Tiburones
?Por qu¨¦ llevaban tantos guardaespaldas estos tiburones financieros si el peligro no lo ten¨ªan detr¨¢s sino delante? No les van a servir de nada los coches blindados, las planchas de acero en los ascensores, las pistolas en la guantera, los sistemas electr¨®nicos de seguridad, las c¨¢maras de televisi¨®n en los pasillos, los despachos acorazados. Su ¨²nico flanco d¨¦bil era la legalidad, por donde finalmente se ha colado el juez. S¨®lo podr¨ªan cubrirlo ahora con un poco m¨¢s de acero: el que requiere u?a bala en la propia sien. Dec¨ªa Camus que el suicidio es la ¨²nica cuesti¨®n filos¨®fica seria. Con ¨¦l se resuelven en un segundo todos los problemas de la existencia. Tambi¨¦n es una forma financiera de cuadrar perfectamente un balance. Pero hoy se vive sin gloria: los tiburones no se suicidan, aunque hay balas de plata, incluso de oro, para tentusos exquisitos. El Leviat¨¢n es un monstruo de la mitolog¨ªa fenicia que, seg¨²n el Libro de Job, pod¨ªa identificarse con un gigantesco cocodrilo. El fil¨®sofo Hobbes asimila esta bestia con el Estado. Quienes la desaf¨ªan al final siempre enloquecen. Javier de la Rosa y Mario Conde contemplaban a ese cocodrilo en la ci¨¦naga desde la borda de sus respectivos yates. Tal vez confundieron el Estado con algunos pol¨ªticos concretos, f¨¢ciles de corromper, asimilables al dinero. Se acercaron demasiado al monstruo. Un episodio de la moderna mitolog¨ªa va a consistir en ver c¨®mo enloquecen p¨²blicamente estos personajes antes de ser devorados por el Gran Cocodrilo. Por muchos dosieres, conversaciones y v¨ªdeos grabados que tengan en su poder, no les servir¨¢n de nada. Tal vez algunos pol¨ªticos corruptos ser¨¢n llamados por el juez, pero ellos tendr¨¢n un destino peor que la c¨¢rcel: acabar¨¢n en la puerta de los juzgados vestidos de Superman. No se puede vivir despu¨¦s de haber navegado con unos barcos tan maravillosos. Antes del enfrentarse a la ceniza, los grandes romanos ped¨ªan la cicuta. Vivimos tiempos muy d¨¦biles. Estos tiburones financieros tampoco aman las balas de plata.
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