El Madrid no aguanta en Anoeta
Un gol de Kodro en el ¨²ltimo minuto igual¨® el de penalti de Hierro
El virtuosismo tiene sus debilidades: el medio ambiente, el escenario y sobre todo la incomodidad convierten f¨¢cilmente a una orquesta de c¨¢mara en un conjunto de instrumentistas informales. El Real Madrid no soport¨® ni un segundo el aliento en el cogote y se aplic¨® a una interpretaci¨®n lineal de la partitura en espera de que el tel¨®n concluyera con alg¨²n beneficio su malestar. No fue posible porque no hizo m¨¦ritos para ello y la Real Sociedad apur¨® al l¨ªmite sus posibilidades obteniendo un empate que resarc¨ªa su esfuerzo. La fantas¨ªa pod¨ªa esperar.
La Real Sociedad, en situaci¨®n delicada depende de la honradez y el esfuerzo como el Madrid del clima ambiental para ,imponer su criterio. El Madrid le aliger¨® la tarea. Sin poder en los laterales, por la baja forma de Luis Enrique, la apat¨ªa de Quique y Amavisca y ratificado despu¨¦s por la lesi¨®n de Michel, condujo al partido por el callej¨®n central, es decir, por donde la Real Sociedad quer¨ªa. La trampa era infantil pero los, donostiarras obtuvieron provecho de su estratagema. En un santiam¨¦n agotaron las posibilidades de Redondo y Laudrup, minusvalorando la capacidad creativa de su oponente.
Al cuarto de hora el Real Madrid ya ten¨ªa una cierta apariencia fantasmag¨®rica. La presi¨®n donostiarra en todo el campo le hab¨ªa sacado de sus casillas reduciendo no s¨®lo su capacidad ofensiva sino cuestionando incluso su estrategia defensiva. Durante la primera mitad los madridistas se confiaron al influjo de la fortuna y divisaron los disparos realistas como un mal menor. Por tres veces amenaz¨® la Real a Buyo pero siempre adoleci¨® de punter¨ªa. O Kodro o nadie: el Madrid entendi¨® el mensaje. Se refugi¨® en la apat¨ªa y esper¨® el benepl¨¢cito de la suerte.
Como siempre ocurre la encontr¨® inesperadamente. Un exceso de ardor de Luis P¨¦rez sobre Laudrup otorg¨® un discutible penalti que enardeci¨® al grader¨ªo. Al margen de la rigurosidad de Mart¨ªn Navarrete, la jugada evidenci¨® la fragilidad defensiva donostiarra, capaz de malgastar en un segundo la firmeza construida en una hora.
Las injusticias tienden a la seguridad cuando se manifiesta alguna duda y la Real Sociedad re presentaba el lado m¨¢s d¨¦bil de la contienda. El gol no cambi¨¦ el tono gris del Madrid. Karpin le bastaba para taponar las ideas de Redondo e Imanol junto a Imaz aburr¨ªan las posibilidades de Laudrup.
El error de la Real Sociedad, m¨¢s all¨¢ del discutido penalti, fue convertir el ardor en el ¨²nico argumento. La impotencia es mal consejo y su voracidad abr¨ªa espacios para que circulara Amavisca con su habitual sentido de la orientaci¨®n mientras Laudrup poco a poco encontraba carriles para hilvanar su f¨²tbol.
No era un Madrid brillante ni mucho menos virtuoso. No merec¨ªa ganar. Y debi¨® darse cuenta de ello cuando Ra¨²l a falta de cinco, minutos malgast¨® una oportunidad. ante Alberto que hubiera sancionado el partido. Se limitaba apenas a administrar su bot¨ªn e incrementar el nerviosismo de su rival. El partido alejado del espect¨¢culo t¨¦cnico adquiri¨® tras el gol un car¨¢cter psicol¨®gido. La ventaja rearm¨® al Madrid y hundi¨® durante algunos minutos a la Real Sociedad en un mar de dudas. A falta de ocasiones, adquiri¨® al menos buenas vibraciones al amparo del ejercicio f¨ªsico realista y de algunas incursiones de Amavisca.
Pero el Madrid no daba la talla y tan s¨®lo manifestaba conocimientos acad¨¦micos para encubrir una mala tarde. La Real Sociedad aportaba. lo que se supon¨ªa: voluntad, alg¨²n-riesgo y escaso remate. Pero la fe moviliz¨® sus debilidades y en un zarpazo devolvi¨® la justicia al partido.
Una falta al borde del ¨¢rea sirvi¨® para que Kodro evidenciara su capacidad en la materia. Era el premio a la constancia y el castigo a la inoperancia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.