El brujo
He visitado al brujo m¨¢s acreditado de La Habana para que me eche los caracoles. Ha sido benevolente. Me ha escrutado la cara y me ha dicho que morir¨¦ sentado en una mecedora blanca sin molestar a nadie, un d¨ªa muy. lejano todav¨ªa. No se puede pedir m¨¢s, tal como est¨¢n los telediarios. Los caracoles de mar que usa este brujo para la magia son de la mejor calidad, importados de la patria africana de los yorubas, Est¨¢n cargados de energ¨ªa y para sentirla basta- con rozarlos un poco con los dedos. Un fluido llega a tu cerebro y all¨ª se ramifica buscando el punto interior de su selva. S¨®lo hay en La Habana una materia que gana a los caracoles del brujo en electricidad est¨¢tica: este pu?ado de d¨®lares mostosos que llevo en, el bolsillo. Cuando los acaricio tambi¨¦n experimento una paz muy intensa. Le pregunto al brujo qu¨¦ materia posee m¨¢s dioses concentrados, si mis d¨®lares o sus, caracoles. El brujo mira un billete de cien y lo acata. Los caracoles del destino no tienen nada que hacer frente a la potencia an¨ªmica de los d¨®lares. Aunque el brujo se rinde, yo conf¨ªo en el porvenir que me ha pronosticado de forma gratuita. Siempre he so?ado que una manera elegante de acabar con este baile: ser¨ªa sentarse en una mecedora blanca con un sombrero de paja junto al Mediterr¨¢neo y guardar un silencio definitivo durante muchos a?os mirando el horizonte sin mover una pesta?a. El brujo echa ahora el pu?ado de, caracoles en el suelo ante la imagen de la Virgen de la Regla, que es la diosa sincr¨¦tica Yamay¨¢. Seg¨²n la posici¨®n en que han ca¨ªdo, va leyendo en ellos mi porvenir. Habla del amor, del ¨¢ngel de la guarda, de la cuenta corriente, de una piedra en el ri?¨®n, pero yo le digo que se concentre en la mecedora blanca y en la soledad. Los dioses del Caribe no saben nada de soledad. Esa sensaci¨®n aqu¨ª no existe, ya que la vida es una prolongaci¨®n de las caderas del pr¨®jimo. En cambio, me dice que la mecedora blanca que divisa en el horizonte azul s¨®lo puede ser conquistada por medio del silencio. Para saber esto he pagado 20 d¨®lares.
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