Victoria y sus milagros
Hizo muy bien el Teatro de La Zarzuela al traernos de nuevo a la gran Victoria de los ?ngeles. S¨®lo por lo que ha sido y le debemos merece la soprano barcelonesa un permanente homenaje; pero no se trata de eso, pues Victoria, con su inteligencia prodigiosa, su voz pur¨ªsima, hoy un poco bru?ida por los a?os, su dicci¨®n perfecta y su gracia de expresi¨®n, nos asegura siempre algo casi milagroso: la presencia de la m¨²sica en el sentido m¨¢s elevado del t¨¦rmino.Esta vez, Victoria, con la valiosa colaboraci¨®n de un, int¨¦rprete de talla y m¨²sico ¨ªntegro como es Alberto Guinovart, dej¨® de lado el repertorio germano para transitar por el franc¨¦s y el espa?ol a trav¨¦s de unas cuantas, maravillas. Para comenzar, Gabriel Faur¨¦, en el que se define la canci¨®n francesa con personalidad independiente del lied, precisamente por la aplicaci¨®n de sus principios a la lengua gala y al esp¨ªritu de su po¨¦tica, bien se trate de Gautier (Chanson du P¨¦cheur), de Bordese (En pri¨¦re) o de Berlaine (Mandoline), acaso la identificaci¨®n m¨¢s ¨ªntima de Faur¨¦ con un poeta. Las tres p¨¢ginas fueron sentidas, dichas y cantadas por Victoria con ese tono que la mantiene como se?ora de la l¨ªrica contempor¨¢nea.
Victoria de los ?ngeles
Teatro de La Zarzuela-Fundaci¨®n Caja de Madrid, Victoria de los Angeles, soprano; A. Guinovart, pianista. Obras de Faur¨¦, Ravel, Debussy, Canteloube, Mompou, Guridi, Montsalvatge y Pedrell. Auditorio Nacional de Madrid, 27 de octubre.
Despu¨¦s, Ravel en un grupo peculiar y un tanto aparte: el que se apoya en concretos temas populares de Espa?a, Francia, Italia y la herencia hebraica. Como siempre que asoma con definici¨®n el car¨¢cter, toda evanescencia se torna aqu¨ª realista, en mayor o menor medida, y es preciso, como hizo Victoria, cantar con los pies firmes sobre la tierra.
Las Tres canciones de Bilitis, sobre Pierre Louys, nos dijeron una vez m¨¢s las sustanciales diferencias que separan a Ravel de Debussy. Escritas entre 1892/98, son anteriores a la m¨²sica incidental sobre el mismo tema que resucitara Boulez en 1965. La flauta de pan, la larga cabellera, el bosque helado que habitan s¨¢tiros y ninfas, todo un mundo debussyano, que se engrandecer¨¢ en Pell¨¦as, se alza como la m¨¢s, elegante sensualidad que la m¨²sica ha dado. Del genio de Victoria de los Angeles fluy¨®, un nuevo encantamiento.
El combat del somni, de Jan¨¦s y Mompou, parec¨ªa un puente unificador de lo franc¨¦s y lo espa?ol, en tanto Montsalvatge se aleja de la pen¨ªnsula en el antillanismo de las canciones negras, y Guridi planta sus reales al estilizar la vieja Castilla, antes de que baj¨¢ramos a las meridionales Canciones arabescas, de Pedrell: popularismo directo, como el de Canteloube y un piano, al modo de ¨¦ste, menos creativo. Victoria dio con el acento y el sentir de cada autor y recibi¨® oleadas de aplausos que nos valieron una prodigiona habanera, un inolvidable f¨¢do de Ernesto Halffier y una lecci¨®n en las seguidillas de Carmen. Brav¨ªsima artista, brava m¨²sica y bravo pianista.
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