El ogro rehabilitado
Cargando un poco la mano podr¨ªa considerarse como el caso de error judicial m¨¢s duradero de la historia. Nada menos que unos 75 millones de a?os, que es la edad aproximada de los restos f¨®siles de un dinosaurio encontrado en Mongolia, en 1923, en medio de lo que se supuso era un nido con huevos pertenecientes a individuos de otra especie.Los cient¨ªficos autores del hallazgo interpretaron, sin una evidencia emp¨ªrica suficiente, que los huevos pertenec¨ªan a un dinosaurio herv¨ªboro e inofensivo, muy distinto a la criatura que nos ocupa, que, como muchos otros animales de la ¨¦poca, a juzgar por sus restos, deb¨ªa tener un aspecto poco tranquilizador. Concluyeron, as¨ª, que un feroz devorador de huevos ajenos fue sorprendido en plena tarea por una tormenta de arena o cualquier otro episodio catastr¨®fico, que lo enterr¨®, junto con sus presuntas v¨ªctimas.
Dicha circunstancia fue la que permiti¨® que, mucho tiempo despu¨¦s, pudiera ser descubierto, pr¨¢cticamente in fraganti, en una disposici¨®n que delataba sus fechor¨ªas en vida. Ovirraptor, es decir ladr¨®n de huevos, fue el nombre
infamante con que se bautiz¨® al especimen encontrado y a iodos sus cong¨¦neres. Rec¨²erdese que en aquella ¨¦poca no se hab¨ªa producido todav¨ªa la explosi¨®n de dinoman¨ªa que nos hace ver hoy a tan formidables bestias como seres simp¨¢ticos y hasta entra?ables.
Durante m¨¢s de setenta a?os el ovirraptor tuvo que cargar con el estigma de monstruo come-ni?os hasta que, hace unas pocas semanas, un nuevo descubrimiento ha dado un vuelco a la historia.
En el mismo paraje, el desierto de Gobi, se han descubierto huevos como los supuestamente saqueados, pero uno de ellos conten¨ªa a¨²n el esqueleto fosilizado del embri¨®n. Pues bien, el peque?o ser ha resultado ser una cr¨ªa del propio ovirraptor. El animal feroz, supuesto azote de nidos ajenos, es m¨¢s probable que estuviera incubando sus propios huevos y protegi¨¦ndolos hasta su eclosi¨®n; el ogro, que no deb¨ªa ser, de todas formas, un osito de peluche, ni por su aspecto ni. por sus costumbres, ha venido a convertirse en un padre, o en una madre, diligente muerto casi en acto de servicio para con su prole.
La hip¨®tesis de 1923 fue una hip¨®tesis de traba o inducida por circunstancias que la hicieron veros¨ªmil, manteni¨¦ndose hasta que nuevos datos han permitido modificarla y, al tiempo, reinterpretar los hechos que indujeron una conclusi¨®n err¨®nea. As¨ª avanza el conocimiento cient¨ªfico y as¨ª seguir¨¢ avanzando. La nueva hip¨®tesis, ciertamente m¨¢s s¨®lida que la anterior, sigue igualmente sujeta al escrutinio de la comunidad cient¨ªfica y a la confrontaci¨®n con nuevos hallazgos experimentales.
M¨¢s all¨¢ de la anecd¨®tica rehabilitaci¨®n del buen nombre del ovirraptor, el descubrimiento del nido en cuesti¨®n, del embri¨®n y de otros similares, ha permitido avanzar en la comprensi¨®n de los h¨¢bitos de algunos dinosaurios como el que nos ocupa, pr¨®ximos a los de los p¨¢jaros, y profundizar en la idea de un origen com¨²n. Como ¨¦stos, el ovirraptor dispon¨ªa, por ejemplo, su puesta circularmente y los proteg¨ªa e incubaba cubri¨¦ndolos con su propio cuerpo.
Los embriones encontrados son otra pieza b¨¢sica para establecer esa relaci¨®n entre los dinosaurios y sus lejanos parientes las aves. Antes de crecer y convertirse en eficaces predadores, las cr¨ªas de muchos de aquellos animales presentaban semejanzas asombrosas con los p¨¢jaros actuales. Un nuevo paso en nuestro camino hacia el entendimiento del remoto pasado de nuestro planeta. No olvidemos que las especies vivientes hoy son el resultado evolutivo de las que han ido desarroll¨¢ndose y, en muchos casos, desapareciendo despu¨¦s, a lo largo de ese pasado.
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