Viejo burdel

Un embrollo, un follet¨ªn, un enrolle. Viene de un teatro permanente de Oscar Wilde a Alonso Mill¨¢n, pasando por Alfonso Paso. Buenos y malos. El escenario es una casa de lenocinio, como dicen los personajes, la madama y algunas pupilas supervivientes (no por mucho tiempo: hay cr¨ªmenes de psic¨®pata); y el Duque, que lo iba llenando con ni?as que sacaba de la protecci¨®n a la menor; y con un hijo abandonado aparecido al final... Humor duro y negro: se lo supongo a la autora; se lo niego a la directora, que por el deseo de que sea tranquilo y sosegado, sin gestos (no como sus antepasados, que no tuvieron escr¨²pulos: excepto Wilde), hace que todo parezca en serio. O, por lo menos, a sus espectadores, que la siguen desde Olvida los tambores hasta las buenas series que hizo en televisi¨®n: se ve un panorama de cabezas blancas -yo me a?ado al empedrado- que se quedan un poco at¨®nitos ante el arranque de vocabulario desvergonzado con que comienza. A m¨ª me parece que, dentro del humor, de la frivolidad, hay una pretensi¨®n de cr¨ªtica, del origen de la corrupci¨®n: el Duque. Eso s¨ª, convertido al final, con "toma de conciencia".Sea como sea, se hace una comedia comercial: mejor que otras, a pesar de su disparate. Si el p¨²blico la traspasa, acepta sus compromisos, valdr¨¢ de algo.