La pol¨ªtica exterior de EE UU en la posguerra fr¨ªa
La intervenci¨®n en Hait¨ª resulta m¨¢s preocupante por lo que nos dice de la estrategia de la Administraci¨®n estadounidense en la posguerra fr¨ªa, tal como la define Anthony Lake, asesor de seguridad del presidente Bill Clinton. En opini¨®n de Lake, Estados Unidos participa en una prolongaci¨®n de la lucha por la democracia y contra el autoritarismo que se inici¨® con la Segunda Guerra Mundial y continu¨® durante la guerra fr¨ªa. Al igual que en aquellos conflictos, la lucha es maniquea: las fuerzas del mal (Estados criminales, terroristas, tribalistas) contra las fuerzas del bien (democracias, sociedades tolerantes). Desde esta perspectiva, Lake explica que el mundo ya no resulta ca¨®tico e incomprensible, que los enemigos de Estados Unidos son f¨¢cilmente identificables. La amenaza sigue siendo el autoritarismo; el objetivo sigue siendo fomentar la democracia.Expresado de esta forma, el objetivo de Estados Unidos es el mismo que la doctrina de Truman estableci¨® al principio de la guerra fr¨ªa. Aquella doctrina sentaba las bases para las intervenciones en todo el globo en defensa de la libertad.
Lake afirma que Estados Unidos debe ser selectivo en sus intervenciones y el presidente dice que el pa¨ªs no puede ser el polic¨ªa del mundo. Pero una pol¨ªtica basada en principios se arriesga a contraer compromisos cada vez m¨¢s amplios o a aplicar dobles raseros y ser cada vez m¨¢s c¨ªnica.
Cuando los compromisos de Estados Unidos se ven desafiados, la disposici¨®n a hacerlos cumplir se convierte en una prueba para la credibilidad del presidente y del pa¨ªs. Por eso, Lake considera Hait¨ª como una prueba para el compromiso estadounidense con la defensa de la democracia y cree que la manifestaci¨®n de la voluntad de EE UU de restaurar la democracia en ese pa¨ªs tendr¨¢ amplias implicaciones internacionales.
Ver el mundo a trav¨¦s de un prisma tan amplio tiende a hacer pensar que el destino de naciones vinculadas est¨¢ conectado, que un pa¨ªs que se vuelve autoritario desestabilizar¨¢ a los pa¨ªses que est¨¢n geogr¨¢fica o pol¨ªticamente relacionados con ¨¦l, que las fichas de domin¨® caer¨¢n una tras otra. A pesar del constante temor a los domin¨®s durante toda la guerra fr¨ªa, no hubo ning¨²n caso que demostrara claramente la validez de la teor¨ªa.
El problema fundamental de basar la pol¨ªtica exterior en la defensa de la democracia por medio de la intervenci¨®n es que al Gobierno estadounidense le faltan medios -y le faltar¨¢ el apoyo pol¨ªtico nacional- para llevar a cabo dicha pol¨ªtica. Cuando otros pa¨ªses carecen de las ra¨ªces pol¨ªticas y culturales de la democracia, a los extranjeros les es imposible crearlas.
Somalia represent¨® la primera lecci¨®n tras la guerra fr¨ªa de las dificultades de utilizar el poder estadounidense para llevar el cambio pol¨ªtico a una sociedad que Estados Unidos no comprende bien y en la que a duras penas puede influir. El objetivo de construir naciones, que lleg¨® a simbolizar el orgullo norteamericano en Vietnam, revivi¨® inesperadamente durante la fase de la intervenci¨®n estadounidense en Somalia. Por fortuna, se reconoci¨® enseguida la imposibilidad de la empresa. Sin embargo, el problema del cambio pol¨ªtico es incluso m¨¢s desalentador en Hait¨ª. La falta de apoyo. p¨²blico a la intervenci¨®n en Hait¨ª y la fuerte reacci¨®n ante las bajas relativamente escasas en Somalia indican que los norteamericanos est¨¢n ahora poco dispuestos a pagar un elevado precio en nombre de imprecisas causas como el orden mundial o la democracia.
La incoherencia de la pol¨ªtica exterior de la Administraci¨®n estadounidense nace en parte de su tendencia a adoptar posturas amplias bas¨¢ndose en principios, como el apoyo a la democracia en contra del autoritarismo, que a menudo chocan con la realidad pol¨ªtica. La Administraci¨®n ha tendido a exagerar las amenazas, dando a entender que si Estados Unidos no emprende acciones decisivas la seguridad de la naci¨®n o del mundo estar¨¢ en peligro. Sin embargo, cuando ha tenido que enfrentarse a las implicaciones de sus declaraciones, ha dado marcha atr¨¢s. El secretario de Defensa, William Perry, calific¨® los planes nucleares de Corea del Norte de amenaza para "el mundo entero" y Clinton insinu¨® la posibilidad de un ataque preventivo. Sin embargo, al final el Gobierno decidi¨® negociar.
Aunque Estados Unidos tiene que seguir activo en el mundo, necesita acometer una agenda de pol¨ªtica exterior mucho menos ambiciosa. Si lo que quiere es encabezar un movimiento por un nuevo orden mundial basado en la democracia, se agotar¨¢ en el esfuerzo.
Su pol¨ªtica exterior ser¨¢ todav¨ªa m¨¢s incoherente cuando las restricciones nacionales e internacionales limiten su capacidad para alcanzar los objetivos te¨®ricos. Y su pol¨ªtica nacional se ver¨¢ enturbiada por el clamor de protesta por los fracasos en pol¨ªtica exterior, apartando a los l¨ªderes de las tareas m¨¢s esenciales dentro y fuera del pa¨ªs.
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