El Rayo no se levanta del suelo
El conjunto de Vallecas cede un punto en su estadio ante el modesto Orense
JOS? MIGU?LEZ Acab¨® el partido y Vallecas pronunci¨® otro discurso airado: silbidos, gritos, quejas, protestas, insultos, gestos... El Rayo no se levanta del suelo. Ayer recibi¨® la visita de una de las piezas m¨¢s d¨¦biles de la categor¨ªa, el Orense, un equipo con una defensa de chocolate, y le regal¨® un empate. El Rayo sigue sin encontrar el camino bueno para encauzar su retorno a Primera.
Llegaba el Orense con el cartel de pen¨²ltimo en el costado y el Rayo se frotaba las manos. Se promet¨ªa un pu?ado de goles, los suficientes para calmar a la familia Ruiz-Mateos; una sesi¨®n de buen f¨²tbol, la adecuada para callar a los cr¨ªticos de David Vidal y contentar a una afici¨®n cada vez m¨¢s harta. El Rayo, en suma, esperaba al Orense con los brazos abiertos, convencido como estaba de que en el conjunto gallego estaba la soluci¨®n a buena parte de sus problemas.
Pero no se hab¨ªan alcanzado los 60 segundos de partido cuando el c¨¢ntaro se rompi¨® en pedazos. Israel, un producto de la cantera del Atl¨¦tico, le quit¨® la pelota a Barla, corri¨® pegado a la cal derecha hasta el l¨ªmite del campo, levant¨® la cabeza y centr¨® al otro lado. All¨ª, Muguerza conect¨® un remate cruzado que super¨® a Espa?a (debutante gracias a la sanci¨®n de Wilfred). As¨ª que la ma?ana magn¨ªfica que se promet¨ªa el Rayo naci¨® oscurecida. Tocaba sufrir de nuevo: en estado de urgencia de resultados, un marcador en contra.
Y, sin embargo, el gol le vino bien al Rayo. Al menos en apariencia. Durante unos minutos asom¨® una cara distinta. Con un dibujo similar, pero con mayor decisi¨®n para asaltar la porter¨ªa contraria. En apenas quince minutos, los de casa juntaron m¨¢s ocasiones que en toda la Liga. La mayor¨ªa, concesiones del rival. Y todas malogradas de forma desesperante.
Por entonces ya se echaba de menos a On¨¦simo. Una lesi¨®n le hab¨ªa condenado a ver el partido desde la grada. Y el Rayo, que no tiene mucha m¨¢s munici¨®n que sus regates, lo acus¨®. La gente, vistas las facilidades que daba la defensa del Orense, se lamentaba ("si estuviera On¨¦simo...", comentaba), convencida de que los quiebros de su delantero favorito habr¨ªan agujereado por todos lados a una defensa como la rival: blanda, insegura y demasiado f¨¢cil de desbordar.
Pero On¨¦simo no estaba. Y sin ¨¦l las carencias ofensivas de, su equipo se hicieron inmensas. Sobre todo, las de su habitual acompa?ante, Rodr¨ªguez, que fue la desesperaci¨®n de Vallecas. Reuni¨® tantos lances absurdos que el p¨²blico acab¨® por concentrar en su persona toda la indignaci¨®n que le despert¨® el partido.
La grada le concedi¨® espacio para poner la mala suerte como excusa en su primer error (un remate fuera, con Ares batido, a un metro de la l¨ªnea de gol); le recrimin¨® en el segundo (Juanmi le dej¨® solo ante Ares, pero se entretuvo y acab¨® perdiendo el bal¨®n); se llev¨® las manos a la cabeza en el tercero (recibi¨® un pase de Alc¨¢zar dentro del ¨¢rea, se qued¨® s¨®lo ante Ares y resbal¨® en el peor momento), y acab¨® por mandarle al cuarto de ba?o en el ¨²ltimo (una pifia desde el medio del campo en un intento de tiro sorpresa).
Antes de que Rodr¨ªguez completara su colecci¨®n de desaciertos, el Rayo consigui¨® empatar. Y con una firma inhabitual, la de Barla. Todo volv¨ªa a pintarse de rosa para el Rayo, que, adem¨¢s, se quedaba en superioridad num¨¦rica a cinco minutos del descanso (Rodolfo,, otro ex del Atl¨¦tico, recibi¨® su segunda amarilla). Ni as¨ª. Los de Vallecas se adue?aron de la pelota, metieron al Orense en su cocina, pero ya no inventaron peligro. Hab¨ªan agotado todas sus ocasiones.
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