Cl¨¢sicos
El 21 de noviembre, un periodista de EL PA?S informaba del acto celebrado el domingo 21) en la librer¨ªa Crisol, organizado por la Editorial Gredos y titulado La fascinaci¨®n de leer a los cl¨¢sicos. Dicho periodista pon¨ªa en mi boca unas frases que -a los numerosos testigos me remito- jam¨¢s salieron de ella. Lo cierto es que en mi intervenci¨®n, comentando La vida de Pit¨¢goras, del alejandrino Porfirio, se?al¨¦ por su belleza un momento en que el. fil¨®sofo saluda por su nombre a un determinado r¨ªo y las aguas de ¨¦ste responden con, nitidez: "Salve, Pit¨¢goras". A tenor de ello, me vino a la mente una p¨¢gina, que en su d¨ªa me mostr¨® Benet, donde un historiador recoge una curiosa an¨¦cdota del rey Dar¨ªo, quien, indignado contra las aguas del Ponto por haber ¨¦stas destruido su flota, las mand¨® azotar.De esos datos puntuales a las generalidades entrecomilladas que el reportero me atribuye hay un abismo: el abismo de la tergiversaci¨®n.-
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