Tengo que decirles a los terroristas...
Tengo que decirles algunas cosas a los terroristas. Para empezar, que no me est¨¢n facilitando en absoluto el trabajo. Un trabajo que ya es suficientemente complicado sin ellos. Cada d¨ªa que Dios crea tengo que estrujarme el cerebro para escribir una columna, encontrar un tema ameno, darle el car¨¢cter ligero y espritual que los lectores esperan de m¨ª como algo natural, como si se tratase ¨²nicamente de abrir un caj¨®n para encontrarlo... en resumen, vivo cotidianamente un calvario tan duro, que me pregunto c¨®mo los terroristas pueden llegar a ignorarlo. ?Es que no tienen entre sus filas a alg¨²n humorista que pueda entender los sufrimientos de un colega?Vamos a ver. Por ejemplo, me gustar¨ªa decirles esto: me tiraron varios balazos en dos ocasiones. A este ritmo acabaran mat¨¢ndome, ?no? Y eso tengo que dec¨ªrselo a los terroristas, decirles que este juegecito es mortal. ?Tal vez ignoran que los balazos de los rev¨®lveres pueden hacer da?o y matar?Sin embargo si s¨®lo tuviera que decirles esto a los terroristas... Por ejemplo. ?Saben que me est¨¢n provocando una bronca con mi mujer, mi compa?era fiel y amante desde hace veinte a?os? ?Por qu¨¦? Simplemente porque no he conseguido convencer a m? tierna media naranja, de que si no regreso a casa algunas noches, es unicamente por precauci¨®n. Mi mujer no me cree. La ¨²ltima vez, para acabar con sus sospechas, sobre mi fidelidad, le expliqu¨¦ que hab¨ªa pasado la noche con un amigo del diario. ?Pero hay que ver la mirada que me lanz¨® mi mujer! Estoy seguro que no acababa de creerme.
Si s¨®lo tuviera que explicarles esto a los terroristas... Otra cosa; cuando tengo que andar dando rodeos como si fuera un indio para burlar la vigilancia de los confidentes de los terroristas que esp¨ªan mis costumbres. Cuando, por ejemplo, intento borrar las huellas, andando hacia atr¨¢s para entrar en casa para hacerles creer que estoy saliendo, o a la inversa, para hacerles creer que estoy entrando. No s¨¦ si mi estratagema ha logrado enga?ar al enemigo, pero s¨ª s¨¦, sin embargo, que mi comportamiento llam¨® la atenci¨®n de los vecinos que aconsejaron a mi mujer hacerme examinar por un psiquiatra. Tengo que deciles que a menudo haciendo estos jueguecitos de indios, pierdo verdaderamente la br¨²jula hasta el punto de que no s¨¦ si estoy entrando en casa y tratando de hacerles creer que salgo o si estoy practicando la t¨¢ctica inversa.
Si s¨®lo fuera eso lo que tengo que decirles a los terroristas..., eso y los largos rodeos que me veo obligado a hacer en coche para burlar su vigilancia, cuando el peri¨®dico est¨¢ s¨®lo a un cuarto de hora de casa. Cada mes me trago en gasolina todo el presupuesto familiar. Deber¨ªa dejar el coche e ir caminando. Pero podr¨ªa ser peligroso. ?No es cierto? Tengo que decirles...
Pero sobre todo hay una cosa que quisiera que supieran los terroristas. Siguiendo los consejos de los amigos que se preocupan por mi seguridad he cambiado mi aspecto f¨ªsico, modificando algunos detalles: me he afeitado los bigotes, me he cortado muy corto el pelo, he cambiado mis gafas por unas lentillas. ?Si vieran el resultado! Simplemente me he convertido, en una persona irreconocible. Hasta el punto de poder pasar sin ning¨²n riesgo entre dos filas de terroristas. Pero en la calle tampoco nadie me reconoce. Se acabaron los saludos, las palabras amables, los gestos de simpat¨ªa. Nada de nada. Tengo la impresi¨®n de haber desaparecido, de haber muerto. Y a veces este sentimiento es tan intenso y tan fuerte que abro el peri¨®dico para ver si anuncian mi asesinato.
Esto es sobre todo lo que quiero decirles a los terroristas.
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