Cipayos
Conozco un personaje cultural de la transici¨®n (cuyo nombre no delatar¨¦, por razones obvias) que sostiene la interesante tesis de que los vascos son ya lo ¨²nico que queda de Espa?a. Y esta idea tiene muchas lecturas. Desde luego parece cierto que es en Euskadi donde mejor se conservan las esencias de la raza: el culto al vino, a los toros, a la madre, a la muerte y a la buena mesa, con fratr¨ªas masculinistas que poco tienen que envidiar a las hermandades andaluzas; de ah¨ª que, a diferencia de los catalanes, que no se sienten integrados ni comprendidos cuando tienen que vivir en la capital, los vascos se encuentren tan aclimatados en Sevilla o en Madrid como en su propia casa. Pero a¨²n se le puede sacar m¨¢s punta a la idea, al advertir que s¨®lo en el Pa¨ªs Vasco sobreviven los viejos demonios fratricidas del casticismo estamental: la segregaci¨®n racista de las castas for¨¢neas, los juicios de limpieza de sangre, la persecuci¨®n inquisitorial contra el infiel, los autos de fe con ejecuciones rituales en plaza p¨²blica, que al decir de don Am¨¦rico Castro constitu¨ªan la esencia misma de la realidad hist¨®rica de Espa?a, ya s¨®lo perviven en tierra vasca.?C¨®mo entender este arca¨ªsmo premoderno en la regi¨®n m¨¢s industrializada? Existen muchos modos de explicarlo como mecanismo de defensa que reacciona contra la amenaza externa, y una de esas explicaciones procede del propio Am¨¦rico Castro: la mejor defensa contra el enemigo es imitarle, contagi¨¢ndote de su esencia m¨¢s hostil. Y as¨ª, al igual que los cristianos viejos se contagiaron del paranoico sectarismo atribuido a los jud¨ªos, tambi¨¦n los vascos se han empe?ado en este siglo en imitar la fratricida crueldad espa?ola: el ejemplo del viva la muerte de la Legi¨®n es el ideal que anima hoy a ETA.
Ahora bien, estos mecanismos perversos de imitaci¨®n parad¨®jica son reversibles, pudiendo actuar en direcci¨®n opuesta. Si los vascos han aprendido a imitar perfectamente lo peor de los espa?oles, ?por qu¨¦ no habr¨ªan de comenzar ahora los espa?oles a imitar lo peor de los vascos? Pues bien, existen indicios de que ya st¨¢n comenzando a hacerlo. Y no me refiero a la compulsi¨®n homicida, pues afortunadamente no existe por el momento nada parecido a eso, pero s¨ª, desde luego, al estilo ret¨®rico de la oposici¨®n pol¨ªtica.Es notoria la permanente escalada de linchamiento verbal que la oposici¨®n vasca (el mundo de Herri Batasuna, con el diario Egin en cabeza) ha emprendido contra el Gobierno vasco, al que descalifican tach¨¢ndolo de cipayo: y como las palabras no matan pero s¨ª se deval¨²an, los opositores vascos se ven obligados a incrementar su escalada de insultos para sostener el clima de tensi¨®n verbal. La consecuencia la puede advertir cualquiera que viaje por el Pa¨ªs Vasco: si los insultos matasen, las fachadas de sus calles parecer¨ªan cementerios de cipayos. Pues bien, es este estilo ret¨®rico de linchamiento verbal figurado el que ha pasado a ser imitado por la oposici¨®n pol¨ªtica en Madrid: tanto los secuaces de Anguita y Aznar como los columnistas y tertulianos de la prensa y radio opositoras cada vez se parecen m¨¢s a los energ¨²menos de Herri Batasuna, a juzgar por la escalada verbal de las condenas antigubernamentales que sus juicios sumar¨ªsimos sentencian. Tanto es as¨ª que de creerles se dir¨ªa que el Gobierno es una partida de cipayos a los que todo patriota debiera gritar: ?Kampora!
Como los insultos se deval¨²an con su uso y abuso, las escaladas verbalistas obligan a estar constantemente huyendo hacia delante hasta que se termina por perder el contacto con la realidad. Es cierto que este circo romano, donde se despedazan gladiadores y cipayos, parece entretener al p¨²blico, permitiendo que los malos periodistas puedan vender ejemplares: pero entretiene por lo que tiene de espect¨¢culo ficticio y no porque informe de la realidad. Y as¨ª es como de nuevo se produce el divorcio entre la Espa?a oficial, entretenida en comentar la raci¨®n diaria de maldiciones contra los cipayos, y la Espa?a real, cada vez m¨¢s llena de desconfianza, escepticismo e incredulidad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.