Pornogr¨¢fica adaptaci¨®n de Moravia
Tras una etapa inicial de su carrera donde rueda comedias, documentales, spaguetti-westerns y pretenciosas e irregulares producciones en las que trata de dar una visi¨®n personal y anarquista de la vida, el milan¨¦s Tinto Brass reencuentra su camino al apuntarse al cine er¨®tico que comienza a hacerse en Italia a mediados de los a?os setenta. El ¨¦xito de Salon Kitty (1976), un porno blando apoyado en la est¨¦tica del III Reich, le lleva a la conflictiva Cal¨ªgula (1979), sobre un gui¨®n del novelista norteamericano Gore Vidal, y a La llave (1983), posiblemente su mejor trabajo gracias a la presencia de la siempre deslumbradora Stefania Sandrelli.
Tinto Brass trabaja con regularidad, pero hace tiempo que su cine carece del menor inter¨¦s, depende demasiado de los atractivos carnales de sus siempre bien dotadas y variadas protagonistas. Sin embargo, todav¨ªa sigue encerrando en sus pel¨ªculas una cierta coartada cultural para intentar llegar a otro tipo de p¨²blico en sus filmes se proyecten fuera de los canales de exhibici¨®n X.
El hombre que mira
Director, guionista y montador: Tinto Brass. Fotograf¨ªa: Massimo di Venanzo. M¨²sica: Riz Ortolani. Int¨¦rpretes: Katarina Vasilissa, Francesco Casale, Cristina Garavaglia, Raffaella Offidani, Francesco Branciaroli. Italia, 1993. Estreno en Madrid: Rex, Minicines, Albufera.
Desnudos
En esta ocasi¨®n, la coartada es El hombre que mira, una de las ¨²ltimas y m¨¢s irregulares novelas del famoso escritor italiano Alberto Moravia, pero s¨®lo se trata de un punto de partida que poco le interesa y en el que en ning¨²n momento profundiza. Las complejas relaciones que se establecen en la obra original entre una mujer, su marido y su suegro, que viven juntos en un gran piso en Roma, ¨²nicamente son una excusa para desnudar a las redondas Katarina Vasilissa; Cristina Garavaglia, Raffaella Offidani y que Francesco Casale y Francesco Branciaroli exhiban unos grandes falos de atrezo. De manera que el resultado es una aburrida sucesi¨®n de encuentros carnales rodados con un abuso de primeros planos, pero donde se diluye demasiado deprisa el inicial inter¨¦s de dotar al conjunto de una m¨ªnima estructura dram¨¢tica. Aunque tanto los decorados como la fotograf¨ªa, como suele ser habitual
en las pel¨ªculas de Tinto Brass, tienen un tono homog¨¦neo y est¨¢n especialmente cuidados.
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