Elogio de funcionarios
Con motivo de la ofensiva neoliberal de la pasada d¨¦cada y de la simult¨¢nea quiebra de todas las formas reales y posibles de socialismo se produjo un movimiento de alabanza de mercado y desprecio de Estado que daba por adquirido que toda la capacidad de innovaci¨®n y todo el dinamismo radicaba en el primero, mientras el segundo quedaba como una especie de fardo que nos hab¨ªamos echado encima por el capricho ut¨®pico de unos se?ores de principios de siglo. Reducir la dimensi¨®n del Estado y devolver toda la libertad a la iniciativa privada vinieron a ser las rectas pregonadas a todos los vientos por los profetas de la sociedad mercantil.En consecuencia con esta corriente del esp¨ªritu o, si se prefiere, con este ideal normativo, los valores que llegaron a dominar la vida fueron los m¨¢s acordes con lo que se supone que es el triunfo en el mercado: el dinero. Para obtenerlo, y como si se tratara de una reedici¨®n de la gran ¨¦poca moderada, sirvi¨® de inspiraci¨®n, m¨¢s que el industrialismo ingl¨¦s, lo 'que Aza?a llamaba la "pr¨¢ctica luis-filipesca": la consigna de "enriqueceos" m¨¢s que Ja de producir. Narv¨¢ez, un d¨¦spota que "en un banquete patri¨®tico improvis¨® un soneto horrible henchido de amor a la libertad", y Sartorius, "joven, atrayente, d¨²ctil, (que) reviste la corrupci¨®n en lo que tiene de personal, con apariencias de mecenazgo", fueron sus dos hombres fuertes. El resultado, como ahora, una "extra?a mezcla de primitivismo y dureza, de'corrupci¨®n social y refinada elegancia" que hac¨ªa resplandecer en las fiestas oficiales "cierta barbarie ostentosa, de gente adinerada y sin gusto".
Mientras se jaleaba al mercado, en un marco pol¨ªtico que se daba por inamovible hasta el a?o 2025, el Estado era objeto de un correlatio menosprecio. Al cabo, ese Estado ven¨ªa del franquismo y sus administradores no eran, pues, de fiar. En lugar de potenciar la neutralidad pol¨ªtica, la profesionalizaci¨®n y el rigor t¨¦cnico de los funcionarios, se prefiri¨® premiar la lealtad partidaria proponiendo como cebo el ancho campo abierto por la multiplicaci¨®n de las administraciones p¨²blicas. Los contratos eventuales luego reconvertidos, la amplia discrecionalidad en los nombramientos, la marginaci¨®n de funcionarios meritorios pero escasamente d¨²ctiles a las exigencias del poder, se situaron en la l¨ªnea de lo que. elmismo Aza?a denunciaba como prop¨®sito de "acabar por anexionarse el Estado, convirti¨¦ndolo en dependencia de un partidoY es precisamente aqu¨ª donde ha quebrado el modelo. Personajes como Sartorius se pueden encontrar m¨¢s de media docena; aspirantes a Narv¨¢ez -sin mando en tropa y, por fortuna, sin posibilidad de fusilar- hay unos cuantos.Lo sorprendente es la presencia de funcionarios que no se han convertido en dependencia de nadie ni se han dejado atrapar en las redes de un mercado Luis-filipesco" y de una pol¨ªtica que se "propone la felicidad del pa¨ªs enriqueciendo a los secuaces" y que son capaces de actuar guiados por criterios de estricta profesionalidad. Los periodistas que, no pueden entender las tazones de la existencia de lo que antes se llamaba funcionarios ejemplares fabulan conspiraciones donde s¨®lo h¨¢y orgullo de oficio.
Un gobernador de un banco central que destituye al presidente de un gran banco privado, pretendidamente invulnerable por sus relaciones con la tiara, la corona, el birrete y la estrella de David, y unos fiscales y un juez que env¨ªan a la polic¨ªa a detener a un presunto delincuente blindado de dossiers y de cintas magnetof¨®nicas, han sido a fin de cuentas quienes han comenzado a clausurar una etapa de nuestra historia de la que lo menos que podr¨¢ decirse es que ni la clase pol¨ªtica ni el, mercado brillaron a la altura de las expectativas en ellos depositadas. Si queda todav¨ªa un resto de ¨¦speranza es porque unos funcionarios, inc¨®modos para los pol¨ªticos, despreciables para los financieros, han cumplido con su deber.
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