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De las dos afirmaciones originarias contra las que ha tratado de luchar, siempre y vanamente, la pol¨ªtica, "esto es m¨ªo" y "yo soy esto", s¨®lo queda ya en pie la primera. Es el definitivo triunfo del mercado, su apote¨®sica erecci¨®n como ¨²nico sentimiento realmente existente. ?La sustentaci¨®n de la tesis...? Ayer, en este mismo peri¨®dico: "Menem quiere comprar las Malvinas". Ese t¨ªtulo y lo que le segu¨ªa, la deliciosa cr¨®nica que le segu¨ªa. Al trasluz de esas l¨ªneas de J. J. Azn¨¢rez ve¨ªa yo al orgulloso british pavone¨¢ndose con indecisi¨®n coqueta: "?As¨ª que todo esto valgo yo, todo esto vale mi identidad centenaria labrada a sangre, conquista, barcos y fuego? ?Cromwell, Nelson, Churchill, Bobby Charlton! ?Y no podr¨ªamos llegar a 200 milloncetes? ?200, y yo, hoy mismo, argentino!'.La iniciativa de Menem, cuyas consecuencias est¨¢n lejos de poder ser previstas, tiene un agregado did¨¢ctico de extrema utilidad e importancia: sit¨²a el sentimiento nacional all¨ª donde merece -es decir, m¨¢s que al lado del dinero, revuelto con el dinero- y le otorga esa caracter¨ªstica vol¨¢til de todo sentimiento que se precie. Que el sentimiento nacional pueda comprarse, que efectivamente se compre, es un paso de gigante en el objetivo de que finalmente la raz¨®n rija la vida. Tras el trastorno rom¨¢ntico, el sentimiento de pertenencia vuelve a donde el cl¨¢sico lo hab¨ªa colocado: al zoco, all¨ª donde otros sentimientos, como el amor, la venganza o la tristeza, encuentran su tasaci¨®n escueta y eficaz.

Si yo fuera ceut¨ª, o melillense, o gibraltare?o, estar¨ªa ahora hecho unas pascuas, evaluando. Y aun, as¨ª, catal¨¢n como soy -som i serem-, espa?ol como soy tambi¨¦n -"la cosa m¨¢s importante que ser se puede en este mundo"-, estoy dispuesto a estudiar desde hoy mismo cualquier oferta seria.