el triunfalismo. El toreo ya importa menos y, lo que es el toro, a todo el mundo le trae absolutamente sin cuidado. En la plaza de Valencia deb¨ªa haber una docena de aficionados (bueno, siempre se exagera: quiz¨¢ fuera cinco o seis) que no estaban conformen ni con los toros inv¨¢lidos que salieron, ni con las ventajas que se tomaban los diestros, pero apenas se les o¨ªa. Y si por raro acaso se les llegaba a oir, la multitud les mandaba callarse. A uno que dijo aquello de "?P¨®ngase derecho y toree con la panza de la muleta!", al estilo aficionado de Madrid (quiz¨¢ lo era y estaba en Valencia de enviado especial), le respondieron desde la vecindad orejista: ?Fora, al carrer, aurellut!
Mal asunto si al p¨²blico no le interesa ni el toro ni el toreo, porque el taurinismo, siempre alerta, echa al ruedo esa caricatura de toro que no tiene dos tortas, con la garant¨ªa de que no va a pasar nada, mientras los toreros tiran por lo f¨¢cil, y se ponen a pegar gurripinas y manguz¨¢s, seguros de que el p¨²blico se lo premiar¨¢ como si acabaran de recrear el arte de C¨²chares.
La verdad es que todo esto produce un aburrimiento mortal. Toros que se quedaban medio paral¨ªticos con una sola varita y ven¨ªa el cambio de tercio sin quites ni nada -aunque Javier V¨¢zquez entr¨® varias veces a ellos por chicuelinas-; toros que acababan inofensivos y los espadas se pon¨ªan a pegarles una paliza de derechazos y tandita de naturales por cumplir, fuera cacho, adelante el pico, enmendando terrenos al rematar y vuelta a empezar.
S¨®lo un toro lleg¨® enterizo y de cuidado a la muleta. Ya durante las banderillas se puso reserv¨®n y en el ¨²ltimo tercio opt¨® por vender cara su vida. Pep¨ªn Liria tuvo dificultades para castigarlo por bajo, acrecentadas despu¨¦s en los redondos ya que el toro le tiraba muy serios ga?afones. Sin embargo los aguant¨® imp¨¢vido, se pele¨® bravamente, llev¨® a los tendidos la emoci¨®n que hab¨ªa faltado en toda la corrida y les peg¨® un susto de muerte a los doce aficionados que se hab¨ªan dormido y despetaron creyendo que acababa de estallar la guerra mundial.
Emociones de estas o arrebatos est¨¦ticos, apenas hubo en la corrida: la voltereta de un pe¨®n cuando mareaba al toro descordado por el rejoneador, un pase cambiado de Javier Y¨¢zquez, ciertos naturales de Angel de la Rosa -buen torero por esa mano, si la utilizara m¨¢s-, dos largas cambiadas de Pep¨ªn Liria y su loable intento de torear cargando la suerte... No es mucho, ciertamente. Lo cual no impidi¨® que mere ciera fabulosos premios: cuatro orejas, petici¨®n de otras tantas, tres vueltas al ruedo, salida a hombros por la puerta grande. O sea, la corrida del a?o.
Babelia
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