La conferenciante total
Un d¨ªa de los a?os cuarenta dibuj¨¦ Herreros en La Codorniz a uno de sus c¨¦lebres ricachos, un m¨¦dico en esa- ocasi¨®n, visitando a un pobre muy representativo de la ¨¦poca, una especie de Carpanta rodeado de latas vac¨ªas y de cartones rotos. Terminaba la consulta, y el m¨¦dico le aseguraba a su depauperado paciente:. -Bueno, ahora puede usted comer de todo.
Lo cont¨®, recordando aquellos tiempos en que ellos fueron j¨®venes y este pa¨ªs viv¨ªa el principio de los anos grises, Carmen Mart¨ªn Gaite. Era el d¨ªa en que se cumpl¨ªan los 25 a?os de la muerte de Ignacio Aldecoa y el escenario era el abarrotad¨ªsimo sal¨®n de actos de la Fundaci¨®n Juan March, donde la escritora termin¨® el jueves un ciclo sobre la vida, la obra y el tiempo del escritor de Parte de una historia.
Aqu¨¦lla fue s¨®lo una de las m¨²ltiples an¨¦cdotas laterales que busc¨® Carmen para explicar el tiempo de Aldecoa; la gente la escuchaba como si se hubiera detenido el aire de la tarde, y ella iba desgranando, desde un escenario que de pronto se llen¨® de personajes que ella misma interpretaba, con su sabidur¨ªa tranquila y con la sencilla habilidad para restaurar con las palabras, y s¨®lo con las palabras, la atm¨®sfera perdida de una ¨¦poca.
Se apoy¨® en recortes de peri¨®dico, en circunstancias actuales, en su propia memoria y en la memoria de los otros, y de pronto fue una actriz, o una cantante, y traz¨® una especie de novela oral de la ¨¦poca de Aldecoa; por all¨ª desfilaron los mendigos, los censores, los porteros, y las porteras, los cesantes y los desesperados', y todos fueron adquiriendo el car¨¢cter de seres vivos, rescatados del olvido por la mano diestra de una conferenciante verdaderamente total.
Si Carmen Mart¨ªn Gaite hubiera sido contempor¨¢nea de Charles Dickens hubieran viajado juntos por los pueblos leyendo cada uno sus relatos y hubieran cobrado las entradas de su espect¨¢culo a precio de oro; pero es en este tiempo y es en Espa?a, y a¨²n no se cobra por eso. Pero la impresi¨®n que daba la gente que acudi¨® en masa a o¨ªr a Carmen estos d¨ªas de Aldecoa es que hubieran pagado por escucharla.
Dec¨ªa Eugenio d'Ors que en Madrid, a esa hora de la tarde en que todav¨ªa no es de noche del todo, o das una conferencia o te la dan; las p¨¢ginas de convocatorias de los diarios est¨¢n llenas de la evidencia de que esto es as¨ª, y hay profesionales no s¨®lo de la conferencia, sino de la asistencia a las conferencias; entre los asistentes profesionales hay algunos especializados en conferencias con c¨®ctel, pero el universo de la conferencia madrile?a se ha hecho especialmente espartano y ya casi no hay canap¨¦. As¨ª que a estas conferencias de Carmen Mart¨ªn Gaite iba gente verdaderamente interesada por lo que se iba a decir y, especialmente, por c¨®mo se iba a decir.
Carmen se sit¨²a sobre el estrado con la sobriedad que marca el escenario, pero enseguida le da la vida que ella lleva dentro: va adornada -iba el d¨ªa en que la vimos- con una diadema o un pa?uelo plateado que oculta parcialinente el pelo que ha ido ennobleciendo de edad su hermosa cabeza, y se sit¨²a de lado, en la mesa, como si acabara de llegar o como si fuera a irse enseguida se hace con el auditorio, al que a veces mira como si ella misma fuera una espectadora, y se sale del texto para recordar alguna an¨¦cdota que no est¨¢ escrita en sus folios largos. O se detiene para cantar. Canta muy bien, con una, voz n¨ªtida, como de vaso de lujo, con el tono regocijado de quien lo pasa bien haciendo lo que hace y adem¨¢s se sabe las letras.
En su ciclo sobre Aldecoa, Carmen Mart¨ªn Gaite no s¨®lo fue la conferenciante total que es, sino que restituy¨® para los que no lo sab¨ªan la memoria' esencial de una ¨¦poca que tuvo en la literatura -Ferlosio, Sastre, Jos¨¦ Mar¨ªa de Quinto, Luis Mart¨ªn Santos, Jes¨²s Fern¨¢nd¨¦z Santos, Juan Garc¨ªa Hortelano, Juan Benet- el testigo que no se atrev¨ªan a ser los peri¨®dicos. Las hernerotecas no dicen nada de Espa?a, dijo Carmen, y eso que pas¨® en Espa?a la, Espa?a de la miseria, la Espa?a de la bota sobre los derechos de la gente hay que buscarlo en los libros de esos contempor¨¢neos suyos a Ios que ella trat¨® estos d¨ªas de Aldecoa con el respeto, y ¨¦l cari?o exquisitos que a veces proviene, como recordaba el otro d¨ªa Mu?oz Molina al hablar del libro de memorias de Manuel Azc¨¢rat¨¦, de la capacidad que tenemos para recordar, a los otros.
Vivimos en los tiempos del olvido; en los d¨ªas de Aldecoa, Carmen Mart¨ªn Gaite restituy¨® la met¨¢fora de una ¨¦poca y rindi¨® un homenaje a aquel malogrado narrador de la historia menuda de la melancol¨ªa de entonces: dijo que si sus conferencias estaban bien escritas quiz¨¢ era porque se le hab¨ªa pegado algo de la calidad de Aldecoa.
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