Reba?os en el foro
"?A qui¨¦n esperan?", me pregunt¨® una turista viendo a los centenares de personas que se concentraban en Cibeles y en la calle de Alcal¨¢, libres de tr¨¢fico rodado. "A las ovejas", dije yo, y trat¨¦ de explicarle que la Ca?ada Real, por la que los ganaderos conduc¨ªan a sus reba?os de Sur a Norte en primavera y de Norte a Sur en oto?o, cruza Madrid por su mismo centro. El paso, el otro d¨ªa, de unas 2.000 ovejas por el asfalto capitalino fue un acto simb¨®lico, pensado para llamar ' la atenci¨®n sobre la existencia de las v¨ªas pecuarias e impedir que se vean invadidas, como ya ha sucedido en no pocos lugares.A m¨ª, la visi¨®n de las merinas en las calles me hizo evocar mi ¨¦poca de estudiante en Madrid, a fines de los a?os cuarenta. Lo que ahora era un espect¨¢culo no lo era entonces. Dos veces al a?o pasaban por la Castellana y la puerta de Alcal¨¢ cientos de miles de corderos y esto constitu¨ªa m¨¢s bien un h¨¢bito, no muy bien aceptado, del calendario madrile?o. Yo lo hab¨ªa visto alguna vez, no s¨¦ si por haber madrugado o por haber trasnochado, porque la asociaci¨®n de ganaderos, heredera de La Mesta, hab¨ªa acordado con el Ayuntamiento pasar a las horas menos molestas para el tr¨¢fico, que era muy reducido entonces.
En su libro Oto?o en Madrid hacia 1950, Juan Benet cuenta la llegada de los reba?os, que "conducidos por un par de perros y un pastor contempor¨¢neo de Cervantes se dirig¨ªan a las dehesas de Alcudia sin parar la menor atenci¨®n a los palacetes alfonsinos de la Corte". Alumno entonces de la Escuela de Ingenieros, que estaba junto al Observatorio Astron¨®mico, Benet tomaba de buena ma?ana el tranv¨ªa 7 en Alfonso XII. Y se encontraba, a veces, con el "parsimonioso y polvoriento reba?o" que ocupaba toda la calle. (La Ca?ada Real, seg¨²n se indica en los mojones de la puerta de Alcal¨¢, tiene una anchura de 90 varas, equivalente a 75,23 metros). El conductor del tranv¨ªa iba tocando la campanilla, pero el pastor, dice Benet, "para no discutir ni modificar su conducta, mov¨ªa la cabeza al mismo ritmo que sus ovejas".
La gente protestaba entonces, pero el otro d¨ªa todo el mundo parec¨ªa encantado de asistir a la simb¨®lica invasi¨®n pastoril de la agobiada ciudad de hoy, recordando los tiempos "de cuando los reba?os pastaban por el Foro".
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