La 'candonga' de Luanda
Basura, prostituci¨®n y capitalismo salvaje en la capital de Angola
Desde el aire, Luanda es una polvareda. Tejados de hojalata barnizada por el tiempo y por el polvo, parques diezmados, carreteras y caminos carcomidos. Desde el suelo, un pozo negro. Luanda: casi tres millones de habitantes, capital de una de las naciones m¨¢s ricas de ?frica, capital de un pa¨ªs consumido por la guerra Los 50.000 cubanos que llegaron para salvar al r¨¦gimen marxista de la invasi¨®n de ?frica del Sur y de otras fuerzas alimentadas por Estados Unidos al Norte y al Este (hace apenas tres a?os que se fueron), no s¨®lo enamoraron con su m¨²sica y endulzaron el o¨ªdo para todo lo espa?ol, sino que bautizaron una pr¨¢ctica que se ha convertido en producto nacional: la candonga, la corrupci¨®n local, que la guerra ha regado hasta tal punto que muchos beneficiarios temen a la paz tanto como al fin del mundo. Flor tan turbia como la basura y la prostituci¨®n, que en Luanda brotan por doquier.Luanda qued¨® congelada en 1975, cuando la revoluci¨®n de los claveles trajo s¨²bitamente la independencia por la que los nacionalistas angole?os peleaban desde 1961. Pero la novedad desat¨® el miedo y casi 300.000 colonos portugueses salieron en estampida. Desde entonces, el deterioro de Luanda, que en su fachada al oc¨¦ano, la llamada avenida Marginal, mostraba un rostro hermoso, no ha cesado. Los edificios de casi toda la ciudad muestran las huellas de casi 20 a?os de corrosi¨®n y abandono. Pero los vientos de cambio en el escenario mundial tambi¨¦n llegaron a Angola, que, a pesar de la guerra que libraba con la Uni¨®n Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA), cuyo l¨ªder se ha aliado hasta con el diablo en la busca del poder, empez¨® a desmantelar el r¨¦gimen de partido ¨²nico y el paquidermo de la econom¨ªa planificada.
En plena guerra, con decenas de miles de deslocados acampando a los costados de Luanda, forjando un cintur¨®n de villas miseria, Angola entr¨® en el capitalismo de forma salvaje. Los consejos del Fondo Monetario Internacional tampoco fueron gratuitos, y el desmantelamiento de subsidios y puestos de trabajo hizo un poco m¨¢s ardua la vida en el pa¨ªs martirizado por la contienda civil.
Las calles y plazas de la capital se convirtieron en improvisados mercados. El de Roque Santeiro (bautizado en honor de la telenovela brasile?a que emiti¨® la pl¨²mbea Televisi¨®n Popular de Angola) es el rey, el Corte Ingl¨¦s de Luanda: una capa de polvo, arena y tierra en la que todos los tenderetes, vendedores, acopiadores, bandidos y mercachifles del mundo tienen cobijo. De no haber nada a la venta, todo, incluida la ayuda humanitaria, se puso a la venta.
Cuando cae la noche en las penumbrosas, sucias y desconchadas calles de Luanda, florece un ej¨¦rcito de mujeres de todas las edades, con m¨¢s efectivos que los 20.000 ninjas de la polic¨ªa especial. Ni?as y madres, solteras y viudas, tachonan las avenidas, las esquinas, la calle Federico Engels y cualquier chafl¨¢n embadurnado por el barniz de la noche. El d¨®lar es el rey, no el nuevo kuanza, que se deval¨²a a cada hora.
As¨ª brota la candonga, con ministros y empresarios situados los primeros a la cola del comercio. Si en la calle se pagan por un d¨®lar 560.000 nuevos kuanzas el sueldo medio son cuatro millones de kuanzas y una barra de pan barato vale 100.000 kuanzas, el mercado est¨¢ preparado para hacer milagros. Ministros y prohombres tienen derecho a adquirir d¨®lares a mitad de precio en el Banco Nacional. Es f¨¢cil ver c¨®mo esos d¨®lares se multiplican en nuevos kuanzas y Mercedes, Audis y Nissan Patrol brotan. como hongos por entre los costurones de las calles de Luanda. Pese a los llamamientos del Gobierno, la inflaci¨®n asciende un 2.500% al a?o. Una candonga desaforada. Como la de muchos mandos del Ej¨¦rcito, que controlan el negocio de las furgonetas reconvertidas en taxis colectivos y redondean as¨ª sus sueldos miserables. En vista del panorama, el Gobierno, en un rapto de generosidad democr¨¢tica, concedi¨® un Audi a cada diputado. El chiste era f¨¢cil: el Parlamento qued¨® bautizado como Auditorio.
En Luanda no hay toque de queda, pero la noche de los barrios nuevos y viejos, poblados algunos, como el de Cazengue, por m¨¢s de 250.000 almas, es espesa como el negro de la bocamina. All¨ª el peligro y el miedo son libres. La oscuridad es un l¨ªquido confortable para los bandidos.
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