Un obrero de choque
Si hubo en la vida de Enrique L¨ªster una experiencia que conform¨® su personalidad en una sola pieza, debi¨® de ser su trabajo como barrenero en el Metro de Mosc¨². Acostumbrado desde la infancia a golpear la piedra, L¨ªster se hab¨ªa construido un car¨¢cter rebelde, al m¨¢s puro estilo espa?ol, y se hab¨ªa incorporado en 1928 al Partido Comunista de Espa?a, formado entonces, seg¨²n un delegado de la Internacional, por un pu?ado de tipos medio anarquistas que no sab¨ªan muy bien qu¨¦ hacer.Pero, como resultado de un en frentamiento con guardias civiles a principios de 1932, L¨ªster sali¨® de Espa?a y encamin¨® sus pasos hacia Mosc¨², donde comprob¨® que la construcci¨®n de la sociedad futura requer¨ªa un duro trabajo en la sociedad presente. Sus tres a?os de estancia fueron para ¨¦l "una formidable escuela". Los rescoldos de la antigua rebeld¨ªa anarquista quedaron enterrados en las obras del metro, donde se convirti¨® en "obrero de choque", con un cumplimiento de la norma del 132%, y donde adquiri¨® una inquebrantable, como la piedra, fidelidad a la patria del socialismo.
Porque lo cierto es que de Mosc¨², aquel rebelde vuelve a Espa?a en 1935 convertido en revolucionario profesional, dispuesto a hacerse cargo de la agitaci¨®n en los cuarteles. A la debilidad de esa acci¨®n entre los soldados se hab¨ªa atribuido el fracaso de la revoluci¨®n de octubre de 1934, cuando las milicias comunistas y socialistas hab¨ªan esperado en vano que las puertas de los cuarteles se abrieran y los soldados confraternizaran con los revolucionarios. L¨ªster hab¨ªa seguido estudios mil?tares en Mosc¨² y volv¨ªa como experto en agitaci¨®n entre los soldados para remediar esas carencias del trabajo revolucionario.
Jefe del Ej¨¦rcito republicano
Obrero de choque y agitador militar, la formidable escuela moscovita en la que forj¨® su car¨¢cter habr¨ªa de determinar el curso de su vida, como uno de los principales jefes comunistas del Ej¨¦rcito republicano. Su nombre viene a la mente con los de Juan Modesto y Valent¨ªn Gonz¨¢lez, y quedar¨¢ unido al c¨¦lebre Quinto Regimiento, a las batallas decisivas de la guerra y a la operaci¨®n que acab¨® con el Consejo de Arag¨®n y que estableci¨® su fama como despiadado laminador de anarquistas. Si las nostalgias de L¨ªster eran los maravillosos d¨ªas de Mosc¨², su memoria qued¨® atrapada en las batallas de la guerra civil.
A partir de entonces, y a pesar de su ascenso al generalato en el Ej¨¦rcito Rojo, su. estrella no brillar¨¢ nunca a la misma altura. Sin poetas para cantar sus haza?as, L¨ªster no ser¨¢ m¨¢s que un alto funcionario del partido incapaz de proponer ninguna direcci¨®n pol¨ªtica que no fuera la de un levantamiento nacional contra la dictadura. Perdi¨® su primer envite contra Pasionaria, a la muerte de Jos¨¦ D¨ªaz, y, luego de sentar cabeza, perdi¨® de nuevo, con el conjunto de los "viejos", frente a Santiago Carrillo, que rompi¨® todas las jerarqu¨ªas al percibir mejor que nadie los nuevos vientos que soplaban por Mosc¨² en 1956.
No tiene nada de extra?o, pues, que acabara su carrera como instrumento de los sovi¨¦ticos contra Carrillo. Con su obediencia a Br¨¦znev, L¨ªster, expulsado del PCE en 1970, se quitaba la espina de su postergacion y, estalinista hasta el ¨²ltimo aliento, creaba un Partido Comunista Obrero Espa?ol para sembrar de chinchetas el camino de la lucha final contra el franquismo que Carrillo so?aba recorrer entre, palmas y flores.
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