Sin t¨ªtulo
Esta puta plaza, con su luz mortecina y su aire viciado, contempla noche a noche mi ca¨ªda en el agujero, un pozo negro y profundo. Se respira la muerte. Es tan densa que se puede tocar, te aplasta, invade toda la plaza. Invade los edificios, los cuerpos, las almas. Se extiende y crece. Esta plaza es muerte. Ayer estaba tirado en la calle esperando al camello de turno y pensaba en dejar este lugar, en mudarme a cualquier sitio, donde fuese. Pronto me di cuenta de que no podr¨ªa. Este sitio, a la vez que me destruye, me mantiene vivo. Fuera de aqu¨ª no sobrevivir¨ªa dos d¨ªas. ?sta es mi casa. En eso lleg¨® el Harlowe, as¨ª que me levant¨¦ como pude y arrastr¨¦ los pies para llegar junto a ¨¦l. El suelo desped¨ªa un olor a humedad y putrefacci¨®n que me oprim¨ªa los pulmones. El Harlowe era un trafiqueta de poca monta que sol¨ªa apostarse junto al cine Callao. La verdad es que era un gilipollas, pero pasaba buena mierda. Ahora est¨¢ muerto. Muri¨® justo anoche. Estaba pas¨¢ndome unos gramos cuando lleg¨® un t¨ªo enorme por detr¨¢s de nosotros y le meti¨® tres pu?aladas en la, espalda; despu¨¦s sigui¨® andando tan tranquilo y desapareci¨® por una esquina. El Harlowe puso los ojos en blanco y se cay¨® encima de m¨ª, nos fuimos los dos al suelo. Balbuceaba palabras sin sentido e intentaba decirme algo. El muy cabr¨®n se iba a morir en. mis brazos, de modo que le dije: "Mira, t¨ªo, no tengo tiempo para estas chorradas", y le apart¨¦ para levantarme. Ya me iba a ir cuando el Harlowe solt¨® un enorme chillido, agudo e hiriente, como el de un cerdo en el matadero, y la palm¨®. Entonces me agach¨¦, busqu¨¦ en su vieja gabardina y cuando encontr¨¦ todo el material se lo quit¨¦.
El Onetti siempre con el mismo rollo: "T¨ªo, un d¨ªa voy a poner un a bomba en la puta FNAC de los cojones, te lo juro. Me voy a cargar a todos estos cabrones chupasangres de mierda y luego me voy a mear en sus cuerpos calcinados, ?hijos de puta!, ?bastardos!", y entonces se pone a hurgar en un contenedor de basura y tira todos los desperdicios contra la puerta de FNAC. Como es l¨®gico, enseguida sale el segurata amenaz¨¢ndonos y tenemos que salir cagando hostias. El Onetti corre y se descojona, mientras va gritando a toda la gente por la calle ,,?imb¨¦ciles!, ialienados de mierda!, ja, ja!". Siempre igual.
Vaya personaje el Onetti. Es un freudo-marxista qu¨¦ vive entre cartones en la calle de San Mart¨ªn, en una caja de Sony muy acogedora. Solemos ir mucho juntos, cuando no estoy colocado. Me gusta porque es un intelectual.
Recuerdo un d¨ªa que est¨¢bamos pidiendo junto a la boca de metro y se nos acerc¨® un testigo de Jehov¨¢ habl¨¢ndonos sobre el fin del mundo y no s¨¦ qu¨¦ m¨¢s. Le agarramos por banda y empezamos a darle de hostias hasta que dej¨® de moverse; luego le quitamos el dinero que hab¨ªa recaudado y nos fuimos. Estuvo bien.
Onetti dice que esta plaza tiene algo maligno, que envenena a la gente. Por las noches esto adquiere un aspecto fantasmal, irreal, con cientos de luces entrelaz¨¢ndose con serpientes el¨¦ctricas, sobrenaturales, volando fugaces sobre nuestras cabezas, rebotando en el suelo h¨²medo y caliente, atravesando todo cuanto se les pone por delante, dejando peque?os embriones en el interior de las cosas y las personas. El olor putrefacto de la carne rancia de decenas de yonquis invade el lugar; los camellos se apostan en sus esquinas junto con las putas y los chaperos que venden su culo porque tienen que vivir. Vivimos en Callao como podemos, vivimos en cajas de cart¨®n o en apartamentos sucios e infectos, y pedimos dinero o vendemos nuestro culo para comer o para conseguir otro chute, para seguir d¨ªa tras d¨ªa viviendo y muriendo a la vez en esta jodida plaza, que nunca te deja solo, porque siempre sabes que te abrigar¨¢ y te calentar¨¢ y te dar¨¢ cobijo y te alimentar¨¢... ; en esta plaza que ninguno queremos abandonar ni abandonaremos nunca porque es nuestra, nuestra de verdad: la llevamos dentro y sentimos c¨®mo se mueve y c¨®mo late, c¨®mo vive en nuestro interior,en una especie de simbiosis: ella se alimenta de nosotros y nosotros nos alimentamos de ella; ella absorbe nuestros l¨ªquidos vitales, succiona nuestra energ¨ªa y nos permite seguir vivos... ?Simbiosis o parasitismo? Nos mantiene vivos, pero ya estamos muertos; nos mantiene en pie, pero hace mucho tiempo que ca¨ªmos; nos llena, pero antes ya nos vaci¨® y dej¨® en nosotros una semilla que germin¨® y nos mantiene como zombies, vagando cada noche por un escenario de muerte, suciedad. Teatro de lo y absurdo.
Las im¨¢genes pasan ante m¨ª sin sentido y la realidad pierde consistencia. Me he metido un buen fije y ahora estoy acurrucado en el suelo, envuelto en una manta vieja y sucia. El Onetti est¨¢. de pie gritando su rollo de siempre y tirando cosas contra las puertas del FNAC. La diferencia es que ahora es de noche y no est¨¢ el segurata de siempre. Se lo est¨¢ pasando bomba, el t¨ªo. Tambi¨¦n lleva un buen coloc¨®n. De pronto o¨ªmos unos gritos un poco m¨¢s all¨¢: "?Vamos a por esos colgados de ah¨ª!". El Onetti se queda quieto y de pronto grita horrorizado "?eskinetos!", y sale corriendo a toda hostia. Yo estoy embobado y sigo sin reaccionar. Un sonido de frenazo y un golpe seco me saca del ensimismamiento. Miro y veo al Onetti bajo las ruedas de un coche con la cabeza partida en dos. De repente me veo rodeado por un grupo de rapados. "?Te vas a cagar, puto drogata!"
Lo acepto. Ya he durado bastante, y estoy seco. No me queda nada que ofrecer a, esta plaza. Para m¨ª se ha acabado todo, pero vendr¨¢n otros, Eso siempre, porque pase lo, que pase Callao siempre se las agencia para sobrevivir.
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