El joven Dal¨ª vuelve a Madrid
?Qui¨¦n la vio y no la recuerda? La magna retrospectiva de Dal¨ª celebrada en el MEAC, con todos los honores, en 1983, atrajo a 250.000 curiosos a la Ciudad Universitaria y supuso un destacado hito en el conocimiento del pintor en su propio pa¨ªs. Por aquel entonces el Estado llevaba tiempo tratando de asegurar que a la muerte del maestro, ya achacoso, su obra permaneciera en Espa?a: que no pasara lo que hab¨ªa ocurrido con Picasso. Afortunadamente, el asunto sali¨® bien.La muestra que se inaugura esta semana en el Reina Sof¨ªa, y que nos llega desde Londres y Nueva York, abarca un periodo mucho m¨¢s restringido cronol¨®gicamente que la de 1983. Dal¨ª joven (1918-1930) es una exposici¨®n de notable originalidad, conseguida gracias a un extraordinario esfuerzo de aunar voluntades y criterios. Nos permite seguir de cerca, por primera vez, el desarrollo art¨ªstico de Dal¨ª, desde la deslumbradora- revelaci¨®n del impresionismo (gracias a Ram¨®n Pichot) hasta la incorporaci¨®n del artista al surrealismo, pasando por la influencia del cubismo y de, los metaf¨ªsicos italianos. Desarrollo muy bien estudiado, por cierto, en m¨²ltiples trabajos debidos al incansable Rafael Santos Torroella, presente con un enjundioso ensayo en el cat¨¢logo de la exposici¨®n e indudablemente la mayor autoridad mundial sobre el joven Dal¨ª.
Adem¨¢s de cuadros y dibujos nunca antes reunidos (entre ellos, m¨¢s de 40 que no estuvieron en Londres y Nueva York), la muestra ofrece a la atenci¨®n del p¨²blico un notable acopio documental, que ser¨¢ escudri?ado con deleite por cuantos sientan fascinaci¨®n por los a?os veinte, y, tal vez en particular, por. el bullicioso ambiente intelectual y art¨ªstico del Madrid de entonces, con la Residencia de Estudiantes como epicentro. La Resi, de hecho, es casi coprotagonista con Dal¨ª de esta exposici¨®n, donde hay constantes referencias al periodo pasado en ella por el pintor figuerense (1922-1926), as¨ª como a sus mejores amigos de aquellos d¨ªas, en primera fila Jos¨¦ Bello, Federico Garc¨ªa Lorca y Luis Bu?uel. Con el recuerdo de la Residencia, la muestra, sin pretenderlo, viene a demostrar otra vez, por si hiciera falta, cu¨¢nto destrozo supuso para este pa¨ªs la guerra civil de 1936-1939.
Muerto Dal¨ª, terminadas para siempre las que Lorca llamara en una ocasi¨®n sus "payasadas", se impone ya la revisi¨®n de su obra y de su vida. Dal¨ª joven, sin lugar a dudas, desempe?ar¨¢ un papel fundamental en este sentido. Tambi¨¦n lo har¨¢ muy pronto la publicaci¨®n, por Ediciones 62, de varios diarios adolescentes del pintor adquiridos por la Fundaci¨®n Gala-Salvador Dal¨ª (de los diarios s¨®lo se conoc¨ªa hasta la fecha uno, editado en traducci¨®n inglesa hace anos por Reynolds Morse). He tenido el privilegio de leer estos textos antes de su publicaci¨®n. Son de un inter¨¦s excepcional, y, entre sus muchos m¨¦ritos, demuestran algo que ya era f¨¢cil de intuir: que la Vida secreta de Dal¨ª, publicada en Nueva York en 1942 y torpemente parafraseada por bi¨®grafos incautos, no es fiable como historia-, aunque s¨ª. tiene indudables virtudes literarias.
Va a ser, pues, un oto?o daliniano caliente. S¨®lo hay que lamentar que no est¨¦n en la exposici¨®n dos de los cuadros m¨¢s sensacionales jam¨¢s pintados por quien ya, a los 16 a?os, se consideraba genio en ciernes. Ambos pertenecen a la que Santos Torroella denomina "¨¦poca lorquista" del poeta, y s¨®lo se conocen por sendas fotograf¨ªas en blanco y negro, reproducidas en el cat¨¢logo: Composici¨®n con tres figuras (Academia neocubista), de 1926 (colecci¨®n privada), y La miel es m¨¢s dulce que la sangre (1927), perdido de vista casi des de el a?o de su creaci¨®n. Ojal¨¢ un d¨ªa se puedan recuperar para bien nuestro y de Dal¨ª.
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