R¨¦plica de Ferlosio
Le pido disculpas a don Eugenio Su¨¢rez por no haber citado su nombre como autor de la frase ?Y para esto hemos muerto un mill¨®n de hombres?" y haber puesto "espa?oles" donde deber¨ªa decir "hombres", pero lo cierto es que al escribir "aquel falangista defraudado por los a su juicio menguados beneficios obtenidos a ra¨ªz de la victoria de los Nacionales" yo no estaba omitiendo -un nombre que conociese o recordase, si es que lo supe alguna vez. El se?or Su¨¢rez debe comprender que en los 40 a?os -quiz¨¢s m¨¢s largos que cortos- transcurridos, desde "cuando entonces", copio dice felizmente Umbral, 'su memorable frase, ha pasado, al acervo de lo legendario y por tanto como una an¨¦cdota gen¨¦rica y an¨®nima. Tan larga rodadura no pod¨ªa por menos que redondearla y reacu?arla con moldes de arquetipo; y, en efecto, como de molde le ven¨ªa lo del "falangista defrau-Pasa a la p¨¢gina siguiente Viene de la p¨¢gina anterior
dado", por ser un descontento semejante caracter¨ªstico de ciertos sectores de Falange. Por un momento pens¨¦ que hasta podr¨ªa ser un chiste inventado -lo que era, por lo dem¨¢s, indiferente a mi prop¨®sito, y lo habr¨ªa usado igual-, aunque me pareci¨® demasiado ingenioso y bien tra¨ªdo para la escasa y burda imaginaci¨®n de los chistosos. Lo que se hace proverbial sobrevive y funciona como an¨®nimo: "?Ah¨ª me las den todas!" dicen unos, "A enemigo que huye, puente de plata" dicen otros, sin que, para que les sirvan tales expresiones, necesiten saber que la primera fue el comentario de un converso sevillano (cuyo nombre tambi¨¦n he olvidado, pero est¨¢ consignado, si no recuerdo mal, en el libro de Caro Baroja sobre los jud¨ªos espa?oles) al enterarse, ya a salvo en Bayona o en Holanda, de que hab¨ªa sido quemado en efigie en su ciudad de origen, y la segunda es una frase del Gran Capit¨¢n, proferida, si mal no recuerdo, en una de las jornadas de la batalla del r¨ªo Garellano. No creo que al se?or Su¨¢rez le disguste, aun a costa de un redondeo tan oportuno como el de decir "espa?oles" donde ¨¦l dijo "hombres", que su frase haya pasado al casi necesario anonimato de lo legendario. Como quiera que sea, yo, por lo menos, como an¨®nima la us¨¦.
El doctor Camis¨®n no fue exactamente abuelo m¨ªo, sino medio hermano de mi bisabuelo. Por otra parte, no puedo descartar que, como dice don Eugenio, "de vivir hoy quiz¨¢s habr¨ªa sido ya convocado por el juez Moreiras" o incluso -a?ado yo- de otra instancia m¨¢s severa, ya que lo que de ¨¦l, en su d¨ªa, vino a decirse fue que hab¨ªa especulado a cuenta de su conocimiento cl¨ªnico sobre la salud de Alfonso XII ' de quien era m¨¦dico de c¨¢mara. La acusaci¨®n, en todo caso, depende de tres datos; uno, incognoscible: con qu¨¦ anticipaci¨®n, precisi¨®n y certidumbre sab¨ªa ¨¦l de la pr¨®xima muerte del rey, y dos, averiguables en mayor o menor grado: hasta qu¨¦ punto ten¨ªa informado de ello al presidente del Consejo (C¨¢novas) y cu¨¢les fueron sus operaciones financieras en aquellos meses. Con todo, Melchor Fern¨¢ndez Almagro, en su Historia cl¨ªnica de la Restauraci¨®n, lo saca limpio de toda sospecha; pero yo no dispongo de datos ni para corroborar la opini¨®n de don Melchor ni para contradecirla.-
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