"Estaba paralizada y, si no escrib¨ªa 'Paula', no pod¨ªa seguir viviendo"
ENVIADO ESPECIALPaula, el ¨²ltimo libro de Isabel Allende, no es una novela, es un exorcismo. Lo escribi¨® a lo largo del interminable a?o que pas¨® junto a su hija, de 28 a?os, desde que cay¨® en estado de coma, en Madrid, a causa de una extra?a enfermedad llamada porfiria, hasta que muri¨® en sus brazos en su casa californiana de Sawalito sin haber despertado. Una senda que llev¨® a la escritora chilena a asumir el papel del gu¨ªa que conduce hasta las puertas del m¨¢s all¨¢ y que ahora le lleva a decir que "hay que entender que la temporalidad y el sufrimiento son la parte esencial de la experiencia humana. En el fondo, lo que importa es que vamos a inonr, pero nos olvidamos de que la. muerte est¨¢ todo el tiempo asornada por encima del hombro. Yo ya le he perdido el miedo a la. muerte". Isabel Allende, a sus 52 a?os, no tiene pudor. Su libro es tambi¨¦n una completa autobiografia en la que no esconde ni los episodios m¨¢s bochornosos, aqu¨¦llos a los que la mayor¨ªa de los humanos aplicamos nuestra mejor memoria selectiva. Paula es, igualmente, un ejercicio formal que se separa de su estilo narrativo habitual y que, posiblemente, suponga algo m¨¢s que un simple giro en la carrera literaria de la autora de La casa de los esp¨ªritus. Pero ni una cosa ni la otra parecen afectarla lo m¨¢s m¨ªnimo.
Paula, que editar¨¢ en breve Plaza y Jan¨¦s, nace al igual que su primera obra, sin pretensiones literarias, como una larga carta. Si La casa de los esp¨ªritus est¨¢ dirigida a su abuelo Tata, en este caso est¨¢ destinada a su hija para cuando despierte, lo que no sucedi¨®. "Cuando empec¨¦ a escribirlo no ten¨ªa ninguna intenci¨®n de publicarlo, lo que estaba haciendo era una especie de catarsis. Despu¨¦s, cuando tom¨¦ la decisi¨®n de publicarlo, se plante¨® la idea de quitarle partes, porque no hab¨ªa ninguna necesidad de exponerse tanto. Y no pude hacerlo. Supongo que porque soy muy arrogante y pienso que no tengo que avergonzarme de nada, que la vida es as¨ª, y que, la m¨ªa, como la d¨¦ todo el mundo, est¨¢ llena de partes que tal vez uno preferir¨ªa no mostrar".
En lo que a su estrategia profesional se refiere, Isabel Allende tiene muy claro que lo suyo no es una "carrera" y que ella no es una "intelectual". "No tengo ni idea sobre si voy a volver a escribir o de c¨®mo voy a escribir en el futuro. El 8 de enero [la fecha exacta en la que por superstici¨®n siempre empieza sus libros] ya llega y no creo que empiece un libro nuevo. No pod¨ªa hacer ninguna otra cosa si no pasaba por la monta?a que era escribir ¨¦ste. Estaba totalmente paralizada y, si no lo escrib¨ªa no pod¨ªa seguir viviendo. Lo escrib¨ª por necesidad imperiosa y lo que pase despues ya se ver¨¢, tal vez no vuelva a escribir. No me preocupa, no tengo la obsesi¨®n de la p¨¢gina en blanco; si tengo algo que poner lo pondr¨¦ y, si no, no pasa nada har¨¦ empanadas".
Cuesta creer, sin embargo, que ese deseo de "contar historias" que la ha impulsado hasta ahora no le fuerce en el futuro a profundizar en la experiencia de la que Paula s¨®lo parece ser la primera piedra. "Yo no creo en los fantasmas", dice con seriedad quien parece moverse sin problema por el mundo de lo ins¨®lito. "Es dif¨ªcil explicarlo", a?ade, "yo no creo que se me vaya a aparecer un fantasma y vaya a mover la mesa, a pesar de que lo he visto. Me cuesta creerlo. Sin embargo, creo que cada uno de nosotros y cada cosa que existe tiene un componente espiritual que es parte de un esp¨ªritu colectivo, y eso est¨¢ presente. Como nosotros no sabemos las reglas de ese mundo y no podemos medirlo, ni provocarlo, ni dialogar con ¨¦l, lo ignoramos, porque nos es mucho mas f¨¢cil ignorarlo. O bien lo canalizamos a trav¨¦s de una religi¨®n tradicional que nos proporciona respuestas claras. Yo no creo que vaya a ver a Paula de nuevo. No creo que cuando me muera mi ija, convertida en un esp¨ªritu transl¨²cido, me va a estar espera ndo en el otro lado para llevarme a alguna parte. Yo creo que el esp¨ªritu de Paula ven¨ªa de alguna parte y estuvo 28 a?os aqu¨ª, conmigo, y me dio el privilegio de ayudarla a cruzar el umbral cuando lleg¨® y ayudarla a cruzar el umbral cuando se fue. Estuve en esos dos momentos y ella sigui¨® un viaje que tiene que hacer. Yo dispers¨¦ las cenizas de Paula en un bosque cerca de mi casa y voy all¨ª dos o tres veces por semana a pasear".
Puede parecer un discurso pante¨ªsta al uso, pero asegura que lo ha comprobado f¨ªsicamente. "El d¨ªa de la muerte de Paula fue un momento.... Yo admito que soy una persona muy imaginativa, que llevaba un a?o muy extenuada, que estaba en un momento de extrema tensi¨®n emocional; pero esa noche se descorri¨® algo, un velo, que me permiti¨® vislumbrar otra realidad. Para m¨ª fue tan v¨ªvido que no puedo negarlo como no puedo negar el dolor. Paula empez¨® a morir lentamente. Se fue poniendo como azul, se fue ahogando, respirando cada vez m¨¢s lentamente hasta que dej¨® de respirar. Yo me met¨ª en la cama con ella y la sostuve toda la noche. A medida que fue. pasando el tiempo lleg¨® un momento en el que la angustia y el dolor ya no s¨¦ pudieron soportar m¨¢s y cedieron completamente. Y qued¨® una gran paz, la sensaci¨®n de que todo est¨¢ bien, de que morir es como nacer".
Pero si ya no teme a la muerte, s¨ª parece temer a quienes la administran. "S¨ª, tengo una gran desconfianza en la medicina tradicional. Los m¨¦dicos son como dioses, con sus delantales blancos que son como trajes ceremoniales. Y lo que ellos dicen no se puede objetar. Los hospitales son esos horribles lugares donde va la gente, tanta gente humilde, a morir y a sufrir. No hay vuelta. Yo digo en una parte del libro que ah¨ª somos todos iguales; se terminan las clases sociales, las edades, los privilegios. Todos vamos a sufrir, todos vamos a ser humillados una y otra vez, f¨ªsica y emocionalmente".
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