La c¨¢mara oculta,
Lo que m¨¢s incordia de El Corte Ingl¨¦s y de esos lugares de trabajo donde tan de moda est¨¢n las c¨¢maras ocultas para propios y extra?os es que uno no puede sacarse tranquilo las pelotillas de la nariz. La democracia no s¨®lo consiste en que Palomino tenga derecho a defenderse de supuestas injurias, sino en rascarse pl¨¢cidamente all¨¢ donde a uno le pique y donde crea que nadie le ve.El alcalde de Madrid propondr¨¢ hoy en la junta local de Seguridad, formada, entre otros, por representantes del Ministerio del Interior, la instalaci¨®n de c¨¢maras en las calles de Centro para acabar con la delincuencia. El ministerio ya baraj¨® la posibilidad, pero la desech¨® por cara. Si el Ayuntamiento, cosa que dudo, est¨¢ dispuesto a correr con la mayor parte de los gastos t¨¦cnicos y con el salario de algunos mendas dispuestos a tragarse el seguimiento de las grabaciones, igual se sale con la suya.
Pero ahora viene un buen hombre de Cuenca con su secretaria, en plan ad¨²ltero de pro y despu¨¦s de un garbeo por Serrano se la lleva a la calle de Carretas para que vea que es un t¨ªo de mundo. "Mira, Juani, cari?o, la jeringuilla se la est¨¢ clavando el pobre en el tobillo porque es la ¨²nica parte del cuerpo donde a¨²n no se ha metido". "Ay, qu¨¦ cosas dices, Anselmo", y resulta que all¨¢, en una oscura oficina aleda?a a nuestro alcalde, un funcionario municipal fisga a los t¨®rtolos.
?Co?o!, pero si ¨¦se es mi cu?ado, el de Motilla de Palancar! ?Y qu¨¦ hace ah¨ª mirando a un yonqui con la Juani colgada del brazo? Le via sacar un primer plano al baboso ¨¦ste que se vacag¨¢. Y despu¨¦s se lo mando a mi hermana, que a ella le gustan mucho los v¨ªdeos de primera.
Al rato, la c¨¢mara grabar¨¢ alg¨²n tir¨®n de bolso o tal vez alg¨²n trilero, de esos que manejan tres cubitos y una miga de pan, pero tampoco importar¨¢ mucho, porque a los tironeros y a los trileros los est¨¢n viendo, todos los d¨ªas robar en directo y nunca los cogen. Eso s¨ª, se podr¨¢ hacer la moviola y ver d¨®nde estaba el truco.
Otras veces, el funcionario encargado del seguimiento observar¨¢ c¨®mo dos polic¨ªas nacionales en horas de servicio se meten cada tarde a la misma hora en la misma cafeter¨ªa y salen dos horas despu¨¦s, pero tampoco importar¨¢ mucho, porque a los pocos meses todos los polic¨ªas ociosos sabr¨¢n d¨®nde est¨¢ la c¨¢mara que los vigila y volar¨¢n hacia otra cafeter¨ªa.
Para entonces, los chorizos tambi¨¦n conocer¨¢n el emplazamiento y saludar¨¢n a la audiencia con el rostro emboscado en un pa?uelo l¨ªnea manifestante de HB, antes de soltar un navajazo.
Y en la mayor¨ªa de las ocasiones lo ¨²nico que grabar¨¢ el invento ser¨¢n nuestras peque?as intimidades inconfesables, ac¨¢ donde uno se mira de reojo en los escaparates tap¨¢ndose la calva con el flequillo, all¨¢ donde la otra se sube la minifalda hasta las bragas, el recluta que se saca los trozos de calamares en las enc¨ªas con un dedo, y el vejete que vuelve la cara cuando pasa una t¨ªa buena. Nada de eso tiene por qu¨¦ ocultarse, casi todo el mundo lo ha hecho alguna vez, vivan los c¨ªnicos griegos que se masturbaban en las plazas p¨²blicas, pero si la gente no quiere sentirse vigilada habr¨¢ que tener en cuenta su opini¨®n. Conclusiones: que si el alcalde, en vez de avalar su propuesta con una visita tur¨ªstica a la City de Londres (adujo que en ese emporio econ¨®mico hab¨ªan dado resultado), aporta cifras serias sobre zonas similares a Centro donde ha disminuido la delincuencia, bienvenida sea la iniciativa. Pero que cuenten con los reclutas, los viejos, las t¨ªas buenas y los calvos con flequillo. Que tambi¨¦n votan.
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