Un hombre de paz
El cardenal Vicente Enrique y Taranc¨®n es, sin duda, una figura importante de la reciente historia de Espa?a. Se le recordar¨¢ siempre como hombre de paz y de di¨¢logo. Le toc¨® vivir en una ¨¦poca dif¨ªcil en la que hac¨ªan falta hombres capaces de tender puentes de comprensi¨®n entre distintos sectores de nuestra sociedad.Fue ordenado obispo para la di¨®cesis de Solsona en noviembre de 1945. Ten¨ªa entonces 38 a?os. Fue arzobispo de Oviedo en 1964, de Toledo en 1969, nombrado cardenal por Pablo VI en abril de 1969 y trasladado a Madrid en 1971, donde ejerci¨® su ministerio episcopal hasta 1983. Trat¨¦ de cerca al cardenal Taranc¨®n entre 1973 y 1977, siendo ¨¦l presidente de la Conferencia Episcopal y y9 secretario general.
Su acci¨®n como pastor de la Iglesia brill¨® con luz especial en el periodo de su pontificado en Madrid. Hab¨ªa sido ordenado sacerdote en 1929 y conoci¨®, como sacerdote joven, por experiencia propia, los problemas que se le plantearon a la Iglesia durante la Segunda Rep¨²blica, as¨ª como lo que supuso para Espa?a la tragedia de la guerra civil. En la d¨¦cada de 1970 a 1980, la Iglesia en Espa?a tuvo que hacer frente a graves problemas de divisi¨®n interna. Hab¨ªa amplios sectores que se resist¨ªan a aceptar cordialmente la renovaci¨®n pastoral propuesta por el Concilio Vaticano II, mientras otros grupos m¨¢s din¨¢micos invocaban la autoridad del Concilio para justificar la indisciplina y la arbitrariedad en cuestiones lit¨²rgicas, en la acci¨®n pastoral e incluso en la doctrina de la fe. Pero estas tensiones intraeclesiales estaban relacionadas con las inquietudes en la sociedad civil.
Entre 1965 y 1975, los movimientos obreros luchaban no s¨®lo por la justicia social, sino por la libertad sindical. En aquellos a?os muchos de los pol¨ªticos integrados en el r¨¦gimen de Franco ve¨ªan la necesidad de una evoluci¨®n pol¨ªtica hacia espacios m¨¢s amplios de libertad, pero era quiz¨¢ mayor el n¨²mero de los que se opon¨ªan en¨¦rgicamente a toda evoluci¨®n. Al mismo tiempo se organizaban de forma m¨¢s o menos clandestina las distintas tendencias pol¨ªticas que prefer¨ªan una ruptura total a una evoluci¨®n. Desde 1970, estas tendencias pol¨ªticas de oposici¨®n al r¨¦gimen vigente iban adquiriendo mayor consistencia y se multiplicaban los contactos entre ellas. En el mismo periodo de tiempo adquiere especial gravedad el fen¨®meno del terrorismo. El asesinato de Carrero Blanco tuvo enorme repercusi¨®n. Con la muerte de Franco se inicia la transici¨®n pol¨ªtica.
En este proceso en el que se dan tantas posiciones contrapuestas, la palabra del cardenal Taranc¨®n, en p¨²blico y en privado, fue siempre una palabra clara, comprensible para todos, que invitaba al respeto mutuo, al di¨¢logo, a la concordia, a la paz, a la colaboraci¨®n.
Habl¨® con muchos pol¨ªticos del r¨¦gimen de Franco, sobre todo cuando surg¨ªan conflictos: las homil¨ªas multadas, la c¨¢rcel de Zamora para sacerdotes, el intento de alejar de la di¨®cesis de Bilbao al obispo A?overos, etc¨¦tera. Y dialog¨® despu¨¦s con los protagonistas de la transici¨®n pol¨ªtica.
Su experiencia como pastor de la Iglesia en etapas pol¨ªticas muy diferentes le daba especial autoridad para exhortar a unos a la apertura y a otros a la moderaci¨®n, y a todos, a la b¨²squeda honrada del bien com¨²n y de la justicia. Era la suya una palabra independiente y leal inspirada siempre en el Evangelio y sensible a los problemas reales de la sociedad.
Una nota caracter¨ªstica del magisterio y de la acci¨®n pastoral del cardenal era su optimismo, su esperanza, en los momentos m¨¢s dif¨ªciles. Era plenamente consciente de la gravedad de los problemas, pero sab¨ªa llamar la atenci¨®n sobre los datos positivos y animar a las personas de buena voluntad, sab¨ªa perdonar las injurias y los desaires.
La ense?anza del Concilio Vaticano II le ayudaba a ver con clarividencia hacia d¨®nde hab¨ªa que orientar los esfuerzos. Su experiencia en el Concilio Vaticano II le transform¨® profundamente. Don Vicente Enrique y Taranc¨®n lleg¨® al Concilio con una mentalidad y sali¨® de ¨¦l con una nueva conciencia eclesial, con una nueva sensibilidad. Contribuy¨®, desde su misi¨®n como pastor de la Iglesia, a que la transici¨®n pol¨ªtica en Espa?a fuera pac¨ªfica. Trabaj¨® denodadamente para que los cat¨®licos espa?oles asimilaran las orientaciones del Concilio Vaticano II. Quienes le hemos tratado no olvidaremos nunca su sencillez, su sinceridad, su bondad.
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