Malos tiempos para Yeltsin
CADA VEZ m¨¢s limitado su campo de acci¨®n, el presidente ruso, Bor¨ªs Yeltsin, juega al escondite con la oposici¨®n ora tratando de contentarla, ora tratando de confundirla. La gran v¨ªctima de este lamentable estado de cosas es la reforma econ¨®mica, que acaba de sufrir otro rev¨¦s con la dimisi¨®n del ministro de Econom¨ªa y viceprimer ministro, Alexandr Shojin, convencido, seg¨²n sus palabras, de que Yeltsin aspira ya a durar mucho m¨¢s que a gobernar. Shojin renunci¨® por el nombramiento, sin haber sido informado, de un nuevo ministro de Finanzas, Vlad¨ªmir Panskov, un hombre con notorios v¨ªnculos con diversos escenarios de corrupci¨®n, que se interpreta como una nueva concesi¨®n a la oposici¨®n conservadora en el Parlamento.Y la precariedad general tender¨¢ a agudizarse seg¨²n se acerca la fecha de las elecciones presidenciales de 1996. Con un Yeltsin marcado por los rumores sobre su salud y debilitado por un Parlamento antirreformista es dif¨ªcil pensar que el presidente pueda acometer con ¨¦xito unas reformas que ya ni siquiera se sabe si pretende.
A falta de un limpio juego parlamentario en el que el Gobierno de Chernomirdin deba sostenerse por un apoyo claro en la C¨¢mara, Yeltsin va soltando lastre para aplacar a sus adversarios en la Duma. Ayer tuvo que aceptar una ley que previamente hab¨ªa rechazado y que limita la autonom¨ªa del Gobierno en ciertos cap¨ªtulos de gasto. La consecuencia de todo ello es que uno a uno han ido desapareciendo los miembros del equipo reformista de Yegor Gaidar, el jefe de Gobierno anterior a Chernomirdin, que cay¨® tambi¨¦n cuando las presiones de la antigua nomenklatura se. hicieron insoportables. Y el nombramiento del reformista Anatoli Chubais como viceprimer ministro m¨¢s bien parece una patada hacia arriba para despojarle del cargo de responsable de la pol¨ªtica de privatizaci¨®n y de competencias econ¨®micas en general.
La progresiva liquidaci¨®n de las promesas de austeridad fiscal y la renuncia a poner en pr¨¢ctica las exigencias de las instancias monetarias internacionales para la reconstrucci¨®n de la econom¨ªa rusa no ser¨ªan tan criticables si existiera una pol¨ªtica de recambio. Pero no es as¨ª. Yeltsin vive al d¨ªa y la confianza internacional en los planteamientos econ¨®micos de Mosc¨² se halla en ca¨ªda libre. As¨ª lo acusa la constante p¨¦rdida de valor del rublo frente al d¨®lar, que la semana pasada cay¨® en un solo d¨ªa en m¨¢s de un 20%.
Yeltsin chapotea pactando una supervivencia
con la que espera llegar a las presidenciales de 1996, el Parlamento se divide en fraccionamientos siempre cambiantes que no segregan tampoco una alternativa al marasmo presidencial, y la opini¨®n sufre las consecuencias de una crisis econ¨®mica cada d¨ªa m¨¢s aguda. Todo ello, extraordinarios alicientes para los aprendices de brujo partidarios de soluciones no democr¨¢ticas. Son muchas las sombras que amenazan a Rusia. Comunistas, ultranacionalistas y fascistas proclamados han visto converger sus intereses. Las declaraciones del ministro de Defensa, Grachov, a este peri¨®dico, publicadas ayer, son un aviso m¨¢s de que los augurios de cat¨¢strofe est¨¢n a¨²n lejos de poder ser desechados. Decir, como dijo, que el Ej¨¦rcito no tolerar¨ªa a un ministro de Defensa civil puede ser un aviso. Y otros generales, como Lebed, pueden ser a¨²n menos respetuosos con la soberan¨ªa del poder civil.
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