La 'prosperidad compartida'
En los a?os sesenta y setenta, los soci¨®logos latinoamericanos -yo entre ellos- desempe?aron un importante papel en la formulaci¨®n de teor¨ªas para comprender y explicar el subdesarrollo. No surgi¨® un conjunto homog¨¦neo de ideas, pero la mayor parte de las teor¨ªas que se centraban en la dependencia coincid¨ªan en un punto com¨²n. Consider¨¢bamos que la manera en que est¨¢bamos integrados en el sistema capitalista mundial era la causa de nuestras dificultades a la hora de alcanzar el desarrollo sostenido y el bienestar de todos los latinoamericanos.En las d¨¦cadas siguientes, el camino que seguimos es de sobra conocido: Latinoam¨¦rica venci¨® a los reg¨ªmenes totalitarios, padeci¨® una serie de crisis de deuda exterior, opt¨® por el modelo de econom¨ªa de mercado e inici¨® un proceso de integraci¨®n econ¨®mica y de coordinaci¨®n pol¨ªtica. La consecuencia es que ahora somos una regi¨®n que ve un futuro m¨¢s prometedor.
Entretanto, el escenario mundial ha vivido una relajaci¨®n de las tensiones y ha visto el final de la guerra fr¨ªa. El orden bipolar ha cedido el paso a una organizaci¨®n m¨¢s compleja y flexible. La econom¨ªa mundial ha avanzado r¨¢pidamente hacia la globalizaci¨®n y, al mismo tiempo, la integraci¨®n regional y subregional se ha visto fortalecida. Los derechos humanos y el medio ambiente se han convertido en temas centrales y han ido ganando cada vez m¨¢s peso en las relaciones internacionales.
Pero la profundidad de estos cambios, tanto en Latinoam¨¦rica como en el resto del mundo no ha resuelto todos nuestros problemas, especialmente los ocasionados por la pobreza. La mayor parte de la ? humanidad sigue viviendo en un estado de extrema pobreza y margina ci¨®n. Las dos ¨²ltimas d¨¦cadas han tra¨ªdo consigo una mayor desigualdad, incluso en algunos de los pa¨ªses m¨¢s desarrollados del mundo.
Sin embargo, hay que tomar en consideraci¨®n un hecho nuevo y esencial. Hoy d¨ªa, la mayor¨ªa de los soci¨®logos y l¨ªderes pol¨ªticos, especialmente los de los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo, identifican la integraci¨®n y la participaci¨®n en el sistema internacional con la soluci¨®n de sus problemas en lugar de con la causa de sus dificultades. Hoy creemos que el escenario internacional ofrece ventajas para todo el mundo. Ante todo, el paradigma del juego de suma cero, en el que la ganancia de una parte implica necesariamente una p¨¦rdida para la otra, est¨¢ ya caducado. El nuevo concepto no se basa en ganadores o perdedores, sino en un equilibrio de intereses basado en negociaciones ecu¨¢nimes entre los Estados.
Hoy, el mayor reto para los americanos (de todo el continente) es convertir esta nueva visi¨®n en realidad. El presidente Bill Clinton ha demostrado que entiende este reto al presentar la idea de la prosperidad compartida como uno de los temas a debatir en la cumbre de Miami.
En muchos momentos de la historia, las ideas han contribuido a impulsar profundos cambios en la vida cotidiana al reunir distintos puntos de vista en tomo a un concepto ¨²nico m¨¢s amplio. La idea de prosperidad compartida plantea el tema de la lucha com¨²n a favor del desarrollo en todas sus dimensiones. El ¨¦xito de esta iniciativa depende de nuestra capacidad de establecer un modelo renovado de cooperaci¨®n entre Estados.
La cumbre de Miami tiene un ambicioso orden del d¨ªa, que abarca desde la consolidaci¨®n de la. democracia hasta la integraci¨®n del mercado; desde las inversiones extranjeras hasta el desarrollo sostenido; desde la modernizaci¨®n del Gobierno hasta las mejoras en la educaci¨®n, la sanidad y la participaci¨®n social.
Brasil est¨¢ representado por el actual presidente, Itamar Franco, un l¨ªder al que nuestro pa¨ªs debe sus victorias recientes en cuanto a moralidad pol¨ªtica y estabilidad econ¨®mica. Tras la celebraci¨®n de elecciones democr¨¢ticas, el talante en Brasil es de esperanza y amor propio. ?sta es la actitud que ha inspirado nuestra preparaci¨®n para la cumbre. En el orden del d¨ªa de la cumbre de Miami hay varios puntos de especial relevancia para Brasil.
Doy gran importancia al Mercosur (el acuerdo comercial entre Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) y a la Zona de Libre Comercio Suramericana. Considero, por tanto, que la cumbre ir¨¢ por buen camino si intenta encontrar v¨ªas equilibradas y realistas para combinar ambas iniciativas con el TLC y otras iniciativas de integraci¨®n de mercados ya en marcha en Am¨¦rica, con miras a la creaci¨®n de una Zona de Libre Comercio Continental. ?ste ser¨ªa uno de los resultados m¨¢s significativos de la cumbre.
Brasil propugna la creaci¨®n de normas estables y equilibradas que fomenten el acceso a los mercados en un ambiente competitivo, al tiempo que desanimen pr¨¢cticas discriminatorias unilaterales, como la resoluci¨®n de disputas comerciales a favor de los Estados m¨¢s poderosos. Por consiguiente, la puesta en pr¨¢ctica de los acuerdos de la Ronda Uruguay del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) debe ser una importante prioridad en las conversaciones de Miami.
La circulaci¨®n m¨¢s libre de productos e inversiones debe plantearse en conexi¨®n con la cuesti¨®n, cada vez m¨¢s crucial, del acceso sin obst¨¢culos a la tecnolog¨ªa avanzada. Estas consideraciones son inseparables. De no ser as¨ª, veremos evolucionar dos mundos: uno conectado a la nueva revoluci¨®n tecnol¨®gica y otro desconectado y cada vez m¨¢s retrasado.
Ya no podemos pensar en la econom¨ªa sin tener en cuenta los problemas sociales y medioambientales. Por consiguiente, es esencial que la Cumbre de Miami profundice en su compromiso con la idea de que el crecimiento econ¨®mico a largo plazo no es sostenible sin justicia social. La Cumbre de Miami debe manifestar tambi¨¦n su firme intenci¨®n, como se declar¨® de com¨²n acuerdo en la Conferencia de R¨ªo sobre Medio Ambiente de 1992, de hacer honor a los compromisos expuestos en la Agenda 21, las amplias directrices establecidas en R¨ªo para que los Gobiernos persigan el desarrollo sostenible.
Pol¨ªticamente, a todas las naciones del continente les preocupa la mejora de la democracia, en especial en lo que concierne a la modernizaci¨®n de los Gobiernos, la defensa de los derechos humanos, la cooperaci¨®n entre los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, la participaci¨®n de la sociedad civil en los procesos de toma de decisiones a trav¨¦s del di¨¢logo con los Gobiernos y la mayor integraci¨®n de las mujeres en el desarrollo social. Nuestros Gobiernos puedenhacer muchas cosas si desean verdaderamente cooperar en estos campos.
El actual consenso en toda Latinoam¨¦rica sobre estos asuntos contrasta enormemente con la visi¨®n predominante en la ¨²ltima cumbre continental, celebrada en Punta del Este en 1967. Por aquel entonces, la gente ve¨ªa el mundo de una forma radicalmente distinta. Junt¨® a los dependentistas, hab¨ªa socialistas, contrincantes de la guerra fr¨ªa, neomalthusianos y manifestantes antib¨¦licos. Los temas centrales fueron entonces la lucha por la democracia y una idea de desarrollo caracterizada por el radicalismo ideol¨®gico de aquellos d¨ªas. Hoy se ha perdido esa fe en soluciones universales e ideol¨®gicas. Las ideolog¨ªas que separaban o un¨ªan a los pueblos han dado paso a tareas pragm¨¢ticas que nacen de los retos comunes y exigen una fuerte voluntad de cooperar. La Cumbre de Miami brinda una rara oportunidad de demostrar la convicci¨®n de que, lejos de ser la fuente de los problemas, un intercambio m¨¢s abierto entre naciones puede, por el contrario, ser una fuente de soluciones.
Todos nosotros debemos tener esta oportunidad de trabajar en beneficio de los pueblos que nos han elegido y resistimos a la ceguera de los que preferir¨ªan dar marcha atr¨¢s, de los que optar¨ªan por las sombras de la desconfianza, la culpa y el enfrentamiento, en vez de por la franqueza de la confianza, el di¨¢logo y la cooperaci¨®n. Las expectativas de nuestro pueblo son elevadas, y nuestro deber es satisfacerlas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.