Un deber de memoria
Es una mujer de belleza t¨ªpicamente picassiana, que solicita que no se le preste m¨¢s atenci¨®n p¨²blica de la debida. "No quiero que me traten como si fuese Santa Cristina, me he limitado a cumplir el deseo de Pablo de que sus obras se mostraran por primera vez en M¨¢laga alg¨²n d¨ªa, pero ah¨ª acaba mi protagonismo: ahora es el p¨²blico el que debe reencontrarse con el arte de Picasso", dice Christine Ruiz Picasso.Casada en los a?os cincuenta con Paolo, hijo mayor del pintor, Christine vivi¨® la frustraci¨®n de que su marido muriera s¨®lo un a?o despu¨¦s del artista. Entonces, cuando ella, como usufructuaria, tuvo que hacerse cargo de la elecci¨®n de la herencia picassiana que correspond¨ªa a los dos hijos de Paolo, Bernard y Marina, comenzo a vivir como responsabilidad lo que hasta entonces hab¨ªa sido una relaci¨®n tremendamente natural. "Mi primer encuentro con Picasso fue en el a?o 1948", apunta Christine, "yo era ceramista y me dirig¨ª a ¨¦l, no dir¨¦ como colega, pero s¨ª como a alguien que pod¨ªa ense?arme cosas del oficio, y me trat¨® con naturalidad". No estaban aquellos tiempos dirigidos por las exigencias del star system, y eso unido a 22 a?os de convivencia familiar tras la boda con Paolo le ayudaron a mantener con el genio "una relaci¨®n sencilla y directa" que lograba incluso escapar al encanto seductor de Picasso. "Claro que era tremendamente seductor, humanamente espl¨¦ndido, pero yo lo ten¨ªa m¨¢s f¨¢cil que muchas otras mujeres que no se le resist¨ªan, pues era mi suegro", a?ade con una mezcla de coqueter¨ªa y diplomacia francesa.
Si se le pregunta por la relaci¨®n de Paolo con su padre, sobre la dificultad de ser primog¨¦nito del genio art¨ªstico m¨¢s grande del siglo, matiza que "a ello solo podr¨ªa responder mi marido" pero enseguida a?ade que alternaba "una profunda admiraci¨®n por su padre con el hecho de sentirse a veces como una hormiga a su lado". Por eso Paolo nunca intent¨® seguir los pasos paternos. "Mi marido dec¨ªa que no pretend¨ªa seguir la tradici¨®n francesa de los verdugos que se mantiene de padres a hijos", recuerda Christine.
Reconoce que su colecci¨®n es muy "¨ªntima", pero matiza que ¨¦sta ha nacido de la relaci¨®n que ha mantenido con las obras durante veinte a?os. "He tenido que convivir con ellas para saber que deb¨ªan exponerse all¨¢ donde el deber de la memoria lo exigiera, por eso eleg¨ª M¨¢laga, Sevilla y Nimes, despu¨¦s de comprobar en directo el fervor con el que se acogi¨® en su ciudad natal la exposici¨®n Picasso Cl¨¢sico en 1992". Hasta la fecha, pues, esta colecci¨®n no hab¨ªa salido de Su casa, salvo alg¨²n pr¨¦stamo. Muchos dibujos y grabados viv¨ªan encerrados en carpetas, por eso, cuando Crhistine las Vio en las paredes del Palacio Episcopal no pudo reprimir el llanto.
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