El general golpista Raoul Cedras abandona Hait¨ª y se asila en Panam¨¢ con su familia
RAM?N LOBO, El general Raoul C¨¦dras se despidi¨® de Hait¨ª con un negocio redondo: alquil¨® sus dos mansiones a EE UU. Cobrar¨¢ por ellas una renta anual, asegur¨¢ndose adem¨¢s su cuidada protecci¨®n por las tropas de ocupaci¨®n. De madrugada, como escondi¨¦ndose de su pueblo, protegido por una nube mecanizada de 15 jeeps y una guardia de honor norteamericana que le sac¨® como a una reina de su bella mansi¨®n de Peguy Ville, vestido de elegante civil, C¨¦dras dej¨® ayer, a las cinco de la madrugada (diez de la ma?ana, hora peninsular espa?ola), el pa¨ªs que ayud¨® a sangrar durante tres eternos a?os. El presidente que derroc¨®, Jean-Bertrand Aristide, regresa ma?ana del exilio.
Raoul C¨¦dras iba acompa?ado de su esposa, Yanick, los tres hijos del matrimonio, una mujer de servicio y el general Phillipe Biamby. El grupo dej¨® atr¨¢s un Hait¨ª extenuado, pero rebosante de ilusi¨®n y de esperanza.El general C¨¦dras apenas durmi¨® unos minutos en la largu¨ªsima madrugada del jueves. Igual que el embajador norteamericano en Puerto Pr¨ªncipe, William Swing, con quien negoci¨® hasta el final con el ardor de un contratista. La partida del militar, prevista para la noche del mi¨¦rcoles tras haber recibido poco antes la aceptaci¨®n de Panam¨¢, fue pospuesta unas horas. Las ¨²ltimas trabas se centraron en dos puntos: la lista de personas que pod¨ªan viajar y los destinos finales para los candidatos al exilio.
Tras una corta pugna, EE UU acept¨® acoger a 23 familiares, amigos y colaboradores de C¨¦dras, en territorio norteamericano. ?stos no eran aceptados por las autoridades paname?as. Todos ellos viajaron en la madrugada del jueves, casi al tiempo, en un avi¨®n diferente al de C¨¦dras y su familia directa. Al aterrizar en el aeropuerto de Miami (Florida), los 23 fueron interrogados por funcionarios del Departamento de Justicia, quienes les otorgaron el permiso de residencia durante un a?o. Los allegados de C¨¦dras tendr¨¢n ahora la posibilidad de instalarse en cualquier parte de EE UU.
El Gobierno nortamericano desminti¨® que esa soluci¨®n dadada a los 23 tuviera posibilidades de ampliar su generosidad en el futuro.
C¨¦dras se ha marchado dejando asegurado su futuro y su pasado. En un gesto sin muchos precedentes, EEUU ha aceptado alquilar, a precio de mercado -cuyo valor real no ha sido revelado- las dos mansiones de la familia C¨¦dras, la casa de Peguy Ville, en las afueras de Puerto Pr¨ªncipe, y la de la playa. Con ello, C¨¦dras no s¨®lo se garantiza una renta, tal vez importante, que complemente sus otros ingresos sino que evita, inteligentemente, que estas propiedades queden al alcance de la ira popular.
Fuentes de la Embajada de EE UU en Hait¨ª niegan haber alcanzado acuerdo econ¨®mico alguno con C¨¦dras que implique el pago de cantidades al contado o de los gastos de su estancia en Panam¨¢. Washington tan s¨®lo abon¨® el viaje y el combustible de los dos aviones, el de las siete personas que viaj¨® a Panam¨¢ y el de las 23 que volaron a Miami. Estas fuentes no confirman ni niegan la existencia de un acuerdo que descongele las cuentas bancarias extranjeras de los nuevos exiliados. La Embajada defendi¨® el pago de gastos como "contribuci¨®n estadounidense a la democratizaci¨®n y pacificaci¨®n de Hait¨ª".
A dos d¨ªas del esperad¨ªsimo regreso triunfal de Jean-Bertrand Aristide, las peque?as manifestaciones brotan por doquier. Son tamboradas seguidas de un pueblo bail¨®n y sonriente que escala las empinadas cuestas de Puerto Pr¨ªncipe con la notas del alegre racine (m¨²sica popular). Las letras repiten machaconamente la misma idea: C¨¦dras, el golpe de Estado, los militares. se fueron la mierda. En el aeropuerto, a donde arribar¨¢ Aristide ma?ana a las 11.30 locales (16.30 en Espa?a) un gent¨ªo expectante curiosea ya cada detalle.
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